#me echó de menos
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karylvsjuanii · 10 months ago
Note
hermanda god bless u por tan tremendo smut con Pipe, ¿para cuándo otro? 😝😝
yo te espero todo lo que quieras
OSCARS | Felipe Otaño
tw: Lector Femenino x Felipe Otaño. MUCHA sobre estimulación, cría de semen, hablando con groserías y apodos “papi” “bebé”, bebiendo coño, dedos, masturbarse, oral f/m. Sexo sin protección. (por favor léelo bajo tu responsabilidad)
Quiero aclarar que los diálogos son en argentina pero mi narración es latina.
También que perdón mi inactividad, me tomó mucho el tiempo para hacerlo mejor posible, ojalá les guste, comenten. Si hay algún error por favor dímelo.
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Finalmente, la película está por todos lados, dándose a conocer por todos como ganadora de un oscar.
Felipe estaba celebrando con sus amigos, cuando le llega una notificación de ella.
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Felipe salió de ahí en fa, necesitaba ir con su novia. Realmente su mensaje lo dejó con la pija paradisima, si de por sí ya había pensado en el buen premio que sería la boca de su princesa en su polla. La necesita y se lo merece.
Llegó a su habitación en menos de los 15 minutos y no estaba en la sala, por lo que caminó a su cuarto y ahí te encontrabas, acostada en la cama viendo la televisión, él se acercó a ti no sin antes cerrar la puerta. Tomó el control remoto de tus manos, presionó el botón rojo y aventó el control sin dejar de verte. Comenzó a besarte mientras que tú te acomodabas en la cama.
Mi amor, ya me necesitas, verdad? - Preguntas con una voz tan excitante, que solo hace que se le pare más.
Chúpamela, solo chúpamela - Felipe dice sin más.
El se aparta de ella y se sienta en la esquina de la cama, tu te paras frente a el, y lo tomas del cuello para besarlo, bajas tus manos lentamente hacia su pecho hasta llegar a su abdomen bajo para meter tus frías y delicadas manos dentro de su camisa y quitársela de una vez.
Te da su ayuda para quitársela y seguir besándote entre jadeos de su parte por lo horrible que sentía a su pija arder.
Fuiste dándole besos húmedos por todo su cuerpo, sacándole un gemido ahogado, bajaste dolorosamente hacia sus short, tomaste la tela que sujeta y la bajaste con su ayuda.
Comenzaste a dar lamidas por encima del bóxer y juras que Felipe estaba en el puto cielo gracias a sus gemidos.
Si así se sentía sobre una tela, no se podía imaginar como sería sin una de por medio.
Cuando te cansaste de dar lamidas bajaste su ropa interior, paraste un momento para verlo.
Su risa expresaba claramente lo orgulloso que se sentía al notar tu expresión sorprendida por ver lo disparada que salió su polla apuntando a él.
Te gusta? - Pregunta acariciando tu cabello largo.
Me encanta mi amor, es mejor a cómo la había imaginado - Contestaste sin vergüenza.
La idea de que esto ya lo habías imaginado antes, le hizo a Felipe más tentadora la idea de comerte entera.
Entonces también habías imaginado esto? - Preguntó mirándote a los ojos.
Muchas veces - Dices para tomar su gran polla entre tus manos y dar la primera lamida.
Felipe soltó un gemido leve sin dejar de mirarte.
Empezaste a dar círculos por el glande haciendo que su polla se enrojezca más y amenace con pre semen. Justo cuando empezó a salir, la metiste en tu boca, hiciste lo más que pudiste, y lo otro lo seguiste trabajando con las manos.
Felipe no pudo evitar soltar el gemido más grave de su vida, echó la cabeza para atrás y sintió que sus brazos y espalda se debilitaron, quería follarte la puta boca de una vez pero no quería lastimarte.
Era un regalo de Dios verte mientras lo comías y se prometió que será una imagen que nunca olvidará.
Verte de esa manera es mejor a todas las imágenes mentales que pudo haberse creado antes, lo que más deseaba era tenerte así.
Mi amor, si, si bebé, sigue así. - suelta tu novio entre gemidos graves.
Lo único que recibió de tu parte es sentirlo más rápido y gemidos que hacen a su polla vibrar.
Felipe siente que se va a correr y es lo mejor que ha sentido pero no quiere terminar en tu boca, así que te detiene.
Bebé, para, ven - Dice alejando su cuerpo de ti para levantarte y tumbarte en la cama.
Qué pasó? Hice algo mal? - Dices con una cara de tristeza.
No preciosa, todo lo contrario, me sentí muy bien pero quiero correrme junto a vos. - Felipe mima tu rostro colorado.
Pero antes, quiero hacer algo que me gustaría haber hecho desde que te vi en las gradas del estadio - Quita tu sostén con torpeza, lográndolo.
Que cosa? - Preguntas, viendo a tu sostén ser arrojado.
Mientras pipe baja a quitarte los pantalones apretados que llevabas puestos.
Lo ayudas a quitarlos, y cuando finalmente los termina de quitar, rápidamente toca tu coño sensible para sentir por fin lo mojada y caliente que estabas.
Agh, felipe, no - Dices tomando su mano haciendo que pare los movimientos.
Qué pasa, linda? - Pregunta el castaño preocupado.
Me voy a correr amor, no toques. - Continuas cerrando los ojos.
Eso es lo que quiero, hermosa. - Felipe sonríe para rápidamente bajar tu encaje y tocar con su dedo índice tu entrada.
Su novia suelta un gemido quejumbroso tomando su brazo y apretándolo.
Con su dedo índice en tu entrada comienza a dar círculos y agrega rápido su dedo anular para tocar tu clitoris con este e iniciar a masajear las dos zonas lentamente.
Escucha cuando comienzas a gemir y lo hace querer oírte más, Él necesita que gimas su nombre.
Empieza un ritmo más rápido con sus dedos, gemidos salen sin parar cuando quita su dedo anular de tu clitoris para reemplazarlo por su lengua.
Hace circulitos rápidos con su lengua y mete su dedo índice en tu entrada para sentir como lo aprietas con todas tus fuerzas.
Felipe siente cómo poco a poco como te vas relajando más e intentas succionar su dedo al ritmo de su lengua presionando tu área sensible.
Tu novio suelta un gemido por la sensación de las cobijas rozando su polla y gritas por la vibración, jalándole del cabello.
Felipe, ya, por favor es mucho - Gritas tomando entre tus dedos el cabello de Felipe, este suelta un último gemido antes de retirarse de ti y se limpia la boca con sus dedos.
Los chupa mirándote.
Su novia se veía tan atractiva, estaba toda roja y despeinada, con los ojos llorosos y los labios rojos hinchados, las ganas de follarsela crecían, así que sin más, te tomó de las piernas y se acomodó en medio de ellas.
Intentaste cerrarlas.
Abrí las piernas - Dice mirándote fijamente con esos ojos azules. Te matan.
Amor, me duele - Respondes mordiendo tu labio y acercando la mano a tu área.
No te vas a correr si no abrís las piernas, bonita. - Felipe habla con una voz más grave de lo normal.
Abrí esa’ piernotas para mi, princesa. -
Felipe sujeta tus piernas impidiendo que las vuelvas a cerrar.
Su mano derecha toma su polla y la calma, empieza a rozarla con tu coño mojado, tú empiezas a gemir quedito por la sensación y metes la punta de tu dedo índice en la boca en forma de desesperación.
Empiezas a moverte al compás de su polla en tu coño, buscando más fricción, y cuando intentas hacer otro movimiento, rápidamente Felipe mete su polla a tu coñito caliente y los dos sueltan un gemido que piensas, todos escucharon.
Gimes y respiras pesado, quieres ir rápido.
Más rápido Felipe, ya follame toda, lléname de semen el puto coño - No te la complicas.
Y con eso le bastó para empezar y no parar por el resto de la noche.
Empezó a follarte de una manera descontrolada, veía sus tetas moverse por todos lados mientras tu sigues chupándote el dedo y gimiendo sobre el.
Para él, ver tu cinturita y piernotas abiertas sobre él, lo hace querer llenarte de semen, verte pellizcarte una de tus tetas lo llevó a golpearte el coño.
Notó que entre más te golpeaba con su polla, más rojita te ponías y justo así te quería desde un inicio, toda abiertota para él, dejándolo destruirte el coño, y toda roja por él, solo por él.
-Felipe, ahí más, ahí, si -
Era lo único que podía escuchar de la boca de su hermosa novia.
Verla toda destrozada por él era un sueño de todo hombre, una mujersota con una cinturita y unas piernotas, más un culote de puta madre, era lo que todos querían y solo él lo podía tener.
Tu empezabas a retorcerte más sobre Felipe, y le empezabas a tocar los brazos, en especial los bíceps.
Este recordó como una vez habías mencionado en tu sueño que querías correrte en su bícep, esa noche descansó muy bien con una buena masturbeada viendo tu culo y bonitas piernas.
Iba acercándose a su orgasmo, viéndote.
Papi, voy a correrme ya, voy a correrme en tu polla por favor, córrete dentro, embárrame tú semen y lléname mucho. -
Fue lo que finalmente hizo que soltara todo.
Córrete chiquita, Córrete como una puta. Mi puta. - Después de soltar un gemido, Felipe cae lentamente apoyando sus brazos a un lado de tus hombros.
Y sin más, solo logra escuchar como te corres desesperadamente por toda su polla, estremeciéndote y aferrándote de los brazos de Felipe para apoyarse, sin parar de gemir y gritar su nombre.
Tiras y tiras de semen salen disparadas de su polla rojiza llenándole el coño a su bebé.
Felipe saca su polla ya cuando se recupera y puede admirar la belleza de su novia estando muy perdida, lo único que sale de su boca es “mhhm”
Lo cual le excita más y te toma de la cintura con fuerza.
Este te recarga en el respaldo de la cama, no logras procesar lo que esta pasando, poco a poco aclaras tu vista cuando Felipe abre tus piernas y las separa lo más que puede, haciéndote quejar.
Sus ojos azules escaneándote te hacen temblar, se agacha y empieza a comerte el coño de forma descontrolada, gimes sintiendo sus dedos empujando el semen que ruega por salir de tu entrada.
La muñeca de Felipe realmente duele cuando mete sus dedos y aumenta la velocidad, luego de su lengua hasta hacer, de igual forma, doler su mandíbula.
Esa noche descubrió que su nueva adicción chupar tu coñito escuchando los hermosos gemidos y súplicas de tu parte diciéndole que se detenga.
Amor, es demasiado, es mucho, ya- Empujas con tus brazos débiles a su cabeza tratando de cerrar las piernas.
Con el mismo ritmo de antes, la novia del castaño pegó un grito enorme de satisfacción, dándole la razón del por qué su boca se llenó de fluidos, lo cual le hace mover los dedos más rápido, Felipe abre la boca para tomarlo todo.
Ese si que era un premio para él.
Tu no paras de gemir por la sobre estimulación. Felipe mueve rápido tu clitoris antes de que sueltes un último grito.
Felipe da un beso en tu zona y empieza a masajearla con delicadeza. Su cuerpo sube para quedar pegado con el tuyo.
Los dos ardiendo.
Yo creo que el oscar debiste haberlo ganado vos, amor. - Felipe se acomoda en la cama con una sonrisa en el rostro.
Por que lo decís? - Preguntas entre jadeos, estabas cansada.
Por tener a un novio guapo que puede comerte como a vos te gusta. - Felipe te abraza por la cintura escondiendo su rostro en tu cuello.
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silvertice · 2 months ago
Text
Winter Falls.
Hugh Jackman x Fem!reader.
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Summary: Hugh y ella son amigos desde hace un año, con una tensión subyacente entre ellos. Una salida juntos transforma su relación, llevándolos a explorar nuevos sentimientos.
Category: Slow Burn Romance, Friends to Lovers, First Date, 2000s Nostalgia, Fluff and Tension {TW: Light Humor, Emotional Moments, Friendship Dynamics}.
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El reloj en la pared marcaba las 7:20 am. Con el cabello medio seco y la camisa mal abotonada, el café en la encimera quedó olvidado. La promesa de salir temprano se desvanecía rápidamente. Tenía un plan: un atuendo decente, un desayuno tranquilo, pero el cansancio acumulado se burlaba de cualquier intento de organización.
Un suspiro salió mientras el número de Hugh aparecía en la pantalla del teléfono. Seguramente él ya estaba listo, probablemente en camino al trabajo, con esa actitud despreocupada que siempre resultaba irritante, aunque, de algún modo, también reconfortante. Pedirle un favor no era lo ideal, pero llegar tarde y enfrentar las miradas de reprobación de los compañeros tampoco era una opción. Con un leve tamborileo de dedos en la encimera, se marcó su número.
La llamada sonó un par de veces antes de que su voz resonara al otro lado de la línea, relajada y casi burlona.
—Vaya, ¿madrugando, princesa? —dijo, y se podía imaginar esa sonrisa que siempre usaba para molestar.
Se rodaron los ojos, pero una pequeña sonrisa se asomó. Su actitud siempre tenía el poder de aliviar un poco la tensión de las mañanas.
—¿Podrías pasarme a buscar? Estoy… un poco retrasada.
Hubo una pausa. En esos breves segundos, la duda surgió. Pero Hugh nunca dejaba colgado a nadie.
—Cinco minutos y estoy allí. —Su tono cambió, y luego añadi��—: Ah, y trata de no causarme problemas tan temprano.
Un suspiro escapó, una mezcla de alivio y exasperación. El último sorbo de café se apresuró mientras se recogía el bolso. Era evidente que él haría algún comentario sobre el aspecto apresurado, pero eso ya formaba parte de su dinámica. Hugh tenía la habilidad de convertir cualquier situación en algo menos grave de lo que parecía.
Apenas terminé de poner los zapatos cuando el sonido del auto estacionándose afuera resonó. Al mirar por la ventana, allí estaba él, con gafas de sol y una expresión divertida, esperándola. Con un último respiro hondo, salió, lista para lidiar con los inevitables comentarios que vendrían en el camino.
Apurada, subí al auto y cerré la puerta con un golpe. El motor no rugió como esperaba. Miré a Hugh, que se había quedado mirando al frente con una sonrisa divertida en su rostro.
—¿Qué pasa? ¿Vamos a llegar tarde? —pregunté, tratando de contener la frustración mientras lanzaba un vistazo al reloj.
Sin embargo, en lugar de arrancar, se volvió hacia mí. La distancia entre nosotros se redujo cuando se acercó, y el corazón comenzó a latir un poco más rápido. Sin decir una palabra, tomó el cinturón de seguridad y lo pasó por mi cuerpo, asegurándolo en su lugar. Su cercanía era electrizante; podía sentir el calor que emanaba de él, y un pequeño nudo se formó en el estómago.
—Ah, ya veo. ¿Te puse nerviosa, linda? —dijo con esa voz burlona, un destello de diversión en sus ojos.
El comentario lo acompañó una sonrisa que me hizo desear poder esconderme. No sabía si quería reírme o simplemente querer que el momento se detuviera. La cercanía de Hugh siempre había tenido un efecto extraño, una mezcla de nerviosismo y emoción que nunca había experimentado con nadie más. Intenté ignorar el sonrojo que comenzaba a extenderse por mis mejillas.
—Claro que no —respondí, tratando de sonar segura, aunque la voz casi me falló. —Solo… solo apúrate y arranca.
Él se echó a reír mientras finalmente giraba la llave en el encendido, y el motor vibró a la vida. Con una última mirada hacia mí, puso el auto en marcha. El trayecto hacia el trabajo había comenzado, pero la tensión en el aire se sentía más palpable que nunca.
Mientras el auto avanzaba por la carretera, robé una mirada de reojo a Hugh. Su expresión estaba concentrada en la carretera, pero había algo en su forma de manejar que me hizo pensar, aunque rápidamente traté de alejar esa idea. Era un buen amigo, y pensar en él de esa manera no era lo que debía hacer. Sin embargo, había algo en la forma en que se movía, en su confianza al volante, que lo hacía parecer... bien, por así decirlo.
—¿Tienes en mente lo que vamos a hacer hoy? —preguntó Hugh, rompiendo el silencio y sacándome de mis pensamientos.
—Sí, solo lo básico —respondí, tratando de mantener la voz casual. —No creo que sea un día tan complicado.
Él sonrió, esa sonrisa que siempre tenía para hacerme sentir a gusto.
—Eso espero. Aunque tengo un par de ideas que podrían hacer el día un poco más divertido —dijo, levantando las cejas de forma juguetona.
No pude evitar sonreír. Esa era la parte de Hugh que siempre me hacía sentir cómoda, incluso cuando había una ligera tensión en el aire. Era como si supiera exactamente cómo hacer que el día se sintiera menos pesado.
—Bueno, solo asegúrate de que no sean ideas descabelladas. El jefe no se tomaría eso muy bien —le advertí, un tono de broma en mi voz.
Él se echó a reír, y el sonido resonó en el auto, llenando el espacio con una energía amistosa.
—Prometo que no te meteré en problemas... por ahora —dijo, guiñando un ojo mientras el semáforo cambiaba a verde.
La normalidad de la conversación me tranquilizó, aunque sabía que había algo más debajo de la superficie. Era como si la tensión que solíamos ignorar comenzara a hacerse más presente en cada pequeño intercambio. Pero por ahora, me contentaba con disfrutar de su compañía.
Al llegar a la oficina, Hugh aparcó el auto frente al edificio, y la rutina del día a día nos recibió con los brazos abiertos. Salí del vehículo y estiré los brazos, tratando de despejar la mente antes de entrar.
—¿Listos para otro emocionante día en la sala de guionistas? —bromeó Hugh, con una sonrisa amplia.
—Oh, sí, totalmente —respondí con un tono sarcástico. —No hay nada más emocionante que discutir si un personaje debe llevar sombrero o no.
Ambos reímos mientras caminábamos hacia la entrada. La oficina, decorada con afiches de películas y papeles esparcidos por todos lados, siempre había tenido un aire caótico, pero también creativo. Al abrir la puerta, el bullicio habitual de colegas hablando y riendo nos dio la bienvenida.
Tomé un respiro profundo antes de entrar y sentí cómo la energía del lugar me animaba.
—Primero café, luego guiones —declaró Hugh, llevándome hacia la máquina de café. —No podemos empezar el día sin nuestro combustible.
—No me obligues a recordar cómo sobrevivir sin mi dosis matutina de cafeína —dije, mientras me servía una taza. El aroma a café recién hecho me envolvió, y por un momento, todo parecía más fácil.
Mientras esperábamos, intercambiamos comentarios sobre las tramas que estábamos desarrollando y algunas anécdotas divertidas del fin de semana. Todo parecía fluir con naturalidad, sin que ninguna de las conversaciones tocara la ligera tensión que existía entre nosotros.
Finalmente, después de un rato, nos dirigimos a la sala de guionistas. Mientras nos acomodábamos en nuestras sillas, Hugh se giró hacia mí con una mirada intrigante.
—Oye, a las 8 pm te voy a pasar a buscar. Ponte linda. —dijo, su tono ligero, pero las palabras parecían cargadas de un significado que no podía ignorar.
Me quedé un momento en silencio, sorprendida. La normalidad del día se desvaneció por un instante, y todo lo que quedaba era esa invitación inesperada que llenaba el espacio entre nosotros. La idea de salir con él, de verlo vomo mi compañero de trabajo en un contexto diferente, hizo que mi corazón se acelerara, esta vez parecía algo totalmente diferente.
—¿A las 8? —repetí, tratando de sonar despreocupada, pero sabía que mi voz había traicionado mi sorpresa.
—Sí, no tienes excusas. —Hugh sonrió de una manera que me hizo cuestionar si realmente lo decía en serio o solo estaba bromeando.
Mientras continuábamos con nuestra jornada laboral, no pude evitar pensar en lo que eso significaba. La tensión que habíamos estado ignorando de repente estaba a la vista, y yo solo podía esperar que la noche revelara lo que realmente había entre nosotros.
Al llegar a casa, la familiaridad del lugar me envolvió, pero mi mente seguía atrapada en la conversación de esa mañana. Me dejé caer en el sofá y saqué el teléfono, buscando el contacto de mi mejor amiga. Después de un par de tonos, su voz familiar resonó al otro lado.
—¡Hola! ¿Cómo va todo? —preguntó ella, con ese tono entusiasta que siempre me hacía sentir mejor.
—Hola, tengo que contarte algo —dije, sintiendo que la emoción comenzaba a brotar. — Hugh... me invitó a salir esta noche.
—¿Qué? ¡Eso es genial! Ya era hora igual. —exclamó, y su entusiasmo fue contagioso.
—Sí, pero... no sé, estoy tratando de convencerme de que solo es una salida entre amigos —respondí, tratando de mantener la calma mientras me pasaba una mano por el cabello. —Llevamos trabajando juntos durante un año, y siempre ha sido amistad, pero esta salida, es diferente, ¿sabes?
—Claro, hay tensión entre ustedes. He notado cómo se miran en la oficina —dijo, y no pude evitar sonreír. —Así que, ¿qué piensas hacer?
—No lo sé. Por un lado, quiero ir porque ma hace sentir algo, pero también tengo miedo de que sea solo una cena entre amigos y que me haya confudido, agh—confesé, sintiendo un ligero nudo en el estómago.
—¿Y si no es solo eso? —me preguntó. —Tal vez él también siente lo mismo, pero no sabe cómo decírtelo, nadie invita a su compañera de trabajo un viernes a las 8 pm, amor.
Su comentario resonó en mi mente, y un pequeño escalofrío recorrió mi cuerpo. La idea de que Hugh pudiera tener sentimientos más profundos era tentadora, pero también aterradora. ¿Y si las cosas se volvían incómodas? ¿Y si la salida no iba como esperaba?
—No sé, tal vez debería jugarlo de manera segura —dije finalmente, tratando de convencerme. —Solo disfrutar de la cena y ver a dónde lleva la conversación.
—Eso suena a un buen plan —respondió mi amiga. —Pero recuerda, si hay algo más, no tengas miedo de explorar eso. La vida es demasiado corta para dejar pasar oportunidades.
Terminé la llamada con una mezcla de emoción y nerviosismo. La cena con Hugh podría ser solo una salida entre amigos, pero había un trasfondo de posibilidades que no podía ignorar.
Mientras el sol se ponía, me apresuré a prepararme. No quería verme como si hubiera salido de una revista, pero tampoco quería parecer descuidada. Opté por un vestido azul que resaltaba mis curvas de manera sutil, algo que me hacía sentir cómoda y segura. Me eché un vistazo rápido al espejo, dándome cuenta de que me veía bien, y eso me ayudó a calmar un poco los nervios.
Justo cuando estaba terminando, el teléfono fijo sonó. Sabía que era Hugh. Contesté rápidamente, sintiendo un ligero cosquilleo de emoción.
—¿Hola? —dije, intentando sonar tranquila.
—Hey, ¿lista para la noche? —su voz sonaba juguetona.
—Casi, estoy bajando ahora —le respondí, mirando el reloj.
—Perfecto. Nos vemos en un minuto —dijo, su tono despreocupado y familiar me hizo sonreír.
Colgué y respiré hondo. La idea de salir con Hugh ya no era solo una salida entre amigos; había una tensión palpable entre nosotros que no podía ignorar. Con una última revisión al espejo, me dirigí hacia la puerta, para bajar.
Cuando lo hice, la brisa fresca de la noche me recibió como un abrazo suave. Al abrir la puerta, me sorprendí al ver que Hugh no estaba en su auto habitual, sino que se encontraba de pie en la entrada, con una sonrisa en el rostro que iluminaba la penumbra. Llevaba una camisa de botones que acentuaba su figura y unos jeans que parecían un poco más cuidados de lo habitual.
—Hola —saludé, sintiendo una mezcla de nervios y emoción.
—Hola. Te ves hermosa—dijo, su mirada recorriéndome de manera sutil, pero sincera, lo que me hizo sonrojar un poco. Su tono era tan despreocupado, como si fuera lo más natural del mundo decirlo.
—Gracias, tú también... estás un poco más arreglado de lo normal —respondí, intentando mantener la conversación ligera y no dejar que mi nerviosismo se notara.
Él sonrió con complicidad y me hizo un gesto con la mano para que lo acompañara. Empezamos a caminar, el sonido de nuestros pasos resonando suavemente en la acera. Hugh caminaba con las manos en los bolsillos de sus jeans, su postura relajada, como si no hubiera nada más importante que el momento que compartíamos. La calle estaba tranquila, iluminada por las luces cálidas de las farolas, y el aire fresco hacía que el momento se sintiera especial.
—¿A dónde vamos? —pregunté, curiosa por lo que había planeado.
—Eso déjamelo a mí. No te preocupes, no te voy a defraudar —dijo con confianza, una sonrisa juguetona asomándose en sus labios.
Caminamos un rato en silencio, pero la tensión entre nosotros era palpable. A veces, nuestras miradas se encontraban y rápidamente desvíaba la vista, sintiendo un ligero cosquilleo en el estómago. Era como si el mundo se hubiera desvanecido, y solo existiéramos él y yo, en este momento.
De repente, Hugh rompió el silencio. —¿Sabías que desde que empezamos a trabajar juntos, he estado esperando una ocasión así? —dijo, girando ligeramente la cabeza para mirarme, sus ojos brillando con una chispa traviesa.
—¿Ah, sí? ¿Y por qué es eso? —pregunté, intentando no sonar demasiado interesada, aunque mi corazón latía más rápido.
—Porque, sinceramente, me gusta pasar tiempo contigo —respondió, su tono sincero y relajado. Su declaración me tomó por sorpresa, y no pude evitar sonreír mientras un calor agradable me envolvía.
Seguimos caminando, y mientras él hablaba, la tensión que había estado acumulándose entre nosotros se sentía como una burbuja lista para estallar. Era un juego sutil de palabras y miradas, pero ambos sabíamos que algo más profundo se estaba formando entre risas y complicidad.
Después de unos minutos de caminar y charlar, llegamos a una pista de patinaje sobre hielo iluminada con luces brillantes y música suave que llenaba el aire. La vista era mágica; el hielo relucía bajo las luces, y la risa de la gente patinando creaba un ambiente animado y festivo.
—¿Patinaje sobre hielo? —pregunté, con los ojos iluminados de emoción y sorpresa.
—¿Te gusta? —me miró, sus ojos brillando con diversión.
—Siempre he querido hacerlo, pero nunca tuve la oportunidad —admití, sintiendo un cosquilleo de anticipación.
—Perfecto, entonces hoy es el día —dijo, con una sonrisa amplia, y se acercó a la entrada para comprar las entradas. Mientras esperaba, no podía evitar notar cómo la emoción brillaba en su rostro.
Entramos a la pista, y él se aseguró de que me pusiera los patines correctamente. Mientras me ayudaba, sus manos rozaban suavemente mis brazos, y cada contacto provocaba un escalofrío agradable.
—Listo, ahora solo tienes que seguirme —dijo, tomando mi mano de forma despreocupada mientras caminábamos hacia el hielo.
Al dar mis primeros pasos sobre el hielo, perdí el equilibrio y me tambaleé un poco. Hugh se rió suavemente y me sostuvo antes de que pudiera caer.
—Vas a tener que hacer más ejercicio para eso —bromeó, guiándome con firmeza mientras me enseñaba a deslizarme.
La música de fondo mezclada con las risas y gritos de los demás patinadores creaba un ambiente de alegría que era contagioso. Mientras patinábamos, la cercanía de su mano en la mía me hizo sentir más segura, y poco a poco, empecé a disfrutar del momento.
—Mira, no está tan mal, ¿ves? —dijo, deslizándose con facilidad y gracia por el hielo, mientras yo trataba de imitarlo.
—Sí, claro, porque tú eres un experto —respondí, riendo mientras me esforzaba por mantener el equilibrio.
Él se detuvo frente a mí, mirándome con una sonrisa traviesa. —Dame la mano, vamos a intentarlo juntos —dijo, y, sin pensarlo, extendí la mano hacia él.
Juntos, comenzamos a deslizarnos, y la risa llenó el aire mientras tratábamos de mantenernos en pie. La tensión entre nosotros se sentía cada vez más cómoda, cada momento se cargaba de una complicidad que parecía florecer a medida que avanzábamos.
—Este es un buen comienzo para una cita, ¿no crees? —dijo Hugh, mirándome de reojo mientras patinábamos.
—¿Una cita? —repetí, sorprendida pero divertida.
—Solo estoy diciendo que podríamos hacer esto más a menudo —respondió, y en ese instante su mirada se detuvo en mí, el ambiente se volvió más íntimo.
Mientras patinábamos, me sentía cada vez más segura, pero justo cuando comenzaba a disfrutar plenamente, perdí el equilibrio y empecé a tambalearme hacia un lado. El hielo se volvió traicionero bajo mis pies, y antes de que pudiera reaccionar, me vi girando sin control, preparándome para caer.
De repente, sentí una mano firme en mi cintura. —Te tengo —dijo Hugh, con una sonrisa que mezclaba diversión y tranquilidad mientras me estabilizaba.
—Gracias, me salvaste de hacer el ridículo —reí suavemente, sintiendo la cercanía entre nosotros.
Él sonrió, esa calidez que siempre me hacía bajar la guardia iluminaba su rostro. —No te preocupes, es mi trabajo asegurarme que no caigas... y si caes, que sea por mí —añadió, guiñándome un ojo con un toque de nerviosismo que me hizo sonreír aún más.
Antes de que pudiera responder, un niño pasó a nuestro lado rozando sin querer a Hugh, lo que hizo que ambos perdiéramos la poca estabilidad que habíamos recuperado. Nos desplomamos torpemente en el frío y húmedo hielo.
—Parece que el primero en caer no fui yo —comenté, soltando una risa leve por la situación.
Hugh rió también, y luego su mirada se fijó en mí, notando algo en mi mejilla. Con un gesto suave, se acercó y quitó una pizca de nieve que se había quedado pegada. —Tienes un poco de nieve aquí —dijo, pero en su mirada había algo más que diversión.
El momento se volvió extraño, como si el tiempo se detuviera entre nosotros. Mis mejillas ardían con su cercanía y el toque de sus dedos. Ambos nos incorporamos después, algo nerviosos, ignorando la tensión que parecía envolvernos.
—Bueno, ¿quieres seguir patinando? —preguntó él, su sonrisa todavía en su rostro.
—En realidad, prefiero que no. Tengo un plan perfecto para continuar la noche —le respondí, sintiendo cómo mi corazón latía con fuerza. —¿Qué te parece si dejamos el hielo por ahora y hacemos algo diferente?
Hugh levantó una ceja, claramente intrigado. —¿Y cuál es ese plan? Me tienes con curiosidad —dijo, con esa sonrisa juguetona que conocía tan bien.
—Déjame sorprenderte —dije, tirando suavemente de su mano hacia la salida de la pista. —Confía en mí.
Nos reímos mientras salíamos del hielo y nos dirigimos a la entrada para quitarnos los patines y devolver lo que habíamos rentado. Lo que fuera que ocurriera después, sabía que la noche estaba lejos de terminar.
Mientras caminábamos de regreso, el aire frío de la noche contrastaba con el calor que aún sentía después de patinar. Hugh y yo avanzábamos en silencio, pero no era incómodo, al contrario, había algo en esa calma que me hacía disfrutar cada paso. Nuestras manos iban balanceándose a los lados, rozándose de vez en cuando, como si algo nos empujara a tomarnos de las manos, pero ninguno se atrevía a dar ese paso.
Cada pequeño roce me hacía consciente de su presencia de una forma que normalmente no permitía. Era como si el simple contacto de nuestras manos fuera suficiente para hacer que mi pulso se acelerara un poco más. No podía evitar preguntarme si él sentía lo mismo, si cada vez que nuestras manos se tocaban, ese pequeño cosquilleo también lo recorría a él.
Miré de reojo, observando su perfil mientras caminábamos. Hugh tenía las manos ligeramente abiertas, como si estuviera a punto de tomar la iniciativa, pero algo lo detenía, o tal vez estaba esperando a que yo lo hiciera. El pensamiento de entrelazar mis dedos con los suyos era tentador, pero, al mismo tiempo, intimidante.
—¿Te cansaste de patinar? —preguntó de repente, rompiendo el silencio con una sonrisa cómplice.
—No tanto como pensé, la verdad, fue divertido, me gustó mucho—respondí con una ligera risa, tratando de ignorar el hecho de que nuestras manos volvían a rozarse por un segundo más largo. Sentía que el simple hecho de no apartarla lo decía todo.
Seguimos caminando sin prisa, y el silencio volvió a instalarse entre nosotros, aunque esa energía entre ambos seguía ahí, suspendida en el aire frío de la noche. ¿Acaso él también estaba pensando en dar ese paso? O tal vez simplemente esperaba a ver si yo lo hacía primero.
Finalmente, me armé de valor, o al menos lo intenté. Mi mano dejó de balancearse tanto, acercándose más a la suya, pero en el último segundo, justo cuando estuve a punto de hacerlo, sentí cómo su mano se retiraba un poco, ajustándose el abrigo.
Me reí internamente, aliviada y frustrada a partes iguales. Claramente, no era tan fácil como parecía.
Después de un rato caminando en silencio, la ciudad nocturna empezaba a adquirir un ambiente más acogedor bajo las luces tenues de las calles. Las manos de ambos aún rozaban de vez en cuando, pero ahora, en lugar de centrarse en eso, se me vino a la mente un pequeño lugar no muy lejos de allí, uno que solía visitar cuando era niña, que era perfecto para la ocasion.
—¿Conoces el mejor chocolate de aqui, que está a unas cuadras? —pregunté, rompiendo la calma mientras nos acercábamos a la esquina.
Hugh me miró con curiosidad y negó con la cabeza.
—No, no creo haber estado por aquí muchas veces y nunca tome chocolate —admitió, levantando una ceja. —¿Por qué?
—Es uno de esos lugares que guardan historias —dije, sintiendo una pequeña sonrisa asomarse en mis labios. —Solía ir allí de pequeña con mi familia, especialmente en noches frías como esta. Sirven el mejor chocolate caliente de la ciudad, o al menos eso pensaba cuando era niña.
Él sonrió ante mi entusiasmo, asintiendo lentamente. —Entonces, ¿me estás invitando a tu lugar secreto? —preguntó, en tono juguetón.
—Bueno, no tan secreto, pero sí muy especial para mí, no puedo creer que no hayas probado el chocolate —respondí, sin poder evitar notar lo cálido que se sentía hablar de algo tan personal.
— y yo no puedo creer que no hayas patinado antes.— me contratacó sonando dulce pero sarcástico a la vez lo cual me hizo soltar una risa suave. —pero suena perfecto, confío en ti —dijo, mientras ajustaba el ritmo de sus pasos para seguirme.
Caminamos juntos hasta la cafetería, una pequeña joya escondida entre edificios más modernos, con luces amarillentas que hacían que se viera como un refugio acogedor en medio de la noche fría. Al entrar, el cálido aroma a cacao y pasteles recién horneados nos envolvió de inmediato. Todo en ese lugar se sentía exactamente igual que cuando era pequeña, desde las mesas de madera gastadas hasta la campanilla que sonaba al abrir la puerta.
Nos sentamos en una de las mesas junto a la ventana, y sin pensarlo dos veces, pedí el clásico chocolate caliente. Hugh me siguió el juego, observando con una mezcla de curiosidad y diversión mientras me perdía en mis recuerdos.
—Así que este es tu refugio —comentó Hugh, mientras la mesera dejaba frente a nosotros dos tazas humeantes y llenas de crema batida en la parte superior. —Tiene ese aire nostálgico.
—Sí, no ha cambiado mucho desde la última vez que vine —admití, sintiendo cómo una parte de mí volvía a ese tiempo de niñez en el que todo parecía más simple.
Tomé un sorbo, el sabor cálido y dulce inundó mis sentidos, haciéndome cerrar los ojos por un segundo. Cuando los abrí, Hugh estaba mirándome con una sonrisa suave.
—¿Qué? —le pregunté, sintiendo que el rubor subía ligeramente por mis mejillas.
—Nada, solo... te ves bien cuando estás feliz —respondió con una sinceridad inesperada, y aunque su tono tenía esa actitud despreocupada, había algo más profundo detrás de sus palabras.
El momento se quedó suspendido, y aunque el chocolate caliente estaba ahí para distraerme, no pude evitar sentir cómo esa tensión entre nosotros, la que había estado presente durante meses, se hacía un poco más evidente.
Mientras tomaba otro sorbo de mi chocolate, observé de reojo cómo Hugh se llevaba la taza a los labios. Fue un segundo después, cuando la taza ya estaba en la mesa, que noté algo que me hizo sonreír.
—¿Qué pasa? —preguntó él, levantando una ceja al ver mi expresión.
—Nada, es solo que... —No pude evitar soltar una pequeña risa, inclinándome hacia él mientras le señalaba la parte superior de su labio. —Tienes un poco de crema... justo aquí —dije, haciendo un gesto alrededor de mi propio labio para que lo entendiera.
Hugh frunció el ceño, confuso al principio, y luego, al darse cuenta de lo que había pasado, se pasó la mano rápidamente por la boca.
—¿Ya? —preguntó, pero todavía quedaba un rastro blanco en su labio superior.
Negué con la cabeza, riéndome un poco más. —No, todavía no —dije, alargando la mano para señalarle el punto exacto.
Él me miró, mitad avergonzado y mitad divertido, antes de intentarlo de nuevo. —¿Y ahora?
Suspiré, divertida. —A ver... no, no, déjame —dije finalmente, acercándome y, con una leve sonrisa, pasé mi pulgar suavemente por la zona afectada, limpiando los restos de crema batida. La cercanía entre nosotros me hizo sentir un ligero cosquilleo en el estómago, pero me obligué a mantener la calma.
—Gracias, supongo que ahora sí me salvaste a mí del ridículo —bromeó él, con una sonrisa encantadora que me desarmó un poco.
—Es lo justo, ¿no? —respondí, recuperando mi mano con una risa suave.
El ambiente volvió a relajarse después de ese momento, pero la tensión no desaparecía del todo. Seguía ahí, flotando en el aire, en esos pequeños momentos en que nuestras miradas se cruzaban, en la forma en que nuestras conversaciones parecían deslizarse entre lo cómodo y lo cargado de significado.
Después de terminar nuestros chocolates y dejar algunas monedas sobre la mesa, nos levantamos y salimos de la cafetería. El aire nocturno estaba fresco, pero no incómodamente frío. Mientras caminábamos, nuestras manos continuaban balanceándose levemente a los lados, rozándose de vez en cuando, pero ninguno hacía el primer movimiento para entrelazarlas.
Conversamos sobre cosas triviales, historias del trabajo, alguna que otra broma, y de repente me di cuenta de que habíamos tomado un rumbo conocido. Levanté la vista y me sorprendí al ver que estábamos justo frente a mi edificio.
—Bueno... —dije, deteniéndome en la entrada de mi casa. —Parece que llegamos.
Hugh se detuvo también, levantando una ceja al ver dónde estábamos. —Vaya, el tiempo pasó rápido —dijo, metiendo las manos en los bolsillos y acercándose un paso más, pero sin invadir mi espacio personal. —No me di cuenta de que estábamos caminando hacia acá.
Solté una risa suave. —Sí, yo tampoco...
Nos quedamos en silencio por un momento, mirándonos bajo las luces de la calle. Sentía que había algo más que ninguno de los dos estaba diciendo, algo que flotaba en el aire entre nosotros, pero también algo que no queríamos apresurar.
—Bueno, entonces... —Hugh rompió el silencio, pero sus palabras parecían colgar en el aire sin una dirección clara.
—Sí, bueno... —me mordí el labio, sintiendo ese nerviosismo que solía ocultar tan bien a su alrededor, pero que ahora me parecía imposible de ignorar.
Nos quedamos así, de pie, casi riendo por lo incómodo y emocionante que se sentía el momento, como si ambos supiéramos que esa noche había sido diferente, pero ninguno supiera cómo terminarla.
Hugh rompió el silencio, mirándome directamente a los ojos con una leve sonrisa en los labios. —La verdad, la pasé muy bien esta noche... —Su tono era más bajo, casi susurrante. Entonces, agregó—: Y, por cierto... te ves muy linda esta noche.
Sentí cómo mi corazón dio un pequeño salto, y no pude evitar sonreír ante el comentario. Era esa manera suya, siempre lanzando algo sutil pero directo, dejándome en ese limbo de no saber si bromeaba o si hablaba en serio.
—¿Ah, sí? —respondí, levantando una ceja, intentando mantener la calma mientras me mordía ligeramente el labio. —Entonces, ¿al final sí era una cita?
Hugh soltó una risa suave y se acercó un poco más, aunque manteniendo las manos en sus bolsillos. —¿Qué crees tú? —preguntó, su mirada fija en la mía, dejando la pregunta flotando entre nosotros. La forma en que lo dijo, con esa mezcla de desafío y diversión, me hizo sentir un leve escalofrío.
—No sé Hugh... —respondí, juguetona, ladeando un poco la cabeza y encogiéndome de hombros. — Pues pensaba que no, como no lo habias dicho...
Hugh mantuvo su mirada en la mía, y su sonrisa se tornó más suave, casi cómplice. Dio un pequeño paso hacia mí, quedando lo suficientemente cerca como para que nuestras manos se rozaran. —Pues si... —dijo en voz baja, con esa seguridad suya—. Era una cita.
Su respuesta me tomó por sorpresa, y sentí mi respiración volverse un poco más pesada al notar lo cerca que estaba. Nuestras manos seguían rozándose sutilmente, como si la energía entre nosotros nos empujara a cruzar esa línea.
Sentí cómo el calor se extendía por mis mejillas. La sinceridad en su voz, el toque sutil de nuestras manos, todo contribuía a un momento cargado de algo más que palabras.
Hugh no dejó que el momento se desvaneciera. Lentamente, deslizó su mano hasta tomar la mía con firmeza, entrelazando nuestros dedos. Ese simple gesto hizo que mi corazón diera un vuelco. Sin decir nada más, me acercó un poco más hacia él, hasta que el espacio entre nosotros se desvaneció casi por completo.
—Te ves hermosa —repitió, su voz apenas un murmullo, pero lo suficientemente clara para que cada palabra calara profundo.
Mis ojos no se apartaron de los suyos, y aunque mi mente me gritaba que debía decir algo, hacer algo, simplemente me quedé ahí, sintiendo su mano cálida sobre la mía y cómo el mundo a nuestro alrededor parecía desvanecerse. Las luces de la calle, el sonido distante del tráfico, todo desapareció en ese instante.
Nuestros rostros estaban tan cerca que podía sentir su respiración, y mis propios pensamientos empezaron a volverse un caos. Pero en ese caos había algo cierto: no quería que ese momento terminara.
Hugh sostuvo mi mirada por unos segundos más antes de inclinarse lentamente hacia mí. Apenas me dio tiempo de procesar lo que estaba sucediendo cuando sus labios rozaron los míos en un suave y sutil beso. No fue intenso ni apremiante, fue delicado, como si estuviera explorando la idea de lo que podría ser. Mi corazón se aceleró, y aunque el beso duró apenas un suspiro, dejó una sensación cálida que se expandió en mi pecho.
Cuando se apartó solo lo suficiente para mirarme de nuevo, una sonrisa juguetona apareció en sus labios. —No quería que esta cita terminara sin algo memorable, ¿no crees?
Mi respiración se entrecortó un poco, todavía sintiendo el cosquilleo de sus labios sobre los míos, y antes de poder decir nada, él añadió con una mirada traviesa: —Aunque, si lo prefieres, podríamos hacer esto más seguido. Solo dime cuándo.
Me quedé un segundo en silencio, tratando de procesar sus palabras y lo que acababa de pasar. Todavía sentía el calor en mis labios, y aunque mi corazón estaba latiendo a mil por hora, intenté mantener la compostura.
—¿Y si te digo que no necesito pensarlo? —le respondí, con una pequeña sonrisa, tratando de igualar su tono juguetón. Sentí que el rubor en mis mejillas se hacia mas intenso, pero no me importaba. Estaba cómoda en la cercanía entre nosotros.
Hugh soltó una risa baja, complacido con mi respuesta. Se tomó un momento para mirarme de nuevo antes de finalmente dar un paso atrás. —Entonces, lo tomaremos como un sí.
Con una última sonrisa, se giró hacia la calle. —Nos vemos mañana —dijo, mientras retrocedía unos pasos más, sus manos en los bolsillos de su abrigo. —Descansa bien, linda.
Y con eso, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la dirección opuesta, dejándome ahí, aún procesando la suavidad del beso, el calor de su cercanía, y la promesa tácita de que esto no era solo un encuentro casual.
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namygoficial · 5 months ago
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Quiero contar que la semana pasada tomé la decisión de enmendar mis errores.
Hace 3 días hice ya las publicaciones en mis redes sociales principales disculpándome públicamente por todo lo que hice, eliminar el contenido indebido de mis cuentas y demás.
Inclusive fui a los chats privados de Mely Butterfly y demás afectados para pedirles disculpas en privado por lo que les causé. Obviamente no esperaba su perdón, pero solo quería dejar en claro que si me arrepiento y pedí perdón y lo seguiré pidiendo.
No sabia que hacer lo correcto desencadenaría muchas cosas horribles. Desde que trolls y criticos de internet empezarán a atacarme. Un acosador expusiera información que nunca di el consentimiento de publicar, hasta que la Mely misma atribuyera todo a "son multicuentas de Namy! Esa groomer no va a cambiar"
Sinceramente no tengo la más remota idea de lo que la estén acusando a ella en estos días y sus polémicas personales. Solo sé y por ahí me avisaron que alguien la estaba acosando y le estaba sacando información a ella, y ella rápidamente me echó la culpa a mi sin pruebas. Pero la verdad, es que, no porque gente tenga problemas con ella significa que siempre voy a ser yo con multicuentas.
Al final, ella no tiene una sola prueba de que sea yo o una multi mia, pero eso sí denota su pobre caso de rencor y odio en su corazón y su deseo de seguirme teniendo como centro de su mundo. Es triste y la verdad no tengo intenciones de ni siquiera meterme en sus problemas.
Que ella y esas personas se resuelvan entre ellos. A mi ya me cansa y me causa repugne la manera en que les encanta malintencionar y manipular todo lo que les sucede para siempre echarme la culpa.
Quiero tomar la recomendación de mi psicolgo donde él cree que mi siguiente paso es, dar mi salida de redes, al menos de las que no tengan que ver con mi trabajo, como Facebook, Twitter, youtube, etc. Y abandonar las demás. Es decir, las redes sociales ha no me sirven de nada para mejorar como persona, al contrario, solo me están estancando más.
Por ende, por aquí doy el comunicado de que por todo me retiraré de redes y borraré algunas de ellas. Solo debo hacer limpieza aun de contenido cuestionable en las redes sociales que vaya a dejar abandonadas y mi salida de internet será pronto.
Reitero que me gustaría de vez en cuando responder preguntas aquí en Tumblr, mientras no sean de Aus o contenido que ha no consumo. Así como, no voy a dejar mis redes de trabajo, como Discord ni DeviantArt.
Espero esto llegue a más gente y se difunda.
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lunearta · 4 months ago
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𝙉𝙊 𝙎𝙊𝙔 𝙔𝙊 (3) - FINAL
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» Temática: SKZ Han x Lectora (Uso de la segunda persona "tú") » Género: Angst con final feliz. » Warning: Hurt/Confort. Han es idiota y echa a perder su relación. Menciones a vestir mal. Inseguridades. Mención a la ansiedad. NO PROOFREAD. » Tipo: Mini serie. | 3.136 palabras
» Masterlist «
PARTE 1 | PARTE 2 | PARTE 3 - FINAL
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Lo primero que vio Han dos días después, en un día libre cargado de tensión casi le hace perder la cabeza. Primero de todo, porque no estuviste ni siquiera cuando se despertó esa mañana. Llevabas un mes esquivándolo a más no poder, yendo a dormir casa de “amigas”, o metiéndote en la cama cuando Jisung se encontraba ya en el séptimo cielo y por supuesto, al despertar no había ni rastro de ti. Los textos que os escribíais eran escuetos y puramente informativos.
Y Jisung sabía qué estaba ocurriendo.
Te estaba perdiendo.
El chico despegó la vista de la Nintendo Switch en cuanto escuchó la puerta abrirse, y tu risa y la de Chan llenaron el comedor.
— Sí, la dependienta no se lo creía, ¿se pensaba que lo quería para mí? ¿Es que parezco una chica? —iba diciendo Chan.
— No, pero vas con esa sudadera que te tapa y la mascarilla y a lo mejor por los ojos ha visto… —hiciste un gesto mono con la nariz al mismo tiempo que le señalabas la cara, y Han soltó una exclamación ahogada. Solo hacías eso con él. SOLO con él, cuando el cariño de sobrepasaba los sentimientos y tenías que demostrarlo de manera física con ese gesto adorable que derretía el corazón del rapero.
Pero ahora, viéndotelo hacérselo a otra persona que no era él… Fue como una puñalada en el corazón. El sonido llamó la atención de ambos. Un silencio incómodo se instauró en la estancia, al mismo tiempo que Han recorría con la vista vuestras manos, que portaban varias bolsas de diferentes tiendas, incluida la de un famoso Bubble Tea al que solías llevarlo. Vuestro Bubble Tea.
Se le agolparon las lágrimas en los ojos, pero no se derramaron sobre sus mejillas. No ahí. No les iba a dar el gusto de verlo destrozado. Soltó la Switch sobre el sofá y se sorbió la nariz, que empezaba a sentírsela congestionada.
— Así que… ¿Chan? —dijo, procurando que no le temblara la voz.
Lo que más le dolió fue ver que no lo negabas. El chico soltó una carcajada que nada tenía de divertida.
— Era de esperar. Debí imaginar que buscarías a alguien… —hizo un aspaviento con las manos, sin preocuparle parecer un loco—…menos tóxico que yo. Más hombre. Más grande.
— Hannie… —susurraste, insegura.
El apodo cariñoso se le clavó en lo más profundo de su ser como dagas envenenadas. Levantó las manos, en señal de derrota.
— Sé que lo que hice no puede deshacerse. Te traté como si fueras inferior a mí. No tuve tacto y fui egoísta, y esto es lo que merezco.
Diste un paso hacia adelante, y él un paso hacia el lado, buscando la salida inconscientemente.
— Espero que seas feliz con Chan. Es el mejor de nosotros. Te tratará bien. Sí, lo hará. —fingió una sonrisa que no le llegó a los ojos—. Pero no esperes que me quede aquí y vea cómo el amor de mi vida se va con otro. Necesitaré tiempo. Lo siento.
— Jisung. —lo llamó Chris, inquieto. Al pasar por su lado intentó agarrarlo del brazo, sin embargo, Han se sacudió de su agarre y lo miró con los ojos encendidos.
— Creía que eras mi amigo. —le espetó, enseñándole los dientes. Ahora sí que se permitió llorar, de rabia—. Confié en ti, te confié a mi chica cientos de veces… Y te la acabaste quedando. ¿Cuántas cosas más quieres de mí? Ya tienes mi música, mis versos… Y, claro está, a lo único que era capaz de subirme a la superficie cuando no podía levantarme. Siempre te lo quedas todo.
Porque a partir de ese momento, sentía que se ahogaría hasta tocar fondo, aunque intentara bracear con todas sus fuerzas. Ignoró la expresión dolida del líder al pasar por su lado y golpearle el hombro. La puerta se cerró con más suavidad de la que creísteis posible.
Chan se echó las manos a la cabeza y tú te sentaste en el respaldo del sofá, compungida. Estabas cansada, demasiado cansada para pasar por otra discusión. Miraste a Chris.
— Debería decírselo ya. Lo estoy… matando. —a falta de mejor definición.
Chan tenía las fosas nasales abiertas y un ceño fruncido que daba miedo. Se había tomado a lo personal las palabras de su amigo.
— No. —negó—. Es tarde para parar la “broma”. Ahora soy yo quien quiere que sigas con esto. Un poco más. Hasta mañana por la noche.
— Oye… Sabes que dice cosas que no siente en momentos de tensión, ¿verdad? —intentaste calmarlo—. Es como lo que me dijo a mí. En realidad, sé que no lo siente y se ha disculpado millones de veces. —te masajeaste el puente de la nariz, tratando de calmar el dolor incipiente de cabeza—. No obstante, esto creo que hará nuestra relación más sencilla.
— Si no la destruye para cuando se lo digas.
Tragaste saliva.
— Yo también creo que me he excedido en mi “broma”. —te encogiste de hombros—. Como bien dices, ya es tarde para arrepentirse. He tardado un mes entero en llegar adonde estoy. Quiero que sea una sorpresa.
Bangchan chasqueó la lengua. Respiró hondo antes de meter la mano en una de las bolsas y pasar el contenido de esta en otra.
— ¿Cómo se enteró Hyunjin antes que yo? Te lo tuve que sacar a la fuerza y casi a gritos. —parecía algo ofendido.
— Porque fue Hyunjin el que me ofreció esa oportunidad, y casi me delata aquel día en el comedor. Créeme, no se lo hubiera dicho el primero. Es tan cotilla como Changbin.
— Me sorprende que haya guardado el secreto.
— Está al tanto de la situación, y le parece una brillante idea hacer rabiar a Hannie. Según él para… “Hacerle probar de su propia medicina.”
Chan emitió una risita.
— Típico de Hyune. —su mirada se perdió en las bolsas—. Espero que lo de mañana funcione.
— Han nunca ha declinado una cena con Minho, ni cuando estaba en su punto más bajo. No lo hará por esto. Entretanto… ¿Me ayudas a llevar las bolsas a mi habitación?
Chris puso los ojos en blanco, pero accedió.
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¿” Espero que seas feliz con Chan”? Y. Una. Mierda.
No, no, no. Solo había pasado un mes desde que las cosas se empezaron a torcer. Era imposible que te hubieras enamorado de él en tan poco tiempo… Bueno, contando con que no lo estuvieras desde hace un año y medio. Se llevó la uña del dedo pulgar a la boca, mordiéndosela en un tic nervioso que llevaba consumiéndolo ya veinticuatro horas. Primero empezaron los movimientos involuntarios de los párpados, luego fueron los constantes cambios de ritmo en su corazón a causa de la ansiedad. Y hoy, esto.
Resopló, cansado, triste, roto. No supo por qué había accedido a quedar con Minho en uno de los restaurantes más caros de la ciudad —y el menos concurrido a ojos de curiosos—, pero lo cierto es que agradecía que fuera en Gangnam y no en el centro, donde habría tenido que ir en coche.
“Recuerda vestirte para la ocasión, nada de sudaderas y pantalones cortos. Es un día importante.”
Resopló una segunda vez. Bajando por la avenida principal con mascarilla, nadie se percataba de quién era, por suerte. Los pocos que se giraban lo hacían al ver a un hombre bien vestido y con la mejor colonia del mercado. Hasta había estrenado sus zapatos nuevos, aunque creía que el motivo era absurdo. ¿Qué tenía de significativo que a Dori se le hubiera caído por fin el último diente de leche que seguía pegado a su encía?
<<Menuda estupidez, Lee Minho. Si querías hacerte el importante, habérmelo dicho directamente. No es la primera vez que jugamos a ser esnobs.>>
Y no sería la última.
Cruzó el último paso de cebra que se extendía al lado del restaurante. La luz del interior reflejaba la oscuridad de la noche, y se alivió al ver que, en efecto, el local estaba casi vacío salvo por algunas parejas que aún seguían disfrutando de la velada. No veía a Minho por ningún lado, así que supuso que se había colocado en una de las mesas del fondo, lejos de miradas indiscretas en el sector privado.
¿Serían capaz algún día de sentarse frente a los ventanales sin peligro de ser descubiertos? ¿Podría hacer eso mismo contigo? Sacudió la cabeza por enésima vez esa noche. El problema de vuestra relación correspondía al Jisung de mañana. Convencería a Minho de hablar contigo y arreglar las cosas, sé que podría hacerlo si…
— Buenas noches. —dijo uno de los camareros—. ¿Tiene reserva?
— ¿Re-Reserva? Ah, sí. Lee Minho es el nombre.
El camarero miró la lista y negó con la cabeza.
— No hay ningún Lee Minho en la lista, señor. ¿Cómo se llama, por casualidad?
— Han Jisung.
El hombre volvió a poner la vista en la lista y sonrió.
— Ah, sí. La han puesto a su nombre. Sígame.
<<¿Minho ha puesto la reserva a mi nombre? ¿Por qué?>>
Pronto encontró la respuesta a su pregunta silenciosa.
Frente a él, sentada en la mesa en la que se suponía que debería estar su amigo, vestida con un exquisito vestido de satén rojo oscuroyuna copa de vino de Montes Taita de 2018 te encontrabas tú. Lo mirabas con esa sonrisa que lo embelesó desde el primer momento. Jisung pronunció tu nombre en un suspiro, inseguro de que estuvieras allí de verdad.
— Hannie. —contestó, y supo que sí que lo estabas.
Encontró la silla frente a la tuya, aunque tropezó y casi se lija la cara contra la pared. Al intentar recolocarse, el pantalón negro se le enganchó en una de las astillas de la pata de la mesa y un crujido le dijo que la tela estaba rasgada. Han emitió un grito ahogado ante la cantidad de cosas que podrían estar saliendo mal en ese instante y… estaban saliendo mal.
Sin embargo, el sonido de tus carcajadas opacó cualquier sentimiento de frustración que estuviera teniendo. Te estabas riendo, y no sonaba a burla.
— Echaba de menos lo divertido que eras. —dijiste con sinceridad.
<<Y yo tu risa.>>, pensó, pero no lo dijo. Por el contrario, se sentó bien y fijó la vista en el menú desplegado que tenía delante, serio. El camarero vino, tomó nota de lo que querían y se marchó con la misma rapidez. Ahora no había ninguna carta a la que mirar, pero sí un plato perfecto y redondo que le llamó la atención. ¿Iba a tener que pagar por una cena que no estaba seguro de que saliera bien?
Como si le leyeras el pensamiento, te inclinaste hacia adelante con ojos brillantes.
— Esta vez pago yo, por cierto. —le dijiste—. Podrías haberte pedido ese bulgogi que tanto te gusta.
— ¿Pagar… tú?
— Sí, yo. Puedo permitírmelo. Puedo permitirme muchas cosas que antes no. Si quisieras venir aquí una vez en semana, podríamos hacerlo, aunque sin tanto vestido elegante y tanta parafernalia.
Han se encogió más sobre sí mismo. ¿De qué estabas hablando?
— No tienes ningún motivo para invitarme a mí. —dijo, bajito, desviando la mirada—. Tienes a Chan.
Pusiste los ojos en blanco y soltaste un bufido exasperado.
— Sabía que sacabas conclusiones antes de saber la historia completa, pero que lo hicieras tan rápido. —te quitaste un mechón de pelo y le sonreíste—. No estoy con Chan. Solo me ayudó a encontrar el vestido adecuado para este día. Entre otras prendas de ropa, la verdad. I.N no podía quedar, que es el que sabe mucho acerca de moda, así que tu amigo se ofreció a hacerlo por él. ¿De verdad piensas que podría gustarme Chan?
Buen punto.
— ¿Por qué no? —replicó él, inflando los mofletes—. Es un tipo genial, con un sentido de la responsabilidad muy grande y nunca te… Nunca te haría sentir de menos… Como hice yo.
— Hannie… —le pusiste la mano en el dorso de la suya estirada sobre la mesa—. Amor mío, sí que es verdad que el primer día estuve un poco descolocada y los pensamientos negativos me inundaron la cabeza… Pero debo decirte que te perdoné en el instante en el que te disculpaste.
— Entonces… ¿por qué me ignorabas tanto? Los mensajes, las palabras secas…
— Porque a pesar de haberte perdonado, sabía que habías actuado como un idiota y quería castigarte un poco. Al principio pensé en una semana, y estuve a punto de romper el papel en varias ocasiones… Hasta que Hyunjin me pasó una llamada con su mánager personal.
Han inclinó la cabeza de lado, confuso.
— Me comentó que tenía un posible trabajo para mí en la empresa. —seguiste, después de beber un poco más de vino—. Ganaría el triple, un mes de prueba. Claro está, no podía desvincularme de mi antiguo trabajo tan rápido sin causar una mala impresión, así que les di quince días. Quince en los que combiné ambos trabajos. Fue duro, mas la recompensa ha valido la pena.
“El caso es… que no podía detenerme a explicártelo. Más bien, no quería. Deseaba sorprenderte antes de decírtelo, sin darme cuenta del daño que te estaba haciendo en el proceso. Chan me enfrentó hace unos días, pidiéndome explicaciones, y se lo tuve que contar.
— Os escuché. —comentó él. Le temblaba el labio inferior. Aún no podía ilusionarse, era muy pronto—. Ese día os oí hablar en la cocina. Planeabas dejarme. Dijiste: “Por ese motivo debería dejarlo ir cuanto antes.”
— ¿Qué? ¡No! —negaste efusivamente, tratando de recordar—. ¿Cuánto escuchaste? No, lo que dije fue que tendría que dejarte ir… Pero que no lo iba a hacer a menos que tú quisieras. Y estaba haciendo todo esto para poder estar a tu altura ni que fuera un poco. Ahora sé que, aunque de diferente forma, lo estoy.
Rebuscaste en el bolso y sacaste una tarjeta que Han recogió a duras penas con dedos temblorosos. En ella se leía “Staff”, tu nombre completo y…
— ¿Directora de márquetin? —leyó en voz alta, sorprendido.
— Directora de márquetin y relaciones internacionales. —completaste, orgullosa—. A partir de hoy soy la encargada de que la publicidad de vuestro grupo sea lo suficientemente buena como para llamar la atención del público, y también me encargaré de contactar con las empresas de todo el mundo para que anuncien vuestros tours en sus ciudades. No quería decírtelo hasta que el período de prueba se hubiera completado… Y esta mañana firmé el contrato indefinido. Trabajaré con vuestros mánagers, incluso.
Jisung dejó escapar el aire de sus pulmones y por primera vez en un mes, te miró a los ojos. Estabas preciosa. Quizá con un poco de ojeras, ya que combinar dos trabajos es difícil, pero hermosa igualmente. Tanto que sentía ganas de llorar.
— Si no fuera por mí, no tendrías que haber buscado otro… Te llamé vagabunda sin pensar… Dios, soy tan estúpido…
— Eh, Ji, mírame. —le agarraste la mano entre las tuyas—. No dejes que la ansiedad te carcoma. No lo hice por ti. Hubiera aceptado ese trabajo igualmente, cualquier día de cualquier mes. La diferencia es que se me ofreció en el mejor y peor momento. Y si no hubiera empezado la broma, te lo habría dicho en cuanto corté la llamada con el mánager de Hyunjin.
“Créeme cuando te digo que, aunque no hubiera conseguido pasar el período de prueba, habría vuelto a la normalidad contigo. Sé que no te importa cómo vista, ni qué haga con mi vida mientras siga luchando, como tú. Sé que nunca te ha importado nuestra diferencia salarial. Como sé que tampoco piensas que Chan se queda con “todo”.
Jisung echó la cabeza hacia atrás.
— Mierda… Chan. Tengo que…
— No, ahora no. Ahora tienes que comer esa deliciosa comida que viene por allí. —señalaste a lo lejos al camarero que traía una bandeja a rebosar—. Chris no te guarda rencor. Se molestó, sí, pero nada ha cambiado entre vosotros, estoy segura.
Jisung asintió, más tranquilo.
La cena transcurrió… ¿tímida? Le explicaste muchas de las cosas que hacías en la empresa, desde la corrección de diseños hasta las incontables llamadas y reuniones con los mánagers a fin de que los próximos conciertos pudieran transcurrir con normalidad. Te habías puesto en contacto con algunas compañías en Japón y habías asegurado buena publicidad para los próximos meses.
Han asistía a lo que decías lleno de admiración y respeto hacia ti. ¿Cómo podía estar ante una de las mujeres más capaces del planeta? ¿Qué tenía él que ofrecer? No es que no lo hubiera pensado antes, al conocerte, pero en ese instante era como una bofetada de realidad. Se pasaría la vida entera compensándote la falta.
Al salir después de pagar —no lo dejaste pese a insistir sin parar—, emprendisteis el camino de vuelta cogidos de la mano. Dios… habías echado tanto de menos su tacto…
— Siento mucho haberte hecho sufrir así, Hannie. —te disculpaste, ya cerca de la casa—. Tendría que habértelo contado.
Jisung sacudió la cabeza.
— Aunque sí que ha sido un infierno estar alejado de ti, me lo merecía. Solo… me alegro de poder estar contigo otra vez.
Entrelazó los dedos con los tuyos y los observó, encandilado. Luego se inclinó y te besó los nudillos con tanta ternura que un suspiro murió en tus labios. Había tanto dolor y alivio entremezclado en su expresión que te sobrevino una necesidad imperiosa de abrazarlo.
— Hannie… —tenías la garganta seca aun habiendo bebido—. Amar es poco comparado con lo que siento al estar contigo. Te quiero tanto que podría volverme loca, y este último mes ha sido también duro para mí. Lo siento—
Sentiste unos labios húmedos sobre los tuyos, y el cerebro dejó de pensar. El ritmo del beso fue lento y había tanto sentimiento en él que no sabías si las lágrimas eran tuyas o de Jisung. No había necesidad de que fuera intenso, simplemente… Os explorasteis como la primera vez en movimientos tranquilos, desordenados y torpes. Al separaros, ambos jadeabais con fuerza en busca de aire.
— Da igual lo que haya pasado. —susurró, su frente contra la tuya y los ojos cerrados—. Da igual. Estoy contigo, estamos juntos. Y voy a poder verte más seguido. —sonrió—. ¿Cómo es que no te he visto antes en la JYP?
— He hecho malabares para no coincidir contigo, créeme. —le aseguraste, divertida—. Pero sí, ya no importa. Dejemos las disculpas de lado.
— Será lo mejor.
— Te quiero. Muchísimo.
— Y yo a ti. —te abrazó con urgencia—. Te quiero. Te quiero tanto… No puedo parar de decirlo.
— Pues no lo hagas. —le acariciaste la mejilla y le miraste a los ojos cristalinos—. Dímelo cada día de nuestras vidas.
— Lo haré, si tú haces lo mismo. Y no más secretos entre nosotros.
— No más secretos —te reíste, besándolo una vez más
No los abría nunca más.
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© LUNEARTA, 2024. 𝘕𝘰 𝘦𝘴𝘵á 𝘱𝘦𝘳𝘮𝘪𝘵𝘪𝘥𝘢 𝘭𝘢 𝘤𝘰𝘱𝘪𝘢 𝘵𝘰𝘵𝘢𝘭 𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘤𝘪𝘢𝘭 𝘥𝘦 𝘤𝘶𝘢𝘭𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘢 𝘥𝘦 𝘮𝘪𝘴 𝘰𝘣𝘳𝘢𝘴 𝘦𝘯 𝘯𝘪𝘯𝘨𝘶𝘯𝘢 𝘱𝘭𝘢𝘵𝘢𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢.
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rs-relatos · 5 days ago
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Así nomás
Dicen que el trabajo en el rancho es noble. Lo que no te cuentan es lo fácil que te acostumbras a ciertas cosas.
Llegué en primavera, cuando el monte todavía estaba verde y olía a humedad. Don Ramón, un viejo de bigote tieso, me echó un ojo al bajarme de la troca.
—Aquí no hay tiempo pa’ huevones, plebe. ¿Traes ganas de jalar o nomás vienes a dar lástima?
No dije nada. Asentí y lo seguí de cerca. Me enseñó el corral, las cabras, y en un tono seco me soltó las tareas. Lo de siempre: ordeñar, limpiar, sacar a pastar. Era trabajo de sol a sol, pero pagaban puntual, así que no me quejé.
Al tercer día, mientras arreaba a las cabras al monte, me fijé en una que no se me apartaba. Marrón, flaca, con una oreja caída que parecía colgar de puro milagro. Me siguió todo el camino, mirándome como si esperara algo. “Pinche cabra rara”, pensé.
Ese mismo día, pasó lo que pasó. Estábamos en el monte, yo sentado bajo un mezquite, cuando escuché una voz.
—¿Qué haces?
Me sobresalté y busqué por todos lados. No había nadie. Luego volví a escucharla.
—¿Qué haces, pues?
Miré a la cabra que me miraba lela. Me reí, incrédulo.
—Ah, chinga. ¿Tú hablaste?
—¿Y qué crees? ¿Que es el mezquite?
Me quedé callado un rato, nomás viendo a Lila, que ahora sabía cómo se llamaba porque me lo dijo ella. No encontré qué responderle, así que me levanté y volví con las otras.
Los días siguientes fueron lo mismo. Lila empezó a hablarme cuando estábamos solos. No siempre cosas importantes. A veces nomás me decía que el pasto estaba seco o que una de las cabras se había vuelto más tonta.
—¿Por qué te quedas aquí? —me soltó una tarde.
—¿Y qué quieres que haga? Es chamba.
—Pos sí, pero no te gusta. Se te nota en la cara.
Le di la espalda, haciéndome el ocupado con el lazo. Con el tiempo, me fui acostumbrando. Sus preguntas eran como ruido de fondo, y cuando no hablaba, hasta me hacía falta en el silencio. Pero nunca le dije mucho. ¿Pa’ qué? Era una cabra.
Una tarde estaba afilando el cuchillo, sentado en una piedra junto al corral. El sonido del metal me relajaba, como si el ruido borrara cualquier pensamiento. Lila estaba cerca, viéndome con esa mirada que ya conocía.
—¿Es pa’ mí, verdad? —dijo de pronto.
—¿Qué cosa?
—El cuchillo.
Seguí afilando sin levantar la cara.
—¿Y qué si sí?
Ella se rio, pero fue una risa seca, sin gracia.
—Pensé que al menos me ibas a mentir.
Me levanté y guardé el cuchillo. Esa noche no habló más.
El día que le tocó, Don Ramón me lo dijo a primera hora de la mañana, mientras me echaba un cigarro.
—Hoy se va Lila. Ya no sirve pa’ nada.
La busqué entre las demás. No tuve que esforzarme; ahí estaba, parada como siempre, mirándome. La agarré del collar sin decir nada y la jalé hacia donde estaba el tronco.
—¿Así nomás? —dijo ella, caminando tranquila.
—¿Qué querías, una despedida o qué?
—Pues no estaría mal.
No contesté. Cuando la tumbé en el suelo, pateó un poco, pero no mucho. Me fijé en sus ojos. Tenían el mismo brillo de siempre, aunque ahora parecían llenos de algo que no podía nombrar. No era miedo. Tal vez enojo. Tal vez nada.
La carne quedó buena, y eso fue todo. Nadie dije mucho durante la cena. Me serví dos veces y comí como siempre, limpiándome las manos en los pantalones entre bocados. Por la noche, cuando regresé al corral, me senté un rato bajo el mezquite.
El aire traía el sonido de los grillos y el rumor de las cabras durmiendo. Por un momento, juré que escuché su voz.
—Así nomás, ¿verdad?
No dije nada. Me levanté y me fui a dormir. Mañana había que seguir trabajando.
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rosy030 · 6 days ago
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I Don´t Wanna Be Alone (Capítulo 5)
Selene tenía la visita de Noah aquel domingo por la mañana, como solía pasar, Bea le reclamaba por no haberle avisado que tendrían invitadas así que trataba de tener al menos algo que ofrecer para picar de último minuto.
El motivo de la visita era sencilla, quería un poco de orientación respecto a que trabajar porque parte de sus conocimientos estaban relacionados al de su prima, además que si le preguntaba al resto de su familia le daban vueltas y vueltas al punto en que sentía que no sabían que decirle.
— Lamento ofrecerte solo estas botanas, pronto estará el almuerzo —Dijo Bea dejando el plato en la mesa mientras la chica sonreía apenada.
— No me pidas perdón, vine sin avisar.
— Déjame ayudarte.
— Tienes visitas, platica y yo termino —Contestó la novia de la latina dando un piquito en sus labios para seguir con su quehacer.
— Imagino que quieres hablar sobre el trabajo.
— Sabes que si, me incomoda que siga dependiendo de mis papás.
— A ellos no les molesta, además que eres su hija consentida.
— Ni me lo recuerdes —Reía Noah recordando como convivían en su familia —. Mis hermanos me dicen que ahora no pueden meterse conmigo por ser niña y mi mamá me pregunta cuando le voy a presentar novio y que soy la hija que siempre quiso tener.
Selene pensaba en lo feliz que ahora era su prima, recordaba que antes era alguien muy inseguro, solitario, que trataba de sonreír para no preocupar a los demás, era muy parecida a Karin en eso, tal vez eso las hizo congeniar de nuevo tan rápido tras años de no verse o simplemente, extrañaban ver caras conocidas en momentos de incertidumbre para cada una sin que la otra lo supiera.
— Dejando ese tema ¿Qué has pensado? Marifer me ha preguntado si le vas a poder ayudar en su beauty shop.
— Me gustaría pero está algo lejos, creo que ocuparía comprarme una motocicleta para que me convenga.
— Pues si, además que es aprender a conducirla y de paso tener mucho cuidado por los riesgos de usar una motocicleta —Explicaba Selene a su prima que solo afirmaba.
— Y dudo que mi mamá me deje usar una, pensaba en un automóvil pero aún no sé conducir ni el coche de mi papá, me pongo nerviosa en cuanto me siento frente al volante y no sé si llegue a aprender.
— Vaya tu caso.
— ¿Y por qué no trabajas con nosotras? —Preguntó Bea quitándose el mandil para sentarse al lado de Selene —. A veces nos cargamos de trabajo y por como ha estado Karin, no me gustaría presionarla más, creo que estamos en condiciones para tener una asistente y que ellas se dediquen entero a la papelería, a mí me ayudaría mucho tener a alguien como Noah.
— Pues podríamos darle espacio, pero tampoco es como si le podamos pagar mucho.
— ¿Trabajaría con Karin?
La sonrisa de Noah la dejó en evidencia ante esas mujeres que soltaron una pequeña risa, no podían burlarse de eso, después de todo se trataba de la prima de Selene y de Karin, quien era como una hermana menor para ellas. Bea se recargó un poco en el hombro de su novia quien le echó una mirada con la que entendió el plan, pues parecía divertido y lindo jugar a las cupidos, les reavivaba esa alegría de cuando eran jóvenes.
— ¿Te gusta?
— Si, aunque no me paguen mucho me queda cerca de casa así puedo ir en bicicleta o caminando.
— Hablaba de Karin — Comentó la morena notando como su prima sonrió tiernamente.
— ¿Por qué lo preguntan?
— Es la misma cara que pone Ariadna cuando Luis llega por ella a la clínica.
— Que seas morena no significa que no note tu rubor —Habló Selene viendo como su prima echaba miradas a otro lado al soltar una risita de vergüenza.
— ¿Tanto se me nota?
— Se te notaba mucho en la fiesta.
— Hacen una linda pareja, hasta mi suegra nos preguntó si salían —Expresó Bea haciendo sonreír a Noah por el comentario.
— ¿En serio?
— Si, mi mamá nos lo preguntó por lo bien que se llevan y que salieron de la fiesta juntas.
La emoción de la joven hacia reír a la pareja, estaban contentas de que hubiera alguien que pudiera aliviar el corazón de su amiga y que mejor que Noah que se veía más que emocionada por las palabras que escuchaba de sus bocas.
— Saldremos entre semana, es verdad que quiero conocer más de la ciudad pero quería solo salir, ver que tan bien podemos llevarnos.
— Es una chica muy linda —Dijo Bea tomando un poco del jugo que sirvió en la mesa —. Nos causa gracia las cosas que de repente se le ocurren pero eso no quita que es muy dedicada al trabajo.
— Si, se nota, aunque deberían de decirle que se cuide, la vi muy pálida de la cara.
— Ha tenido sus días malos, pero se encuentra mejor.
— Si, algo así imaginé —Habló Noah mientras las mujeres se miraban entre si —. Algo le pasó ¿Verdad?
— Así es.
— Preferiría que me lo cuente ella, cuando tenga confianza.
— Es una buena decisión y de seguro te lo agradecerá, es mejor esperar a que tenga esa confianza —Habló la doctora al momento en que Selene se levantó del sofá.
— Esta platica merece una cerveza matutina ¿Quieres Noah?
— No soy de cerveza.
— Tenemos Caribe Cooler si lo prefieres.
Mientras Selene iba por las bebidas, Bea se le quedó mirando a Noah, le daba mucha curiosidad y alegría ese crush repentino que tenía esa chica y podía imaginarlas juntas, además que sabía que Karin era pansexual así que era abierta a toda clase de persona.
— Así que te gusta mucho Karin.
— Si, no sé, antes me parecía una chica interesante pero hablábamos un poco y volver a verla… Me parece una chica genial y su sonrisa tiene algo, como si con ella puedo ser yo misma sin miedo a que me diga algo o me mire raro.
— Así pasa, cuando me enamoré de tu prima no se me podía quitar una sonrisa de tonta.
— Aún la tienes —Dijo Selene dándole una botella a su novia y otra a su prima.
— ¿Creen que tenga oportunidad?
— La tienes, eres una chica muy linda y aceptó rápido salir contigo.
— No sé si lo considera una cita —Habló Noah mientras su prima sonreía y alzaba su lata.
— Lo es desde el momento en que saldrán ustedes dos a solas ¿O no?
— Solo ten paciencia, hazla pasar un buen rato y sabrá que realmente estás interesada en ella.
— ¿Haría bien si invito a Luis y su novia? Ya saben, para que se sienta más cómoda.
— No creo, el chiste es que ustedes hablen entre las dos y es mejor no llevar más gente —Contestó Bea viendo la emoción de esa chica —. Además que ellos están preocupados por ella y la harían sentirse algo cohibida o actuaría rara con tal de que estén tranquilos de que está bien.
— Sé tu misma y deja que se conozcan mejor, así como no pudiste conocerla años atrás.
— Gracias, eso haré.
Noah se sentía contenta y segura por el apoyo de su prima y su pareja, tal vez se estaba precipitando demasiado pero si había esa oportunidad de salir con Karin, no quería desaprovecharla, después de todo, era la primera vez que sentía su pecho latiendo así por alguien.
La pareja se quedó a solas cuando Noah se retiró, ambas estaban recostadas en el sofá, estando Bea sobre Selene que le acariciaba el cabello, disfrutando de esa calma y la comodidad de su hogar. Ambas sentían un alivio por ambas jóvenes y no sabían como expresarlo, solo lo sentían, como si Noah fuese un bálsamo que le vino perfecto a Karin cuando más lo necesitaba.
— ¿Realmente crees que Noah tiene oportunidad con Karin? Digo, su ex, ya sabes.
— Que la ex-novia de Karin fuese tan guapa y una modelo no significa que mi prima sea menos bonita ¿O si? —Preguntó Selene viendo que su novia lo negó con la cabeza.
— No quise decir eso.
— Bromeo, sé a que te refieres, pero sé que les irá bien, ve que Karin aceptó rápido salir con ella, le viene bien distraerse y a Noah tener alguien de su edad y que le interese para sentirse más cómoda en la ciudad.
— Ojalá que lleguen a algo, Karin merece estar feliz, mira que ella vino a esta ciudad por esa chica y que le hiciera eso… Es una perra.
— No sabemos que le pasaba a April por su cabeza y sabes que no me gusta juzgar a la gente sin conocer todas las versiones de la historia—Habló la morena mientras Bea suspiraba al calmar su pequeño enojo.
— Aún así, no fue justo lo que hizo.
— Solo ella sabe por qué lo hizo, pero lo que nos importa es que Karin se ponga mejor ¿O no? Más que nuestra asistente, es nuestra amiga.
Ambas sonrieron levemente antes de dejarse llevar por el sueño y dormirse, deseando lo mejor para esas dos jóvenes que el destino o el azar las llevó a reencontrarse.
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nevenkebla · 9 months ago
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Tanto a favor
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Amazing Spider-Man #252 Tom DeFalco, Roger Stern, Ron Frenz
— Spider-Man: ¡Parece que ahí abajo hay problemas! — Justin: ¡Cállate, Weezie! ¡Te lo advierto! — Weezie: ¡No! ¡Me mentiste, Justin! ¡Me hiciste una promesa y me mentiste! — Justin: ¡Se acabó! ¡Si no cierras la boca, te la cierro yo! — Spider-Man: ¡Frena, campeón! ¿Es que tu madre no te enseñó que los caballeros no pegan a las damas? ¿Qué hacéis aquí tan tarde? ¿Y por qué estabais discutiendo? — Weezie: ¡Es, hum, culpa de Justin! — Justin: ¡No lo es! — Weezie: ¡Sí! ¡Prometió llevarme a un concierto esta noche, pero se echó atrás en el último momento! — Spider-Man: ¿Nada más? ¿Estáis peleando por una cita? — Weezie: ¡Quería ir a ese concierto! ¡Era mi grupo favorito, Brunt Toast! — Justin: ¡No es culpa mía que no pudiera conseguir entradas! ¡Además, son unos cutres! — Spider-Man: ¡Basta! ¡Respirad, chicos! ¡Os estáis comportando como idiotas! ¡Es estúpido discutir cuando tenéis tanto a favor!
— Justin: ¿Ah, sí? ¿Como qué? ¡Echa un vistazo a este barrio, amigo! ¡Weezie y yo vivimos aquí, y da asco! ¡No tenemos nada a favor! — Spider-Man: ¡Te equivocas, Justin! ¡Del todo! ¡Hay muchos sitios peores que este barrio… y este planeta! Normalmente, suelo discutir con los puños… ¡Pero con vosotros voy a probar otra táctica! — Weezie: ¡Eh! ¿Qué estás haciendo? — Spider-Man: ¡Os llevo de paseo! Agarraos fuerte, porque… ¡Es hora de columpiarse! — Justin: ¡Ay! ¡Creo que voy a vomitar! — Weezie: ¡No te atrevas, Justin! ¡Eh, amigo! ¡¿Estás loco?! — Spider-Man: ¡Tal vez! Pronto lo veremos…
— Weezie: ¿Por qué nos has traído aquí? — Spider-Man: Quería que vierais a vista de pájaro esta ciudad… ¡Vuestra ciudad! ¡Sentid el frío aire nocturno! ¿No os hace alegraros de estar vivos? — Justin: C-claro, si tú lo dices. ¿P-podemos irnos a casa? — Weezie: ¡Aún, no, Justin! ¡Las vistas me molan! — Spider-Man: ¡Bien! No me van los discursos… así que dejaré que la ciudad hable por sí misma… ¡Eh, sé que la ciudad no es perfecta! Tiene sus cosillas… pero también tiene mucha belleza. ¡La ciudad es como cualquiera criatura viviente! ¡Tiene potencial para un bien increíble… o para un mal horrible! ¡Forma parte de vosotros, os deis cuenta o no! Siempre la llevaréis con vosotros… ¡A donde quiera que vayáis! ¡Eso es lo que tenéis a favor! ¡Es mucho más de lo que creéis!
— Weezie: ¡Gracias por el viaje, amigo! Sé que a Justin no le ha gustado… ¡Pero yo me he divertido! — Spider-Man: ¡Y yo! — Weezie: ¿Sabes una cosa? Eres majo… ¡Aunque raro! — Spider-Man: ¡Supongo que sí! Más raro que algunos… ¡Pero menos que otros! — Weezie: ¡Entonces no quiero conocer a los otros! — Spider-Man: Ni yo… ¡Pero no tuve elección! ¡Adiós, Weezie! ¡Qué tengas una buena vida! ¡Tío! ¡No sé si eso les ha sentado mejor a ellos o a mí! ¡Pero me siento mejor que antes! Nueva York, sabes cómo sacar lo mejor de… ¡TU AMISTOSO VECINO SPIDER-MAN!
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byaguscortes · 19 days ago
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Capítulo 5 — Las reglas de la Casa
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Lars entró a una sala, por llamarla así. Era más bien un espacio cavernoso ubicado en los sótanos del edificio. Eso le daba igual al chico, que se sentía feliz de haber conseguido un puesto en la Casa. El espacio estaba iluminado por bombillas desnudas que colgaban del techo. Las sombras se acumulaban en los rincones, dando la impresión de que la oscuridad estaba viva. Los trabajadores, con sus uniformes grises manchados, se movían como fantasmas entre las mesas y estanterías repletas de herramientas oxidadas. Qué más daba, pensó Lars, lo había logrado. 
Llegó cuando algunos estaban comiendo, en una gran mesa. El grupo estaba constituido, en su mayor parte, por gente de mediana edad de rostros como tallados con un cuchillo. Caras con personalidad. A Lars no le costaba nada comprender que eran personas que, como él mismo, habían renunciado a puestos mejor pagados por alguna razón. Y esa razón, importante, claro está, e incluso con casi toda seguridad una razón vital, gravitaba alrededor de cada uno de ellos, dando a esa gente un halo de misterio poco común.
—¿Svante? —preguntó a uno. Era el nombre que le habían dado arriba como su responsable, al que se tenía que presentar. La persona a la que preguntó movió la cabeza en una dirección, indicándole, sin dejar de masticar su comida. 
Señalaba a un trabajador bastante anciano pero, por su aspecto, todavía lo bastante vigoroso como para dedicarse a ese tipo de trabajo tan exigente físicamente. Destacaba en este entorno. A pesar de su edad, sus ojos brillaban con una vivacidad que despuntaba. Su cabello, blanco y desordenado, formaba un halo luminoso alrededor de su cabeza, como si fuera inmune a la oscuridad circundante.
—¿Svante? —repitió. 
El viejo lo miró, valorándolo, y levantó la mano para indicarle que se acercara. Dijo algo al que estaba a su lado que Lars no oyó, pero la respuesta del otro, sí. 
—¿Una visita especial con el nuevo? Mira a ver que no te vuelvas a meter en líos, hombre —le dijo. 
Lars se presentó al momento y Svante le hizo un par de preguntas banales.
—Pues empezamos. Me acompañas a un trabajo y así comienzas a aprender cosas. Deja todo, no hace falta que lleves nada.  
Se acercó a un armario con varias herramientas dispuestas de forma rigurosa y ordenada. 
—Coge esa maza. Y… una pregunta: ¿no llevas venda? —Lars negó con la cabeza, un poco harto—. No importa. A veces, es útil llevarla. De acuerdo, sígueme. Yo camino rápido, no te quedes atrás. El orientarse en la Casa puede ser algo complicado. Por alguna razón, a veces olvidamos sus dimensiones y nos confiamos. El resultado si no te orientas con minuciosidad es acabar muy lejos de tu destino, donde no querrías.
Salieron del cuarto y atravesaron un par de pasillos. La maza pesaba bastante y hacía que para Lars la marcha fuera un poco penosa. Accedieron a unas escaleras por las que subieron varios pisos hasta detenerse en un rellano. Svante parecía estar pensando en algo y le dijo de pronto:
—¿Por qué estás aquí?
—¿Cómo que por qué? Necesito el trabajo, necesito el dinero.
—Si necesitases el dinero, no estarías aquí, muchacho. Estarías en las plantas superiores, caminando con una venda por los pasillos —dijo mientras reía.
—Pues eso no va conmigo.
—Pues tendrás que explicarte mejor.
Svante esperaba una aclaración o que se extendiese un poco más en la respuesta, aunque Lars no hizo esfuerzo alguno para ello. Eso le molestó.
Puso la mano en el picaporte de la puerta y se giró hacia el chico:
—No creo que por aquí nadie nos pueda ver, pero si alguien te dice algo por no llevar venda, echa a correr. Nadie nos conoce, así que si te escapas, es posible que no haya reprimendas y puedas continuar con tu trabajo aquí.
Lars no entendía. ¿Qué iban a hacer?
—Vamos a pasar por el lugar más transitado y menos visto de la Casa. Es un espectáculo que pocos ven, porque verlo implica un despido inmediato. ¿Tú te atreves?
Antes de que Lars pudiese decir nada más, Svante le echó una mirada torva, abrió la puerta y cruzó al otro lado.
Se encontraron entonces en medio de un amplísimo pasillo, un cañón de mármol blanco que se extendía más allá de donde alcanzaba la vista. El espacio estaba abarrotado de cuerpos en movimiento, una marea humana que ondulaba como un organismo vivo. La mayoría no llevaba venda, pero sus miradas denotaban la imposibilidad de ver: eran ciegos. Caminaban guiándose por sus manos, que acariciaban las muros en busca de orientación, cosa que lograban gracias a toda clase de textos escritos en braille que se encontraban por todas partes en las paredes, si bien, al ser estas de un ininterrumpido blanco, eran difíciles de apreciar para la vista.
Toda esa gente abarrotaba el espacio junto a las paredes dejando libre la zona central del pasillo, que aparecía despejada. Lars y Svante estaban parados de pie en esa parte precisamente; eran los únicos allí y destacaban como una anomalía. Lars miró para ambos lados; el pasillo se extendía hasta donde alcanzaba la vista.
—Es la hora de la cena —aclaró Svante.
Lars estaba fascinado por el espectáculo. Había una actividad febril, como de colmena. Vio ese aluvión de personas de todo tipo y condición, todas ellas ciegas. Y sus manos. Sus manos flotando por la pared mientras caminaban. Las manos como un río que iba encontrando el camino a lo largo de las paredes. Haciendo ondulaciones, pequeños rizos; avanzando siempre. La visión mareaba y, finalmente, solo veías esas corrientes de manos, ese universo de manos que avanzaban sin destino y sin tregua, como una estampida de pequeños animales, libres al fin de algún yugo ancestral.
Sintió un tirón en la ropa y vio cómo Svante abría una puerta y entraba a otro cuarto. Era una sala de herramientas, pero también contenía una escalera que el viejo usó para subir a otro piso. Se movía con una habilidad envidiable. Svante estaba cada vez más alerta. Lars sudaba porque portaba el enorme martillo.
El viaje a través de los pisos superiores fue una experiencia surrealista. Los pasillos, de un blanco cegador, estaban llenos de huéspedes ciegos que se movían como una corriente constante. Sus manos, pálidas y de dedos largos, se deslizaban por las paredes dejando rastros invisibles. ¿Cómo era posible que hubiese tantos?
Al cabo de subir un par de pisos más, Svante hizo algo extraño: se puso la venda sobre los ojos. Se giró a Lars y le dijo:
—Sígueme. Si te llaman la atención, corre. Hacia cualquier dirección. Recuerda: si huyes, hazlo bajando siempre.
Entonces comenzó a moverse a toda velocidad por los pasillos como el resto de los transeúntes. Ponía la mano en la pared y caminaba con la palma pegada a ella, descifrando inscripciones o indicaciones que, al parecer, encontraba en el muro. Lars lo seguía, pero no podía dejar de mirar el extraño espectáculo que resultaba de todo aquello. Svante empezó a correr de pronto.
Lars tenía enormes dificultades para seguirlo, y el otro no miraba atrás. No parecía preocuparle si se perdía. De hecho, a los pocos minutos, el chico comenzó a pensar que buscaba precisamente eso: dejarlo tirado.
Tras unos minutos de esa carrera que se había convertido en persecución, llegó hasta la puerta que Svante había cruzado apenas algunos segundos antes, la abrió y entró. Lars se encontró en ese pequeño cuarto sin aliento. En él había otras tres personas con su misma ropa de empleado. Eran robustas y de rostros agresivos.
—Pero ¡qué ha pasado, hombre! —gritó Lars a Svante.
El otro respiraba pesadamente y lo miraba con frialdad.
—Si yo te pregunto, tú me contestas.
Hizo un leve gesto con la cabeza y las tres personas inmovilizaron a Lars con rapidez. Una le rodeó el cuello con un brazo y las otras dos le sujetaban los brazos. Esto volvió loco al chico, que se removió violentamente pero no pudo soltarse. Svante le dio un puñetazo que lo dejó sin aliento. 
—¿Qué puñetero problema tienes con la venda? —espetó Svante.
—No me gusta —siseó Lars, que todavía luchaba por respirar con regularidad.
—Ni a mí madrugar. Pero aquí estoy.
—¡Soltadme!
Volvió a forcejear.
—¿Y eso que eres amiguito del Maestro?
—¡No es cierto! ¿Qué estás diciendo?
—¿Eres su espía?
Siguieron forcejeando mientras Svante volvía a preguntarlo un par de veces. Pero Lars no escuchaba porque luchaba por liberar uno de sus brazos. Solo necesitaba eso y podría tumbar a aquellos memos.
Svante iba a preguntarle una última vez cuando lo paralizó un grito terrible. Lars había girado la cabeza a la derecha y se había encontrado con que el tipo que lo sujetaba por detrás había inclinado la suya de forma que su oreja estaba a su alcance. No había dudado y le había dado un terrible mordisco con todas sus fuerzas. El otro aulló de dolor y lo soltó, llevándose las manos a la oreja herida, que comenzó a sangrar profusamente.
Los otros dos que sujetaban sus brazos dudaron durante un instante. Uno de ellos más de la cuenta. Lars dio un tirón con su brazo derecho y lo liberó también. Sin perder un segundo, continuó la trayectoria del movimiento, su mano convertida en una garra. Sus dos dedos, como lanzas de carne y hueso, se dirigieron con precisión hacia los ojos del que aún lo sujetaba. El impacto provocó un estallido de dolor. 
Dio un puñetazo al tercero, pero no consiguió tumbarlo y este le devolvió el golpe. Lars sacudió un poco la cabeza para despejarse y enseguida se abalanzó sobre él. Le asestó un cabezazo en el puente de la nariz que lo dejó finalmente inconsciente.
Lars tenía el rostro ensangrentado. Presentaba un aspecto lastimoso, el de haber perdido la pelea, pero no era así. Sabía que a veces pasaba. Cuando levantó la cabeza, comprobó que Svante lo miraba atónito. Se quedaron inmóviles un segundo hasta que el hombre se giró y salió del cuarto. Lars lo siguió al otro lado.
Continuaron la persecución por un pasillo y hasta el piso superior, que estaba vacío. Nadie caminaba por él. Lars alcanzó a Svante lo suficiente como para darle un empujón que le hizo desequilibrarse. El chico lo sostuvo para que no cayese a plomo y ambos se derrumbaron por el suelo.
—¡Estáis locos! ¡Estáis todos locos por aquí! —gritó Lars.
—Creo que estamos en la zona de los Justos. Eso no es bueno.
—¿Cómo?
Se quedaron jadeando durante un minuto. Svante estaba escuchando algo, muy tenso.
—¡No podemos quedarnos aquí!
Se levantaron con dificultad y avanzaron por el pasillo hasta una puerta. Svante no parecía seguro, pero la abrió y entraron. Una sala de trastos para el servicio con escalera para acceder. Estarían a salvo.
Se sentaron a recuperarse. Sus respiraciones se fueron serenando hasta que llegaron a un ritmo normal.
—Estáis todos locos por aquí —repitió Lars.
—Me tienes que contestar, no te queda otra.
Lars le contó la historia de cómo había conocido al Maestro y su despido de la tienda de Gustav. Cómo lo había encontrado de casualidad y la forma tan extraña de dirigirse a él que había tenido en sus primeras horas en la Casa. Durante ese rato, Svante lo miraba con intensidad. A veces escéptico y a veces divertido. Al final, cerró los ojos y estuvo un rato así, como reflexionando. Cuando los abrió, su mirada era seria.
—Lo cabreaste mucho al hablarle de esa forma. Probablemente, el despido le supo a poco como castigo. Cuando supo que estabas en la Casa, pensó que podía acabar la faena. Al tratarte así, se encargó de marcarte para que pudiese ocurrir algo como lo que ha pasado.
—¿Hablas en serio? Parecía muy amistoso.
—Si no tienes poder, no lo va a ser contigo de ninguna manera… —y luego añadió—: No sé si esto ha acabado, tengo que serte sincero. Quizá tengas más problemas.
Lars calló. Se sentía frustrado: nada era lo que parecía ser, y todo tenía un doble sentido que hacía que las personas y las situaciones resultasen imposibles de valorar.
Svante le lanzó su venda.
—Límpiate la sangre, chaval. Estás horrible.
Intentó adecentarse la cara, pero la sangre ya estaba seca y no hubo mucho que hacer.
—Es por mi padre —comentó de repente Lars.
—¿Perdona?
—Lo de la venda, es por mi padre.
—¿Cómo es eso? 
—Mi padre trabajó aquí —explicó—, también la odiaba. Pero se la ponía, aunque decía que no era cierto que los débiles buscan debilitar a los fuertes por rencor y deseo de dominio, como dicen a veces. No, los fuertes buscan debilitar a los ya de por sí débiles, y así su dominio resulta incontestable. 
Svante lo escuchaba con atención.
—Era pintor. Tuvo que renunciar a la vista por el capricho de un loco. Yo no quiero que eso me pase… No voy a renunciar a ver por trabajar para un demente.
—Yo puedo respetar eso. No creo que seas un espía, ¿sabes? Por si esto te tranquiliza.
Volvieron a un paso apresurado pero no corriendo, Svante se encargaba de que fuese así. A Lars la caminata le pareció más larga y no paraba de mirar a todos lados, esperando un elemento de alerta.
Finalmente, llegaron al cuarto de donde habían partido hacía siglos, según le parecía al chico. Svante se desplomó en un banco mientras se secaba el sudor con la venda.
—El primer día en la Casa es algo que habitualmente no se olvida. Provoca una impresión duradera y de por vida. Bienvenido —le dijo el hombre sonriendo con sorna—. Veremos cómo te va en los trabajos duros. Quizá cambies de opinión sobre la venda cuando estés cansado, hambriento y cubierto de polvo —añadió con una sonrisa cruel—. A ver cuánto duras, chico. Ahora, vete a descansar.
En ese momento, Lars no sabía si había conseguido un amigo o un nuevo enemigo.
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zekall0 · 22 days ago
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"No me gusta el ambiente, pero necesitamos descansar." @emiliaqntana @vetcass
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Zeke asintió lentamente, con los ojos recorriendo cada rincón del lugar. Sus hombros estaban tensos, como si esperara que algo saltara de las sombras en cualquier momento. —No eres la única —murmuró, sin dejar de observar las puertas y ventanas—. Tranquilo nunca significa seguro. Pasó una mano por su barba, pensativo, y luego soltó un suspiro pesado. —Pero sí, el cuerpo no aguanta sin descanso. —Su mirada se endureció un poco—. Solo que uno de nosotros debería quedarse despierto. He visto lugares menos sospechosos que resultaron ser trampas. Su tono era serio, sin dramatismo, solo una advertencia nacida de la experiencia. Se cruzó de brazos y echó una última mirada al lugar. —Si vamos a quedarnos, que sea con un ojo abierto.
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annbourbon · 1 month ago
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Catorce
"Ciertamente. Lo entiendo." Dije. "Está bien Jenny, te espero mañana."
Tras contestar mi celular con más alegría de la que sentía, colgué con tranquilidad. No había visto a Henry en varios días. En realidad no es que estuviera pensando en él. O evitándolo. Sencillamente tenía muchas cosas que hacer. Entre ellas acabar con mi misión de juntar a tres parejas. Corrección, dos. Recientemente había ganado una nueva horquilla de plata. Suspiré desalentada. Si tenía que ser sincera con alguien, tenía que ser conmigo al menos. Y sí lo hacía. Evitarlo, me refiero. Pero él era insistente. Por Zeus, vaya que lo era. Y lo extraño era, que él mismo me había echado. A pesar de que había intentado ocultar mis sentimientos. Yo esperaba realmente que él no se hubiera dado cuenta de ello. Sabía que probablemente él no era tonto, y se había dado cuenta. Pero esperaba que no.
Nosotros, de cualquier modo, no seríamos nunca más amigos. Yo tenía que aceptar eso. E irme. Irme lejos. Al Olimpo.
"Aquí está tu café Ally." Dijo Althea. Suspiré.
"Gracias."
"¿Estás bien? No has sido tú misma últimamente." Dijo ella mientras yo la ignoraba.
"Estoy bien. Gracias." Dije de forma automática.
"Henry estuvo aquí." Dijo Althea mirando por la ventana de mi propio cuarto. La miré disgustada. "No he preguntado. Pero, por tu actitud, asumo que se besaron, luego discutieron." Dijo haciéndome reír por primera vez en días.
"No en realidad." Dije con cautela. "Pero, es mejor así Althea. Yo... duele. Tengo... tengo que admitir que siento más por él de lo que probablemente sentía cuando llegué. Y aún así me iré. No he cambiado de opinión."
Althea volteó a verme con tristeza.
"Lo sé." Dijo mordiéndose el labio, un mal habito que seguramente había cogido de mí. "Pero... pensé... pienso que Henry podría saberlo al menos."
Negué rápidamente con la cabeza al tiempo que se me escapaban varias lágrimas.
"No debe saberlo. No puede." Dije tensa.
"Normalmente... eres feliz." Dijo ella mirándome. Sonreí triste. Althea se aproximó escudriñándome. "Pero no eres feliz ahora. ¿Ocurrió algo entre tú y Henry?"
Alcé la mirada.
"No. No, nada." Dije colocando una sonrisa falsa. "Estoy ocupada pensando en todo el resto de cosas que ocurrirán durante mis últimos meses aquí. Es todo. Tengo una boda más que planear. Jenny ha llamado. Y... necesito otra pareja."
"¿Qué ocurre con Henry?" Dijo ella persistente.
"Quiero... quería emparejarlo. Sí, se lo que dirás. Ya lo intenté con Rebekkah y no funcionó. Pero... creo que está demasiado triste por lo de su boda fallida. Así que no me queda suficiente tiempo para hacerlo. Lo haré desde el Olimpo." Gruñí.
"Si tú lo dices..." Dijo ella encogiéndose de hombros. "Es difícil cuando se trata de tus propios sentimientos ¿No? Ahora que estás aquí, no es lo mismo que cuando estabas allá." Gruñó ella. Sonreí.
"No lo amo." Mentí. Sin saber por qué. Althea sabía que yo lo hacía. Sin embargo... "Tuve... una pequeña visión hace unos meses. Sobre Henry, casándose. Esta vez, si lo lograba. Lo sé."
"¡Y no me dijiste nada!" Dijo enfurruñada Althea. Me eché a reír.
"Porque aún no sé con quién emparejarlo." Dije mirándola con intención. Ella se estremeció.
"Diosa. No. " Dijo Althea molesta. Y me enfrentó. "Escúchame bien, si quieres emparejarlo, no será conmigo. Puede ser mi primo lejano, pero no me casaré con él. Y, buena suerte en tu búsqueda de parejas. Te falta una más, pero no cuentes conmigo."
La miré perpleja.
"¿Qué?" Dije sin pensar. "Pero yo vi..."
Althea se echó a reír. "Lo que viste es obvio. Hubo un tiempo en que salíamos juntos. No pienses mal, lo hacíamos porque estábamos solos, nada más. No hubo nada de por medio. A mí, por cierto, me gusta Robin."
¿Robin?
Sonreí.
"Entonces, Robin será." Dije mirándola de nuevo de forma que la hizo estremecerse.
"Oh no..." Dijo quejándose. Entonces me di cuenta de que probablemente con Jenny y Althea ya tendría mis parejas hechas.
"¿Te casarías con Robin?" Le pregunté. Althea se sonrojó.
"Yo... Ally, me casaría con Robin. Solo si él me lo preguntara. Pero..." Dijo mirándome seria.
"¿Pero?" Presioné.
"No quiero ser una de tus parejas. No quiero ser usada de ese modo." Admitió después de un rato mirando hacia la ventana, por donde seguramente Henry había estado. "No puedo. Perdona. Así que aún te falta otra pareja."
La miré con molestia.
"¿Cuál es tu problema?" Dije con cierta ira. "No pienso quedarme ya te lo dije. Y, sé que crees que lanzándome a los brazos de tu primo vas a conseguir que me quede, pero no es así. Por si no lo sabías, o si es que él no te lo ha contado, está aún perdidamente enamorado de Rebekkah. Tanto que desea protegerla. Él y Nik no hablan de otra cosa más que de ella. Y, yo no estoy interesada en salir con humanos mediocres."
Althea me miró con lágrimas en los ojos. Pero continué. En el fondo, una parte de mi sentía placer de hacerme daño al tiempo que a ella. Al tiempo que a los demás. Mi exilio no solo había sido por no amar a la humanidad. Ni siquiera por odiarla. Yo, después de todo no era la única odiándola. Había otros. Muchos otros que la odiaban también, que conspiraban contra ella incluso. La única diferencia era que ellos ocultaban su desprecio de cara al público. Y yo había odiado a humanos y dioses por aquella hipocresía... entre aquella humillación que había orquestado y mis tendencias torturar a los demás junto con las que tenía para dañarme a mi misma y el hecho de que estas iban tan en aumento, solo habían encontrado aquel modo de detenerme. La gota que derramó el vaso fue al interferir con en uno de los planes que Eros, mi abuelo, tenía con respecto a una pareja. Había acabado por separarlos y los había hecho profundamente infelices. Pero... en aquel momento, yo pensaba que tenía razón. Efímero. Eso era lo que más me molestaba. La facilidad con la que los humanos decían te amo, y la facilidad con que lo olvidaban. El problema era... que la mayor parte del tiempo, dañaba gracias a las palabras y emociones. No a los poderes. Pero todo eso no había importado. De modo que burlándome y despreciando públicamente a todos, había acabado aquí, en la Tierra, intentando reparar el daño.
"Odio a los humanos. Son insignificantes. Estúpidos y efímeros. Ninguno de ustedes es capaz de ver la realidad. O de controlar sus propios sentimientos." Sonreí con crueldad.
"Mira quien lo dice, amas a Henry y te vas huyendo de aquí." Dijo Althea con molestia. La miré enojada.
"Solo hay una razón por la que me voy, y no es por Henry. Yo no pertenezco aquí." Gruñí intentando que mis lágrimas no salieran a borbotones. "Mi familia y mi hogar están allá."
"¡Y te amaban tanto que te echaron!" Me gritó Althea al tiempo que salía de la habitación perturbada mientras mi corazón se rompía en pedazos. Y solo entonces, me permití llorar. Llorar hasta quedar vacía. Sus palabras me habían dejado llena de dudas. ¿Y si Henry tenía a Rebekkah? ¿Y si Robin y Althea estaban juntos? ¿Y si...?
Si no volvía al Olimpo tendría que ser humana. Pero el precio por no lograrlo sería olvidar todo. Antes, me había parecido aterrador. Injusto. Ahora no me lo parecía tanto. Después de todo, el Olimpo, mi casa, me había echado. Con lágrimas en los ojos fui hasta la ventana donde minutos atrás estaba Althea. Podía abandonar. Podía. ¿Pero realmente eso era lo que quería? Además, si así fuera, no iba a cumplir mi promesa con Henry. Yo aún podría solucionar las cosas desde el Olimpo. Aunque no me quisieran allá. Siendo humana, no. Aunque sufriría mucho si él se enteraba de mis sentimientos y me rechazaba. Por eso, eso solo me dejaba como antes. Terminando lo que venía a hacer aquí. Y eso también me daría tiempo suficiente para poder curar lo más posible sus heridas. Aunque doliera. No es que yo tuviera una vena masoquista, pero sería más fácil. Entonces el dolor el mi pecho amainó. Justo a tiempo, porque recibía una llamada suya. Miré mi celular con odio. Como dije, era algo insistente. Pero... ya que no había hablado con él en varios días, suspiré. Henry había estado buscándome tras los primeros cinco días... Probablemente su mascota le haría mucha falta. Decidida a ser una persona humana y madura presioné aceptar.
"¿Si?"
"¿Hola? ¿Ferraro?" Su voz se escuchaba ligeramente nerviosa y sonreí, alegrándome en el fondo por ello. "¿Querrías verme después del trabajo? Quiero hablar contigo sobre algo."
Suspire antes de poder pararlo.
"Tendré que verlo. Pero..."
"Por favor." Pidió. Y cerrando los ojos, asentí. Al diablo con todo.
"Está bien. Dame los datos."
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sicl5 · 8 months ago
Text
Capítulo 10 (2ª temporada)
(La historia es una adaptación de la obra FINAL FANTASY VII por lo tanto incluye SPOILERS de esta.)
-
Región de Cañón Cosmo: El cielo.
Estábamos en el aire, montados en la avioneta y cada vez faltaba menos para llegar a Cañón Cosmo. Cid seguía pilotando el avión de manera perfecta y al final parecia que habíamos hecho una buena distribución del peso.
— Ugh… Qué va…- Dijo Yuffie.
— ¿Qué?- Preguntó Cid.
— Pensé que en las alturas… no tendría problemargh…- Mencionó Yuffie. 
— ¡Cagüen!- Exclamó Cid.- ¡La pota fuera!
— Oye, Cid.- Dijo Barret.- ¿Qué pasa si Shinra nos pilla volando así por libre?
— ¡Ni que el cielo tuviera dueño!- Exclamó Cid.- ¡Que le den por saco a Shinra!
— ¡Así se habla!- Exclamó Barret. No pude evitar reir.- ¡Tú eres de los míos, macho!
— Parece que nos vamos acercando.- Mencionó Red XIII.
— ¡Sip! ¡Toca descender!- Dijo Cid.
El avión empezó a descender y sacó sus ruedas para aterrizar de la mejor manera posible. Nos levantamos todos rápidamente y salimos del avión. Había sido un agradable paseo aéreo. 
— Tengo que parar aquí.- Mencionó Cid.- No puedo acercaros más, así que tendréis que seguir a pata.
— ¿Cómo contactamos contigo?- Preguntó Barret.
— Hacedme señales de humo.- Respondió Cid.- Iré cagando leches en cuanto las vea. ¡Venga, nos vemooos!
En ese momento Cid se volvió a poner al volante del avión y despegó dejandonos atrás. 
— Seguidme; conozco el camino.- Dijo Red XIII.
Empezamos a seguir a Red XIII. Cañón Cosmo era más desierto, nada parecido a Gongaga de donde veníamos. Se hacía hasta un poco pesado andar por los caminos de arena en dirección al pueblo. Varios monstruos se entrometieron en nuestro camino pero realmente nada que un par de golpes no pudiera solucionar. 
— Oye.- Dijo de golpe Cait Sith.- Prrr continuar donde lo dejamos… ¿Decíais que Sephiroth es el enemigo? Si el supuesto héroe está vivito y coleando… ¿Qué es lo que se trae entre patas? 
— Su objetivo es proteger el planeta.- Respondí.
— Pero eso está la mar de bien, ¿no?- Mencionó Cait Sith.
— El problema es que le traen sin cuidado los seres humanos.- Agregó Cloud. 
— ¡Prrr! Ya lo pillo.- Dijo Cait Sith.- No tiene miaucho sentido un planeta sin gente, ¿no?
— ¿Se os ha olvidado que tenemos más enemigos?- Preguntó Barret.- Y hay uno en concreto que pretende quitarnos de en medio para seguir chupando la sangre al planeta. ¡Shinra!
Poco tiempo después llegamos a un puente donde en el final se podía ver la entrada al pueblo. En ese momento Red XIII se puso super contento y empezó a correr hacia los guardias que protegían la entrada.
— ¡Bueeeenas! ¿Me habéis echado de menos?- Preguntó Red XIII con un tono diferente de voz al que usualmente estabamos acostumbrados.
— ¡Nanaki!- Exclamó el guardia.- ¡Bienvenido, Nanaki! ¡Qué alegría verte! Se te nota lozano. Vamos, ¡a saludar al maestro Bugenhagen! 
Todos mirábamos sin entender absolutamente la escena. Entre la voz, la reacción de Red XIII y "Nanaki", era todo una incógnita. 
— Esta gente me ha ayudado bastante.- Dijo Red XIII refiriéndose a nosotros.- Son unos buenazos. Dejadlos entrar. 
En ese momento Red XIII echó a correr hacia dentro del pueblo.
— ¿Nos hemos perdido algo?- Preguntó Barret.- ¿Cómo que "Nanaki"?
— Me estaba preguntando lo mismo… ¿y su voz?- Pregunté yo sin entender nada. 
— Me parece una monada.- Dijo Aeris con una sonrisa. 
— Disculpad un momento.- Nos dijo el guardia sacando un cartel.- Empezaron a caer del cielo esta mañana… Son los que destrozaron los reactores de Midgar…
Nos miraron fijamente, comparando nuestros físicos con las fotos del cartel.
— Pero veo que no tenéis nada que ver.- Mencionó el guardia de golpe. Nos quedamos sin entender nada.- Además que vais con Nanaki, así que sin problema. 
El hombre nos enseñó el cartel y no pude evitar reir un poco. Los nombres coincidían pero no las caras, habían puesto otras imágenes de otras personas. 
— Uy…- Dijo Yuffie mirando el cartel.
Cait Sith empezó a saltar y se puso las manos en su cadera con una amplia sonrisa.
— Os doy la bienvenida a Cañón Cosmo, la cuna de la astrobiología.- Agregó el guardia. 
Cañón Cosmo: Aldea.
Entramos a la aldea y empezamos a andar más que nada buscando dónde habia ido Red XIII.
— No parecíamos nosotros en los carteles de "Se busca" de AVALANCHA.- Dijo Tifa.
— Qué gracioso, ¿no?- Dije yo con media risa en la boca.
— Algo están tramando.- Mencionó Cloud.
— Me da mala espina…- Añadió Aeris. 
Empezamos a subir las escaleras de la aldea y en una de las plataformas vimos finalmente a Red XIII, contemplando las vistas. No tardó demasiado en vernos.
— Yo nací y crié en este hermoso valle.-Dijo Red XIII.- Se suponía que mi labor era defenderlo, pero Shinra me capturó. Creo que ya he pagado mi deuda. Va siendo hora de dejaros. Gracias por todo lo que habéis hecho por mí. 
— Te echaremos muchísimo de menos.- Dijo Aeris. 
— Calla, calla… Que ya me está costando.- Mencionó Red XIII.- ¡Pero es que tengo que proteger este valle sí o sí! 
— Qué bien engañados nos has tenido todo este tiempo, ¿eh?- Dijo Barret acercándose a él. 
— La gente suele subestimar a los canes.- Respondió Red XIII. 
— ¡Nanakiiii!- Exclamó de golpe una voz desconocida. Miramos hacia arriba y vimos a un abuelo montado encima de una bola.
— ¡Abuuuu!- Exclamó Red XIII. 
Aeris le asintió a Red XIII y él se fue corriendo una vez más. 
— Pues vaya.- Dije yo, cruzándome de brazos.- Cuántas vueltas da la vida.
— ¿Así que esto es un adiós?- Preguntó Tifa.  
— Podemos venir a verle cuando queramos.- Mencionó Barret.- A todo esto, ¿qué hemos venido a hacer aquí? Yo voy a hacer mis pesquisas como astrobiólogo. 
— ¡Materias! ¡Materiaaas!- Exclamó Yuffie. 
— Pues yo…- Dijo Cait Sith corriendo hacia unas escaleras y sentandose.- ¡Miaulehop! Voy a reposar, con vuestro prrrmiso. 
En ese momento solo quedabamos Cloud, Aeris, Tifa y yo.
— ¡Vamos a explorar!- Dijo Aeris.
Asentimos y empezamos a explorar la aldea. Era una aldea muy rústica, antigua, hecha totalmente de madera pero eso le daba un buen toque y más teniendo en cuenta la zona geográfica en la que nos encontrábamos. Nos metimos en un ascensor y subimos para llegar a una de las zonas más altas de la aldea. Delante de lo que parecía una especie de casa se encontraba Red XIII con el viejo encima de una bola.
— ¡Abu! ¡Aquí están!- Exclamó Red XIII.
— Os agradezco que hayáis cuidado de Nanaki todo este tiempo.- Nos dijo el viejo.- Soy Bugenhagen. Enseño astrobiología aquí en Cañón Cosmo. Bueno, lo poco que sé. 
— ¡Anda ya!- Dijo Red XIII.- Pero si eres una enciclopedia con patas. 
— Desde luego, más que tú sí que sé, jovencito.- Dijo Bugenhagen mirando a Red XIII. 
— ¿"Jovencito"?- Preguntó Red XIII.- ¡Ya tengo cuarenta y ocho años!
— ¿Cóóómo?- Exclamó Tifa. Los cuatro parecíamos muy sorprendidos.
— Veréis, el linaje de Nanaki es muy logevo.- Explicó Bugenhagen.- La edad que tiene ahora mismo equivale a unos quince o dieciséis años humanos. 
— ¡Ya soy adulto! Puedo defender el valle y a todos yo solito.- Dijo Red XIII.- No haré como mi padre. 
— A todo esto, habrás saludado a la gente del valle, ¿no?- Preguntó Bugenhagen. 
— Aún no. Ahora voy.- Después de eso Red XIII se fue.
— Perdonadme. Si os parece bien, puedo mostraros las instalaciones.- Nos dijo Bugenhagen. 
Observatorio de Cañón Cosmo.
Aeris y Tifa parecían muy emocionadas. Yo también tenía ganas de saber que nos iba a enseñar y contar el señor Bugenhagen. Le seguimos, entrando en la casa, dándonos cuenta que no es una casa cualquiera sinó un observatorio. Todo era impresionante, estaba repleto de libros y de artilugios que no había visto en la vida. 
Me acerqué a una gran maqueta de lo que parecía un planeta, era impresionante.
— Esto es una maqueta del planeta en el cosmos.- Me explicó Bugenhagen.- El polvo que se acumula sobre su faz podría representar a la humanidad. 
— Vaya…- Expresé yo.
Subí a la segunda planta y allí se encontraba un holograma de Red XIII. Me acerqué a este a mirarlo fijamente. 
— Ese es Nanaki de cachorrito.- Mencionó Bugenhagen.- Ni te imaginas lo traviesillo que era… 
— Aw que monada.- Dije yo.
Aeris estaba mirando fijamente una máquina y de golpe se escuchó un sonido grave salir de esta.
— A ver qué pasa…- Dijo Bugenhagen acercándose. 
El sonido volvió a sonar, pero esta vez más fuerte y claro. Aeris se tapó las orejas y Tifa miró fijamente del cacharro de donde provenía.
— Esa llamada…- Dijo Tifa mirándome a mi. 
— Son los lamentos del planeta.- Explicó Bugenhagen.- Una triste melodía que últimamente se escucha mucho. Nos llegan desde las profundidades de la tierra, a través de tubos acústicos. 
— Se equivoca.- Me crucé de brazos mirando fijamente a Bugenhagen.- No son lamentos del planeta. Son de las Armas que lo protegen. 
— Luces con seguridad mientras lo dices.- Me dijo Bugenhagen.
— Es que las hemos visto.- Mencionó Tifa.- En los reactores de Gongaga y de Corel. Son enormes… 
— Qué historia más interesante.- Dijo Bugenhagen.- Inhalar mako tiene una ristra de efectos secundarios. Yo no me fiaría de lo que creíste ver allí.
Mi cara en ese segundo cambió y lo miré fijamente. No estábamos mintiendo.
— Pero…- Dijo Tifa. 
— Claro que… es evidente que nunca habéis profundizado en la astrobiología.- Mencionó Bugenhagen.- Pero estáis en el lugar adecuado. Seguidme.
Lo seguimos a otra sala del observatorio. Allí Bugenhagen se puso a tocar una máquina. 
— Aquí tenéis el planetario.- Dijo Bugenhagen.- Shinra tiene uno mucho más avanzado, pero este es el original que construí yo mismo. Bueno, comencemos. 
En ese momento la máquina de enmedio empezó a girar y la plataforma en la que estábamos se elevó llegando a una parte superior toda oscura. De golpe se iluminó, enseñándonos el cosmo con los planetas y su espacio estrellado. Era increíble de ver. 
— Qué bonito…- Dijo Aeris con una sonrisa. 
— Aún no has visto nada, joven.- Dijo Bugenhagen. 
Los planetas se empezaron a mover alrededor del sol del cosmo. Parecía una especie de proyección pero todo era mecánico.
— Nuestro planeta y el cosmos: formas de vida y misterios.- Dijo Bugenhagen.- La astrobiología se basa en el conocimiento del ciclo de la vida en Gaia. Este planeta, nuestro hogar tan lleno de vida, es la cuna de la humanidad. El ser humano nace y, al cabo de cierto tiempo, muere. Pero ¿qué sucede después de la muerte? El cuerpo se descompone y vuelve al planeta. ¿Y qué ocurre con la conciencia, el alma, el espíritu? Este también vuelve al planeta. Pasa a formar parte de él; fluye como sangre por sus venas. Este fenómeno se conoce como la corriente vital, cuyo caudal acoge nuevas almas y las reparte. La corriente vital, es dicho de otro modo, energía espiritual en perpetuo flujo. Y es indispensable para que continúe la existencia del planeta tal y como lo conocemos. Si dicha energía se agotase… 
En ese momento nuestro planeta se destruyó y Aeris lo miró conmocionada. Cloud y Tifa la miraban mientras yo estaba ocupada intentando entender el porqué todo lo que el señor Bugenhagen contaba me sonaba tan extraño. La plataforma bajó y con eso la explicación finalizó. 
— Estos son los fundamentos de la astrobiología.- Dijo Bugenhagen.
— Entonces, ¿el uso industrial del mako drena la energía espiritual?- Preguntó Cloud. 
— Así es.- Mencionó Bugenhagen.- Una vez extraída y procesada, dicha energía ya no puede cumplir su función original. Se consume como combustible y se pierde para siempre. 
— ¿Para siempre…?- Preguntó Tifa.
— No creo que sea para siempre.- Mencioné yo.- ¿No cree que se transforma y vuelve a la corriente vital?
— Hm.- Murmulló Bugenhagen.- ¿Cómo se te ocurren estas teorías? 
— Ella… sabe mucho más de lo que puede parecer.- Mencionó Tifa mirándome fijamente. Yo la miré, si sabía cosas pero no sabía exactamente el porqué y parecía que la respuesta había sido encontrada por Tifa en la corriente vital, cuando caímos.
— Interesante…- Dijo Bugenhagen.- ¿Qué tal si participáis las dos en uno de nuestros seminarios?
En ese instante Bugenhagen aplaudió y la puerta se abrió inmediatamente.
— ¿Nos necesita, señor?- Preguntó uno de sus ayudantes. 
— Acompañad a las señoritas a la sala de conferencias.- Mencionó Bugenhagen. 
— Seguidnos, por favor.- Dijo el ayudante. 
— De acuerdo.- Dijo Tifa. 
— ¿Os puedo acompañar?- Preguntó Aeris.
Bugenhagen asintió y nos dio la orden de seguir a sus ayudantes. Ya empezaba a caer la noche en Cañón Cosmo y aunque todo era muy agradable de mirar yo no podia parar de pensar en lo que acababan de explicarnos. ¿Por qué una ciencia llamada "astrobiología" respalda sus explicaciones en la espiritualidad? No podia quitarmelo de la cabeza. No tenia lógica ninguna. 
Nos sentaron alrededor de una hoguera, varios poblareños también acudían a la sesión. Un moderador daba paso a la sesión y la gestionaba. Todo el mundo escuchaba las historias de los demás pero yo casi que no escuchaba a nadie. Seguía sucumbida en mis pensamientos. 
En vez de ciencia… parece una religión. 
— Joven.- Dijo el moderador mirando a Tifa.- Adelante, nos gustaría escuchar tu historia. 
— Sí, vale…
En ese momento conecté y miré a Tifa quien me miró antes de empezar. Parecía que buscaba mi aprobación para contarlo y yo asentí. Necesitaba saber que había pasado.
— Yo… bueno… Estuve atrapada en la corriente vital. Aquello irradiaba una belleza indescriptible. Además… no estava sola. Pero la única que parecía atrapada era yo… Tuve suerte, la chica que estaba a mi lado parecía saber exactamente dónde nos encontrábamos y como salir de allí…- Las palabras de Tifa solo hacían que mis ojos se abrieran cada vez más. ¿Hablaba de mi?- Para poder avanzar… tenían que asaltarme mis recuerdos. Lo vimos las dos, esa chica y yo. Me sentí rodeada de ternura y recobré momentos que había olvidado. El regazo del planeta es muy acogedor. Pero… no todo era tan bonito. Ese hogar, el hogar de la chica, no era simplemente su hogar. Alguien más lo custodiaba. Una aura maligna y el planeta junto con la chica luchaban contra ese enemigo. Yo… Nosotros… no podemos vivir sin el planeta. Por eso, tenemos que apoyar al planeta en su lucha contra esta amenaza. Creo que… la clave de esa protección del planeta puede ser aquella chica… pero no sé nada más… Pensé que aquí encontraría respuestas, pero no ha sido así. No me malinterpreten. No estoy criticando la astrobiología ni pretendo asustarles. Es que… Lo siento, no logro explicarme bien… 
El moderador empezó a aplaudir y todos los oyentes no tardaron en hacerlo también. Yo también aplaudí, mirándola. 
— No te preocupes.- Dijo el moderador.- Siempre nos encontrarás aquí, dispuestos a escucharte. Sigue reflexionando y un día encontrarás en tu interior la respuesta que buscas. De acuerdo. Ya casi es la hora de la confluencia de las almas. Las Candelas nos esperan. 
Todos se levantaron y Tifa y Aeris no tardaron demasiado en hacerlo también. Yo sin embargo, no podia moverme. No cabía en mi cabeza algo así, eso que había pasado.
 — Tifa.- Dije sin desviar la mirada del suelo.- Esa chica… ¿era yo?
— Sil…- Me dijo Tifa ayudandome a levantarme.- Sí…
— ¿Quién soy en verdad? ¿Qué hago aquí? ¿Cuál es mi misión?- Un montón de preguntas empezaron a perforar mi cabeza. 
— Tu misión…- Me dijo Aeris, con la mirada preocupada.- creo que lo sabremos más adelante. 
— Lo descubriremos, Sil.- Mencionó Tifa.- Estoy segura de ello.
Asentí. Las tres juntas pasamos por al lado de Cloud, quien había estado allí escuchando toda la sesión. Lo miré a los ojos por un momento y parecía preocupado pero no me sentía nada bien. Le medio sonreí como pude y nos fuimos hacia la parte de abajo de Cañón Cosmo, para poder empezar con el ritual de Candelas. 
Candelas. Ritual de la confluencia de las almas.
Llegamos al ritual. Una fogata enorme estaba en el centro y la gente se reunía a su alrededor. Agradecí a Tifa y a Aeris con la mirada y me senté en el suelo a mirar el fuego. Los demás del grupo se encontraban allí también, todos esperábamos a que empezara. 
— Sil.- Escuché la voz de Cloud detrás de mí y me levanté en ese momento para mirarlo.- ¿Estás bien?
—  Podría estar mejor.- Dije yo.- Cada dia me entero de cosas más turbias sobre mi y me da miedo saber quien soy en realidad.
— Parece que tienes un papel importante en este viaje… No tienes por que tener miedo.- Me respondió Cloud.
— Lo intento, de verdad.- Mencioné.
En ese momento le sonreí a Cloud. Estar con él me hacía sentir bien, se paraban los problemas. Era todo lo que necesitaba.
Quizás… si siento algo por él. 
El ritual no tardó en empezar. Aeris agarró una antorcha y la encendió con la llama de la hoguera así quemando la madera muerta que rodeaba la fogata, creando más fuego. La gente se empezó a acercar un poco más y miraban fijamente a Aeris.
— Soy una Anciana, descendiente de los Cetra, los primeros habitantes del planeta.- Explicó Aeris.- Y soy la última de su linaje. Debido a mis orígenes… pasé mi infancia encerrada, y me han vigilado toda la vida. Me han tratado con miedo o, a veces, como si no existiera. Mi linaje no me ha traído nada bueno. Incluso cuando me lo estoy pasando bien, si pienso en quién soy, me invaden los malos pensamientos. Es como la pescadilla que se muerde la cola. Aunque sé que nunca podré vivir una vida normal, no paro de desearla… y de desesperar.
Cloud me agarró fuerte la mano mientras Aeris explicaba todo y se soltaba. Yo también se la apreté. 
— A pesar de todo, ser quien soy me ha llevado a conocer a personas increíbles.- Dijo Aeris.- Así que todo ha merecido la pena. Hice bien en ser paciente. 
Aeris le dio la antorcha a una local y estos se preparaban con unas linternas que iban a lanzar al aire. 
— Seguiré dando lo mejor de mí para tenerlas siempre a mi lado…- Mencionó Aeris. Una pequeña lágrima salió de mi.- aunque no pueda tener una vida normal. 
Aeris hizo una reverencia y todo el mundo empezó a aplaudir. No me quedé atrás y aplaudí con todas mis fuerzas, sus palabras me habían conmovido muchísimo. Todo el mundo agarró una de las lámparas y las dejaron ir, llenándose el cielo de conos luminosos. 
— Woah…- Exclamé mirando a mi alrededor.- Que bonito…
— Ahora… Que crucen el valle.- Dijo una astrobióloga. 
Cloud me acercó a él, poniendo su brazo en mi hombro, abrazándome y miramos fijamente las luces, irse por el cielo y así, cerrando un ciclo.
Cuando terminó nos reunimos de nuevo todo el grupo, incluido Red XIII. Nos había llenado el corazón a todos.
— Conque aquí estabas, Nanaki.- Dijo Bugenhagen acercándose a nosotros y mirando a Red XIII.
— ¿Abu?- Preguntó Red XIII. 
— Debo hablar contigo de una cosa. Venid vosotros también.- Mencionó Bugenhagen antes de emprender marcha. Empezamos a seguirlo.- ¿Qué tal la confluencia de las almas? Es curioso, pero cada vez vienen más personas solo para verla. Suelen describirla como algo bellísimo, conmovedor, grandioso, emocionante… Nueve de cada diez usan palabras por el estilo. Me parece precioso que el ritual sea capaz de conmover los corazones de tanta gente. Sin embargo, luego nadie se atreve a dar el paso de estudiar astrobiología… Perros, gatos, pájaros, peces, flores…Todo el mundo sabe que son seres sintientes. Cuando nace un bebé, cuando brota una flor… sentimos cómo emerge la vida. Ocurre lo mismo con el planeta. Disculpadme, no hay quien me pare cuando empiezo a hablar. Los viejos siempre con nuestras batallitas. 
Puerta del sello.
Nadie respondió, nadie dijo nada. Simplemente le seguíamos hasta que llegamos a una extraña puerta, enorme. 
— De acuerdo, podemos proceder.- Dijo Bugenhagen.
— Pero esta puerta…- Mencionó Red XIII. 
— La sellé para que nadie pudiese entrar.- Explicó Bugenhagen.- Aunque ha llegado el momento de demostrar tu valía. 
— ¿Eh?- Preguntó Red XIII. 
— Debes superar una prueba si quieres convertirte en guerrero y defender este valle.- Mencionó Bugenhagen.- ¿Te ves preparado? 
— Sí.- Respondió Red XIII.
— Necesitaré vuestra ayuda para la prueba.- Dijo Bugenhagen mirándonos a todos.- Requiere adentrarse en un lugar harto peligroso. Avisadme cuando estéis listos. 
— Lo estamos.- Dijo Cloud.
— Adelante, pues.-Bugenhagen abrió la puerta viéndose la entrada a una gran cueva.- Hay que adentrarse en las profundidades de esta cueva. 
Cueva de los Gi: Senda del retorno.
Empezamos a bajar las escaleras que conducían a la cueva e incluso tuvimos que subirnos a un ascensor para bajar más.
— ¿Os ha contado Nanaki algo sobre sus padres?- Preguntó Bugenhagen. 
— Qué va.- Respondió Cloud. 
— Eran los guerreros encargados de proteger el valle.- Explicó Red XIII.- Cuando nos invadieron, mi madre no dudó en lanzarse contra el enemigo. Murió defendiéndonos. En cambio mi padre fue un cobarde… Huyó con el rabo entre las patas. 
— Pobre Seto.- Dijo Bugenhagen.- Nunca le perdonarás, ¿verdad? 
— Jamás.- Exclamó Red XIII. 
Sala del engaño.
— A partir de aquí, solo puede continuar el participante, acompañado de un testigo.- Mencionó Bugenhagen.
— ¿Quién?- Preguntó Red XIII. 
— Voy yo.- Dijo Cloud. 
— No eres el más indicado para este cometido.- Dijo Bugenhagen mirando a Cloud.- A ver…-Bugenhagen nos hizo una repasada a todos con sus ojos pero se pararon en Barret.- Debes acompañarle tú. 
— ¿Yo?- Exclamó Barret. 
— Venga ya…- Expresó Red XIII. 
— Yo también te quiero, ¿eh?- Exclamó Barret. 
— Preparaos bien.- Dijo Bugenhagen. 
— Vale…- Respondió Red XIII.
Bugenhagen, Red XIII y Barret se fueron cueva abajo y los demás del grupo nos quedamos al lado del ascensor por órdenes de los ayudantes de Bugenhagen. Me apoyé en la pared y cerré mis ojos. Estaba cansada de todo lo que llevaba viviendo estos días y necesitaba un segundo de pausa. 
Pasado un rato los ayudantes de Bugenhagen nos hicieron una señal para que fuéramos con ellos y nos bajaron hasta incluso más abajo en ascensor. Salimos de este y nos indicaron de subir una pequeña cuesta. Allí se encontraba Red XIII junto con Barret y Bugenhagen. Parecía que lo habían logrado. El camino estaba lleno de antorchas que iluminaban y al final de este una estatua de un perro, parecido a Red XIII, custodiaba el pico más alto de la cueva. 
— Es el guerrero que luchó él solo para defender el valle.- Dijo Bugenhagen.- Sigue protegiéndonos desde aquí. 
— Abu, ¿no será…?- Dijo Red XIII.- ¿Seto? Mi… ¿padre?
— Aunque las flechas envenenadas lo convirtieron en piedra, su coraje salió indemne.- Explicó Bugenhagen. 
— Y mamá… ¿Mi madre lo sabía?- Preguntó Red XIII.
— Así es.- Dijo Bugenhagen.- Fueron ellos dos quienes me pidieron sellar la cueva. 
— ¿Por qué…?- Preguntó Red XIII.- ¿¡Por qué no me he enterado hasta ahora!?
— Porque te habrías adentrado en este lugar tú solo sin pensarlo dos veces.- Explicó Bugenhagen.- Lo que más ansiaban proteger tus padres… no era otra cosa que a ti, Nanaki.
— ¿Por qué era pequeño y debilucho?- Preguntó Red XIII.
— Hasta los cachorritos pequeños y debiluchos pueden convertirse en espléndidos guerreros.- Mencionó Bugenhagen.- Por eso te he traído aquí, Nanaki. Tu viaje debe continuar. 
— ¡Yo soy el guerrero del valle!- Exclamó Red XIII.- Y debo defenderlo como hizo papá…
— Escúchame, Nanki.- Saltó Bugenhagen.- Hice oídos sordos a las historias que contaron tus amigos. Me sonaban a las palabrerías que se cuentan en los seminarios. Teniendo ocasión de ver y oír cosas nuevas, pasé de largo como si fueran pamplinas. 
Todos observábamos serios la situación y escuchábamos con atención las palabras de Bugenhagen.
— Soy consciente de que he desdeñado grandes saberes por no querer poner a prueba mis creencias.- Mencionó Bugenhagen.
— Abu…- Dijo Red XIII.
— La juventud no debería sentirse anclada a un solo lugar.- Añadió Bugenhagen.- ¡Vamos, Nanaki! No dejes que este valle te vea envejecer. Mi vista y mis oídos ya no son lo que eran. ¡Así que explora mundo por este anciano! Cuidad de él, ¿de acuerdo?
— Por supuesto.- Respondió Cloud. 
— ¡No has pasado la prueba!- Exclamó de golpe Bugenhagen mirando a Red XIII.- Vuelve cuando hayas entrenado más. Seguro que puedes, ¿a que sí? 
— No lo dudes.- Respondió Red XIII. En ese momento él echó a correr y se situó en una parte alta de la cueva, mirando la estatua de su padre.- Después de todo, soy Nanaki de Cañón Cosmo. ¡Hijo de Seto el guerrero! ¡Auuuu!
De la estatua de Seto lágrimas salían de su ojo petrificado y Red XIII miraba fijamente la situación, aullando. Barret se puso sus gafas, también le había conmovido. Pero no tardamos demasiado en descolocarnos de la situación al ver un aura roja salir del suelo y dar vueltas en un punto. De golpe, una especie de monstruo con apariencia cadavérica se apareció delante nuestro. 
— Hijo del guerrero…- Dijo el monstruo.- Mi nombre es Gi Nattak. Hete aquí, Seto, audaz guerrero… Pues a tu clan le confiamos una vez más nuestras plegarias. Te agradecemos tamaña compasión. 
Gi Nattak miró directamente a Aeris y ella se asustó un poco.
— Guerrero Nanaki y… dama de los Cetra. Acompañadme.- Mencionó Gi Nattak. 
En ese momento desapareció por donde teníamos que seguir, señalizandonos el camino. 
— ¡Abu!- Exclamó Red XIII.
— Esto se pone interesante.- Dijo Bugenhagen. 
— Te acompañamos por 2000, ¿eh?- Dijo Barret acercándose a Red XIII con una sonrisa. 
Me reí un poco por el comentario de Barret y miré un momento a Cloud quien parecía mirar con miedo hacia adelante. Me giré, viendo su punto y allí estaba: Sephiroth. Nos sonrió a los dos para luego marchar, hacia donde teníamos que ir.
— No, esta es gratis. Vamos.- Dijo Cloud. 
Empezamos a avanzar rápidamente por el camino marcado. Cloud parecía muy decidido y eso era porque Sephiroth había aparecido delante de nuestras narices una vez más. 
Golfo de exilio.
— ¿Alguien me explica de qué va todo esto?- Preguntó Yuffie.- Es que no sé que hago aquí, la verdad, si mi misión es reunir materias y luchar por Wutai. 
— Prrr, deja de maullar.- Dijo Cait Sith.- ¿Y cómo es que no tienes los bigotes como escarpias? 
— ¿Qué te pasa?- Exclamó Yuffie.- Si el Gi ese es muy educado. 
— Esos son los peores. No bajes la guardia ni un segundo.- Dijo Barret.
Había un lago enorme de lo que parecía ser mako y un pequeño puerto con una barca. Allí se encontraba Gi Nattak, que nos esperaba montado en ella. 
— Os mostraré dónde vivimos.- Dijo Gi Nattak.- Subid. 
— ¿Qué nos das por subir? ¿Tenéis materias para regalar?- Exclamó Yuffie. 
— Da la casualidad de que nosotros también vamos en pos de cierta materia.- Mencionó Gi Nattak. 
Yuffie super convencida después de esas palabras se montó contenta en la barca.
— ¡Venga, para dentro!- Exclamó Yuffie. 
Todos bajamos a la barca como pudimos y nos sentamos, apañándonos. Gi Nattak empezó a navegar por el mako. Todo esto me daba una extraña sensación en el cuerpo. ¿Dónde nos estábamos metiendo?
— Ya tengo náuseas…- Dijo Yuffie. 
— Balancéate al compás de la barca.- Dijo Red XIII. 
— Qué fácil decirlo, ¿eh?- Mencionó Yuffie. 
— Si te has subido a la barca encantada…- Dijo Tifa mirando a Yuffie. 
— Me ha podido el ansia de materias.- Expresó Yuffie. 
— Silencio.- Dijo Gi Nattak.- El planeta nos escucha. 
— ¿Y eso es malo?- Preguntó Barret. 
— Lo será si llega a oídos del planeta. Y llegará, por vía de la joven Cetra.- Explicó Gi Nattak.
— ¿Tanto miedo le tienes?- Pregunté sin pudor.
— Su pueblo no destaca por su espíritu misericordioso.- Respondió Gi Nattak. 
— Yo solo soy su descendiente.- Dijo Aeris levantando la mano. 
— Quizá solo hayas heredado su sangre.- Mencionó Gi Nattak mirando fijamente a Aeris.- Has olvidado su historia. 
— ¿Eso crees?- Preguntó Aeris. 
— El sino de los Cetra es el sufrimiento.- Dijo Gi Nattak.- Cuanto menos sepas, más tiempo disfrutarás de tu vida. 
En un mundo paralelo (Zack POV)
Me encontraba junto con Biggs en la casa abandonada de la barriada del sector 5. Llegamos y Biggs me empezó a contar su historia, lo que le había pasado. 
— Entonces… sentí como si estuviera sangrando por todos los poros.- Explicó Biggs.- El cuerpo no me respondía… Estaba seguro de que iba a palmarla. Pero aquí estoy. Sentí como si se levantara un viento muy fuerte… y me arrancara el alma del cuerpo… Cuando desperté, estaba en una cama del orfanato. Nadie sabe quién me encontró y me llevó allí. 
— A mí me pasó algo parecido.- Expliqué yo.- Tenía medio ejército rodeándome… Era de coña. Me dolía todo. Y sentí soplar esa corriente que dices. Cuando, de repente, me di cuenta de que seguía en pie, casi no podía creerlo. 
— No cabe en la cabeza, ¿eh?- Dijo Biggs.- Sobrevivimos de chiripa, solo para ver el fin del mundo. Y lo peor de todo… es que me haya tocado sobrevivir justo a mí. 
— ¿Qué quieres decir?- Le pregunté. 
— No paro de darle vueltas.- Me contestó él.- De todos los que éramos, ¿por qué tuve que ser yo el único que se librara? Si los demás siguieran conmigo, ¿qué esperarían de mí? 
— No pienses esas cosas.- Respondí.
— Ven conmigo.- Me dijo Biggs dirigiéndose a la puerta.- Te cuento en el camino.
Agarré mi espada y me la puse en la espalda. Salí de la casa junto con Biggs y empezamos a andar por la barriada.
— ¿Qué tal está Cloud?- Me preguntó Biggs. 
— El envenenamiento por mako es mal asunto.- Respondí.- No creo que se recupere de hoy para mañana. Pero yo haré lo que pueda por ayudarle. 
— Vaya. Cuando se recupere, seguro que lo cuenta como si hubiera sido un catarro.- Dijo Biggs.- Haciéndose el duro, como si esto no fuera nada del otro jueves. 
— ¿Esa es la impresión que tienes de él?- Le pregunté confundido. 
— Se comporta como si necesitara demostrar su valía a los demás.- Me respondió.- Y eso que con nosotros no tiene por qué. Sabemos de sobra que es un máquina. Además, se complementaba muy bien con Sil, los dos eran buenísimos en lo suyo.
— Espera… ¿Sil?- Exclamé.- ¿Conoces a Sil?
— ¿Eh? Sí.- Me dijo él.- Se unió a AVALANCHA no mucho antes de que me pasara lo que te he contado. No olvidaré las lágrimas que derramó encima mío cuando estaba apunto de morirme. Me gustaría verla y decirle que sigo vivo, para que se quede tranquila.
— ¿En serio?- No podía creer sus palabras.
— ¿Tú también la conoces?- Me preguntó Biggs.
— Sí…- Expresé.- No sabrás nada de su paradero entonces, ¿no?
— Ni idea… Lo único que se me ocurre es que Shinra la haya atrapado.- Respondió Biggs. 
— Dijeron en las noticias que no…- Suspiré, estaba muy preocupado por ella. 
Llegamos a un sitio con un tablón de anuncios. Biggs se paró enfrente de inmediato.
— Lee esto.- Me dijo Biggs señalándome uno de los carteles.
— A ver…- Dije yo acercándome.- "La destrucción del sector 7 fue obra de Shinra. No podemos permitir que se laven las manos de tanta sangre. ¡Uníos a AVALANCHA! ¡Hagamos que se enteren de que Midgar ni olvida ni perdona! Nos reuniremos en el descampado". Qué locura. 
— ¿Verdad?- Mencionó Biggs. 
— Se están tendiendo una trampa ellos mismos.- Dije yo.- Así juntitos será más fácil arrestarlos a todos. 
— No creo que se molesten en arrestarlos.- Dijo Biggs.- Llegarán, les dispararán a todos, y problema solucionado. 
— Pues mejor me lo pones.- Respondí. 
— Pero AVALANCHA.- Agregó Biggs.- necesita gente que esté dispuesta a hacer locuras. 
— ¡Eh!- Exclamé al ver que Biggs se iba.- No estarás pensando en ir a esto. ¡Venga, hombre! 
Fui hacia Biggs, decidí que lo iba a acompañar y que iba a acudir a la reunión. Solo para no dejarlo solo.
— ¿Tú alguna vez te has planteado qué quieres hacer con tu vida o qué sentido tiene?- Me preguntó Biggs. 
— Sí, supongo. Claro que sí, lo pienso a menudo.- Respondí.
— No se te nota.- Mencionó Biggs. 
— Es que desde que empecé a trabajar para Shinra, me ha pasado de todo. Ni te imaginas.- Dije. 
— Yo no paro de planteármelo desde que desperté en el orfanato. No quiero malgastar ni un solo día.- Me comentó Biggs.
— Oye, Biggs…- Dije.- ¿Hay alguien que se dedique a ser mercenario por aquí?
— Pues Cloud, claro está. ¿Seguro que sois amigos?- Me preguntó Biggs. 
— ¿Desde cuándo os conocéis?- Le pregunté. No me cuadraba nada. 
— Desde el día anterior a la misión, así que…- Mencionó Biggs.- Y el día de la misión conocí a Sil. ¿Cuánto hace de eso? No sé… He perdido un poco la noción del tiempo. 
— Yo también.- Respondí.- ¿Por qué será…?
— Ni idea.- Dijo Biggs.- ¿Sabes que? 
— ¿Qué?- Pregunté.
— Más que mandar, prefiero ser la mano derecha de otro. Va más conmigo.- Me dijo Biggs. 
— ¿Sí?- Ya casi que no sabía como responder. 
— Se me da mejor plantear cómo hacer algo que decidir si hay que hacerlo.- Explicó Biggs.
— No hay nada malo en eso.- Añadí. 
— Pero entonces, ¿por qué me han dejado solo a mí? Siempre vuelvo a lo mismo.- Expresó Biggs. 
— Seguro que alguien necesita tu apoyo.- Dije. 
— ¿Y quién crees que es?- Preguntó Biggs. 
— ¿Quienquiera que levantara aquel vendaval?- Respondí, algo inseguro de la respuesta. 
— ¿Quién sería capaz de algo así?- Preguntó Biggs.
— ¿Cómo voy a saberlo?- Pregunté de nuevo. 
Antes de que nos diéramos cuenta, entre la conversación, llegamos al descampado donde se iba a hacer la reunión de AVALANCHA. Como imaginé, no habia nadie.
— No hay nadie.- Mencioné.
— Ni un alma.- Dijo Biggs.
— Por suerte, los de Shinra tampoco…- Añadí. En ese momento escuchamos un ruido.- ¿¡Quién anda ahí!?
En ese instante una chica de pelo negro salió de detras de unas cajas. Era la chica a la cual le había dado a Cloud cuando fui a rescatar a Aeris.
— ¿Has venido a alistarte?- Pregunté, sorprendido.
— ¡Ja!- Exclamó la chica dirigiéndose a la salida del descampado.- ¡Ya solo me faltaba eso! Solo he venido a ver qué clase de pringaos hacían caso a los carteles. Pero me habeis aguado la diversión. Bueno, me voy. 
En ese momento la chica se fue.
— Está claro que liderar una organización no es lo mío.- Dijo Biggs.- No sobreviví por ningún motivo especial. El destino no me ha elegido. Perdona que te haya traído para nada. 
Biggs estaba por irse, cabizbajo. Lo vi destrozado después de ese suceso y no pude evitar recordar a Elmyra y a la pequeña Marlene. Todo el mundo estaba tan triste.
— ¡Biggs!- Exclamé.- ¿No hay nada que podamos hacer? ¿Quién dice que se vaya a acabar el mundo? ¿¡Y no te parece muy raro que la gente lo haya aceptado así porque sí!? ¡Yo no estoy dispuesto a rendirme! Tenemos que dar con algo. La cuestión es qué, claro… Ahora no se me ocurre nada, pero, podría ser un sueño, o un deseo.. ¡Algo a lo que merezca la pena aferrarse muy muy fuerte!
— ¿Dos muys?- Me preguntó Biggs.  
— ¡Sí, o incluso tres!- Respondí.
— Eres buena gente.- Me dijo Biggs.- Intentaré pensar en algo. Bueno, me voy. Cuando pueda pasaré a ver cómo está Cloud.
— ¡Va!- Exclamé.- ¡Piensa lo que te he dicho! 
Biggs me dijo adiós con la mano y yo me quedé pensativo por un momento. No sabia hasta que punto lo que acababa de hacer era lo correcto o no. Pero no tenia mucho más a lo que recurrir.
Ah, Sil, dónde te has metido cuando más te necesito.
Volví rápidamente a casa de Aeris y allí en el comedor se encontraban Elmyra y Marlene.
— ¡He vuelto!- Dije al llegar.
— Bienvenido a casa.- Me dijo Elmyra. 
— Bienvenido.- Me dijo Marlene. 
— He visto a Biggs, ¿sabes?- Mencioné con una gran sonrisa. 
— ¿En serio?- Preguntó Marlene yendo hacia mi.
— Va a venir a visitarnos cuando pueda.- Le dije. 
— ¡Bieeen!- Exclamó Marlene.- ¿Y te ha contado algo de mi papá y de Tifa? ¿O de Sil?
— No, perdona…- Respondí.- No ha salido la conversación.
— Jolines…- Dijo Marlene sacándome la lengua. 
— Zack.- Dijo Elmyra.- ¿puedes subir a la habitación de Aeris? 
— Claro.- Respondí. 
— Seguro que los ves pronto, cielo.- Mencionó Elmyra.- Al final, todos acabamos en el mismo sitio. 
— ¿Cuándo es pronto?- Preguntó Marlene. 
— Más pronto de lo que crees.- Le respondió Elmyra. 
Subí a la habitación donde Aeris y Cloud yacían dormidos, aún sin despertar. Me acerqué a Aeris un poco y la miré.
— He vuelto.- Dije.- Aeris, tú levantaste ese vendaval, ¿verdad? ¿Me oyes..?
Le agarré la mano suavemente y cerré mis ojos.
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Mundo original (Sil POV)
Aldea de los Gi. 
Poco tiempo después de estar subidos en la barca llegamos a lo que parecía una aldea, todo esto daba un poco de mal rollo y estaba con la tensión por las nubes. Parecíamos todos un poco igual, algo nos olía raro. Bajamos del barco y Yuffie caminaba como si estuviera borrachisima.
— Aguanta, Yuffie…- Se dijo Yuffie a si misma. 
— ¡Ah!- Exclamó Tifa al mirar hacia atrás. 
Gi Nattak se retiraba con la barca, dejándonos sin rumbo hacia atrás.
— Bienvenidos a la aldea de los Gi.- Dijo Gi Nattak, desapareciendo. 
— Uf, esto… me da muy mala espina.- Dije encogiéndome. 
Yuffie salió pitando hacia arriba de la montaña, se notaba la emoción que se traia respecto a lo de la materia. En una situación normal, yo también estaria saltando de alegría pero todo me tiraba hacia atrás. Subimos la montaña, siguiendo a Yuffie y de golpe escuchamos la voz de un Gi.
— Bienvenidos, hijos del planeta.- Nos dijo la voz. Solo se podía escuchar. 
— ¿Quién ha dicho eso?- Preguntó Barret. 
— Las almas de los Gi permanecen aquí aún tras perecer nuestros cuerpos.- Dijo Gi Nattak apareciendo delante nuestro.- Somos seres del más allá, rechazados por el planeta. 
— Tiene que ser muy duro…- Dijo Barret.
— Estas estatuas nos acogen al llegar nuestro ocaso.- Mencionó Gi Nattak- Os ruego escuchéis sus voces. Largo tiempo ha que sus palabras se las lleve el viento… 
Gi Nattak volvió a desaparecer. Sentía que mientras hablaba me miraba a mi fijamente, me sentía tan intimidada.
— Así que los Gi no pueden volver al planeta…- Dijo Aeris. 
— No pueden unirse a la corriente vital…- Mencioné cruzando mis brazos. 
— Entonces, ¿eso es que no se mueren nunca? ¿Viven eternamente?- Preguntó Yuffie. 
— He visto sardinas asadas con más salero que estos pobres.- Mencionó Cait Sith.- Vagar como almas en pena prrr el limbo es miaucho peor que la muerte. 
— ¿Y tú qué sabrás, si nunca te has muerto?- Preguntó Yuffie vacilandole.- Ahora que lo pienso, ¿estás vivo?
— Yo también tengo una patita en el limbo, miau.- Dijo Cait Sith.
— Los Gi vagamos en pos de una materia.- Dijo la voz de un Gi. 
— ¡Anda, como yo!- Exclamó Yuffie. 
Seguimos avanzando un poco más y se nos pusieron en medio varios espectros Gi que nos empezaron a atacar. Rápidamente carrileamos contra ellos, algo sorprendidos por el ataque.
— Para nosotros, no existen ni la vida ni la muerte.- Dijo un espectro.- Solo existe la eternidad. Los Gi anhelamos nuestra materia. 
Los destrozamos y seguimos subiendo, esta vez con más cuidado al paso. 
— Expulsados del regazo del planeta, anhelamos una panacea que nos brinde sosiego.- Dijo una voz de un Gi.
— ¿Y hay una materia para eso?- Preguntó Yuffie. 
— Una materia que brinda el alivio.- Explicó el Gi.
Poco a poco llegábamos al final de donde nos estaban dirigiendo. 
— Los Cetra nos abandonaron.- Dijo un Gi.- Los Cetra nos traicionaron. Los Gi anhelamos la salvación.
— Pero… ¿qué dicen estos?- Pregunté, no entendía nada.
— Llegará una materia de poder supremo que alivie nuestros males…- Dijo otro Gi.
— ¿¡La materia suprema!?- Exclamó Yuffie.- ¿Y dónde está?
— Al final de nuestra ardua búsqueda…- Dijo el Gi.- El alivio absoluto… El vacío. Ansiamos retornar a la nada. 
— ¿Cómo va a ser eso un alivio?- Preguntó Yuffie.
— Nuestros corazones anhelan la materia inmaculada…- Mencionó una vez más el Gi.
Finalmente llegamos a lo que parecía ser el final, todos andábamos lentamente.
— Se me está poniendo mal cuerpo…- Dijo Barret.
— No eres el único.- Expresé.
— Este sitio no es lo que se dice acogedor.- Agregó Barret. 
— Los Gi creen que el vacío trae la salvación.- Dijo Cait Sith.- Quieren borrarse del planeta… prrr tanto, ¿borrar el prrrpio planeta?
— ¡Qué miedo!- Exclamó Yuffie. 
— Sí.- Dijo Red XIII.
— Creo que una materia tan peligrosa debería vigilarla una chica prudente como yo.- Mencionó Yuffie con una sonrisilla.
— Casi miaujor no meter los bigotes en este tema.- Añadió Cait Sith.
— Ya es un poco tarde para eso.- Dijo Cloud mirando a un punto fijamente. Cuando los demás miramos allí estaba Gi Nattak, mirándonos.
— ¿Qué querrán de nosotros…?- Preguntó Red XIII. 
— La desesperación de los Gi tiñó de negro la materia inmaculada.- Dijo un Gi.
Un dolor intenso golpeo mi cabeza en ese momento y me apoyé donde pude. Mis ojos no sabían dónde mirar.
— ¿Esto va de una materia negra?- Preguntó Barret.
Delante mío volvió a aparecer Sephiroth, con una gran sonrisa. No aguantaba más el dolor.
— Uno de los grandes momentos se acerca.- Me dijo.
No tardó en desaparecer y Aeris se acercó a mí para comprobar que estuviera bien. Le asentí y le medio sonreí, intentando recomponerme.
— Están obsesionados con esa materia.- Dijo Cloud.- No vamos a hacer lo que ellos quieren. Pero hay que seguirles la corriente, para que crean que sí.
— El planeta que nos vio crecer se debilitó con el paso del tiempo.- Dijo Gi Nattak.- Pareció, y lo absorbió el vuestro. El cielo se desmoronó; la tierra se agrietó; los mares se secaron; hasta el tiempo perdió su sentido… Los pocos Gi que sobrevivimos al cataclismo nos instalamos en vuestro planeta. Pero Gaia nos rechaza, como a extraños… incluso tras nuestra muerte. Nos niega el descanso eterno en su seno; no nos arrastra a su corriente vital. Se contenta con aislarnos aquí, desterrados. Condenados a una vida que no es vida, que no tiene fin, sufriendo por toda la eternidad… Lo único que queremos es liberarnos de este tormento. 
Finalmente tuvimos a Gi Nattak en frente nuestro, quien abrió sus ojos y nos miró fijamente, juzgandonos. 
— Obtuvimos una materia nacida del seno del planeta y encerramos en ella nuestro deseo.- Dijo Gi Nattak.- Al cabo de largo tiempo… la materia atendió a nuestros ruegos, y se tornó en un orbe capaz de aliviar nuestro sufrimiento. Llegado al fin el anhelado día, a punto de cumplirse nuestro deseo… los abominables Cetra invadieron nuestro hogar y nos arrebataron el orbe. Era nuestro tesoro, aquel orbe azabache… Lo llamamos la materia negra. Os ruego que la halléis y nos la devolváis. Ese es nuestro mayor deseo, que os confío en nuestro nombre. Si una hija de los Cetra prestara su ayuda a esta causa, podría descansar también nuestro odio a ellos. 
— ¿Sabéis dónde puede estar?- Pregunté.
— Hemos oído que se ocultó en un templo de los Cetra.- Me respondió Gi Nattak.
— Un templo de los Ancianos…- Dijo Cait Sith.
— ¿Te suena?- Preguntó Barret.
— Estoooo… Creo que sí.- Exclamó Cait Sith. 
— Vástago del vacío, ¿podemos confiar en ti?- Preguntó Gi Nattak. 
— ¡Holitas!- Dijo Cait Sith.- ¿Qué tal si te leo la patita? A ver ese prrrvenir felinástico… 
Barret agarró a Cait Sith por el pescuezo y se lo llevó.
— Si dice que sabe algo, será verdad.- Dijo Cloud.- Podéis confiar en él.
— Nuestros enemigos nos acechan.- Mencionó Gi Nattak.- Hijos del planeta, valerosos guerreros… ¡por favor, recuperad la materia negra!
Cueva de Gi (A la mañana siguiente)
De golpe todo se volvió blanco por un humo extraño y cuando volvimos a abrir los ojos nos encontrábamos delante de la estatua del padre de Red XIII. 
— ¿Eh?- Preguntó Aeris.- ¿Hemos vuelto? 
— Vaya…- Expresé, mirando a mi alrededor.- Así que la materia negra, eh…
— Vamos a salir de aquí.- Dijo Cloud.
— ¡A la orden!- Exclamó Yuffie.
— Espero que me estés viendo, papá.- Dijo Red XIII, mirando a la estatua antes de marchar. 
Cuando empezábamos a irnos de allí uno de los ayudantes de Bugenhagen nos paró.
— Bienvenidos de vuelta.- Nos dijo.- El maestro Bugenhagen les aguarda. Síganme.
Empezamos a seguirlo, él conocía el camino más rápido hacia la superficie, es decir, el ascensor.  
— Se han tragado el numerito.- Dijo Yuffie feliz.- Se piensan que vamos a entregar esa materia a un montón de fantasmas.  
— Han dicho que les traería el "alivio"...- Mencionó Barret.- pero a mí eso me suena a que es una materia con un poder espantoso. No podemos devolvérsela ni en broma. 
— Tenemos que encontrarla antes que él.- Dijo Cloud. 
— ¿Que quién?- Preguntó Tifa. 
— Sephiroth.- Respondí.- Ha estado con nosotros, habrá escuchado la conversación.
— ¿En serio?- Preguntó Aeris. 
— Sí.- Mencionó Cloud.
— Vosotros tenéis un sexto sentido para intuir a Sephiroth. Si decis que estaba, os creo.- Exclamó Barret. 
— Entonces, ¿Sephiroth también quiere la materia negra?- Preguntó Yuffie. 
— Sí.- Dijo Cloud.- Esa es la conclusión más obvia. 
— ¡Qué mal! No podemos permitírselo. ¡La materia negra tiene que ser para mí!- Exclamó Yuffie. 
— Oye, Cait… ¿Qué sabes tú del Templo de los Cetra?- Preguntó Aeris. 
— Uy… pues… es que…- Dijo Cait Sith, algo nervioso.- Miaucha idea no tengo. Bueno, más o menos… 
— ¿Ein?- Preguntó Yuffie. 
— Algo leí en unos papeles de la emprrrsa. ¡A ver si averiguamos más en un terminal de Shinra!- Dijo Cait Sith. 
— ¿También hay terminales en Cañón Cosmo?- Preguntó Cloud. 
— Creo que sí.- Respondió Cait Sith.- Miaujor será prrrguntarle a Bugen. 
Finalmente salimos a la superficie. La luz solar nos cegaba mientras regresabamos por fin a donde perteneciamos. 
— ¡Me alegra que hayáis vuelto sanos y salvos! Menos mal.- Dijo Bugenhagen al vernos, estaba esperándonos afuera.
— No tenías que haberte preocupado, abu.- Dijo Red XIII.- ¡Soy el hijo del gran guerrero Seto! 
— Bugen.- Dijo Cait Sith.- En alguna parrrte de este valle tendría que haber un terminal de Shinra. ¿Te imprrrta decirnos dónde? 
— Ah, ¿un terminal, dices?- Preguntó Bugenhagen.- Sí que había uno, sí, pero.. Tenía tanto interés por sus componentes… que lo desmonté para darle mejor uso. Como generador para el cañón, nos ha venido de lujo. 
— ¡Nooo!- Exclamó Cait Sith. 
— ¿Y sabes dónde hay un templo de los Cetra?- Preguntó Red XIII. 
— ¿Cómo que un templo?- Preguntó Bugenhagen.- Los Cetra no tenían más religión que el planeta. No creo que construyeran templos. 
— Vaya…- Dijo Aeris.
— Aunque quizá exista un refugio que los humanos denominaran así.- Mencionó Bugenhagen.- Hay una leyenda escrita en numerosas fuentes que habla de una guarida Cetra oculta en algún lugar. 
— ¡Cuánto sabes, abu!- Exclamó Red XIII.
— Por desgracia, su ubicación no está clara.- Explicó Bugenhagen.- Recordad que los Cetra vivieron a la sombra del infortunio. Aun suponiendo que hallarais su refugio, estará muy bien defendido. Tened muchísimo cuidado. Lo que allí observéis, escuchéis y toquéis es un tesoro que no se halla en ningún libro. Volved de una pieza y contádmelo todo. 
— ¡Maestro!- Exclamó de golpe un guardia que venía en nuestra dirección. 
— ¿A qué viene tanto revuelo?- Preguntó Bugenhagen. 
— Han vuelto los hombres de las túnicas negras. ¿Qué hacemos?- Dijo el guardia. Cloud de golpe se sobresaltó.
— ¿Son conocidos vuestros?- Mencionó Bugenhagen mirándonos. 
— ¿Dónde están ahora?- Preguntó Cloud. 
— Ah… En la entrada al valle.- Explicó el guardia. 
— Vamos, Cloud.- Dijo Red XIII. 
— Sí.- Respondió él. 
Fuimos rápidamente a la entrada del valle, de la manera más rápida posible para encontrarnos un hombre de la túnica en el suelo y el guardia intentaba levantarlo. 
— ¡Nanaki!- Exclamó el guardia. 
— ¿Está bien este hombre?- Preguntó Red XIII. 
— Sí, solo está un poco débil.- Dijo el guardia.- Últimamente, se ven muchos así. Hay quien dice que es envenenamiento por mako, pero sus síntomas.. 
— Nibel… heim…- Dijo de repente el hombre de la túnica.- Nibel… heim… 
Cloud y Tifa se miraron muy sorprendidos por las palabras de aquel hombre.
— ¿Nibelheim no es…?- Preguntó Barret.
— Donde crecimos Tifa y yo.- Dijo Cloud. 
— ¡Nibelheim!- Exclamó Cait Sith.- ¡Me apuesto el rabito a que allí encontraremos un terminal! 
— No sé si seguirá…- Mencionó Tifa algo preocupada. 
— Pero Cloud… Antes dijiste que se podía confiar en estos bigotes, ¿nooo?- Mencionó Cait Sith con una gran sonrisa.- ¿O era mentira cochina? Bueno, te voy a demiaustrar que tenías razón.
— Pero es que…- Dijo Cloud, dudoso. 
— No tenemos nada que perder.- Dije yo cruzando mis brazos. 
— Habrá que comprobarlo, entonces.- Añadió Tifa. 
— Entonces… ¿vais a Nibelheim?- Preguntó el guardia.- Siento deciros que a pie es imposible llegar desde aquí. 
— Pues habrá que ir…- Dijo Barret.
— ¡Cid!- Exclamé yo.- ¡Volvamos al aeródromo! 
— ¡Toca hacer señales!- Exclamó Aeris. 
— ¡Venga, tirando!- Dijo Cait Sith. 
Salimos de Cañón Cosmo y nos dirigimos lo más rápido que podían nuestras piernas al aeródromo de Cañón Cosmo, donde habiamos aterrizado anteriormente. Allí Cloud se puso a hacer una fogata y por tanto Cid no tardó en aparecer con su avión. Bajo de este y se acercó a nosotros con una sonrisa.
— ¡Muchas gracias por volar con Aerolíneas Potrillo!- Nos dijo Cid con una sonrisa.
— Cid, prrr favor, ¿nos puedes acercar a Nibelheim?- Preguntó Cait Sith.
— A Nibelheim, ¿eh?- Mencionó Cid.- Va, venga, por qué no. ¡Con el Potrillo, la distancia no es problema!
Pagamos el costo del billete y nos subimos al avión de Cid una vez más, usando la misma combinación para mantener correctamente el peso. Al sentarme en la silla, cerré los ojos. Estaba un poco cansada, no habíamos dormido y la misión avanzaba. Eso no me iba a parar pero tenía que aprovechar el viaje para descansar un poco. 
La materia negra…
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Esto es una adaptación de la obra original FINAL FANTASY VII (SQUARE ENIX©) sin fines de lucro. Solo tiene fines lúdicos y de comunidad. Prohibida la copia de la adaptación igual que la extracción de personajes propios sin autorización.
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diamantar · 1 year ago
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LLAMA SECRETA
→ Rhaenyra Targaryen + Daemon Targaryen x fem!OC [Haella Targaryen] (ft. Aegon Targaryen)
✦ Sinopsis: La posibilidad de ser feliz finalmente aparece luego de insufribles años de matrimonio con Aegon, pero, ¿superará el miedo a las consecuencias?
✦ Advertencias: Incesto / Poliamor / Diferencia de edad / Matrimonio arreglado / Engaño / Violencia / Angst / Confort.
✦ Pedido: Si, de Wattpad.
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—¡Haella! ¿Dónde está Aegon?
Frenó ante la voz de su madre y giró, rápidamente notando el manojo de nervios y ansiedad que era.
—Durmiendo. Intenté despertarlo, pero me echó vociferando maldiciones —suspiró profundo—. La resaca es intensa y aún no he visto a los niños, iba a ordenar que alguien se ocupara de él.
Alicent mordió el interior de la mejilla izquierda y negó, la actitud del Targaryen siendo extremadamente decepcionante y común.
—Yo lo hago, tu sigue y fijate que todos estén listos.
—Entendido.
Separándose, la joven colocó una mano sobre el estómago y cerró los ojos aplicando distintos ejercicios de respiración. En breve la herencia de Lucerys Velaryon sobre Marcaderiva sería cuestionada y todos quienes quisieran reclamar el trono estarían presentes, incluyendo los partidarios y representantes de cada opción. Aquello definitivamente incluía a Rhaenyra y Daemon, los cuales escuchó que llegaron al amanecer.
El simple hecho de saber que las personas que realmente amaba, con quienes hubiera deseado compartir su vida, ocupaban la Fortaleza Roja la hacía temblar. Eternos, tortuosos y angustiosos años pasaron desde que los vio, tanta vigilancia y embarazos impidiendo que pudiera escapar a Rocadragón a al menos pasar una noche con ellos. Cartas y regalos fue el único intercambio que lograron, aunque el mantenerse lejos le provocaba inmenso temor. Ser madre y la progresión de edad marcaron grandes cambios físicos, además que al no estar junto a ambos era fácil que la olvidaran y dejaran de querer… ¿Seguirían anhelando por ella una vez que la vieran?
Sacudió la cabeza y evitó arrancarse la piel alrededor de los dedos, directamente ingresando a la habitación donde sus dos hijas menores descansaban. Sonrió al verlas despiertas y desayunadas, las sirvientas vistiéndolas con finas ropas mientras jugaban con muñecos.
—Buen día —saludó absolutamente amorosa inclinándose en medio para abrazarlas—. ¿Durmieron bien?
—¡Si, e incluso soñamos lo mismo! —respondieron al unísono, según Mellos siendo una característica común en gemelos y gemelas
—¿De verdad? ¿Qué fue? —preguntó genuinamente interesada, en el proceso buscando un broche de cabello a cada una.
—¡Volábamos!
—¡En la noche!
—¡Sobre dragones!
—¡Contigo!
El canturreo intercalado y organizado sorprendió a todas las presentes, Haella inclinando la cabeza por el extraño panorama que planteaban.
—¿Disfrutaron el paseo? —siguió el juego sintiendo ligera pena al ninguna de ellas poseer un dragón.
—¡Mucho! ¡Dorado y rojo! —exclamaron, y eso le hizo fruncir el ceño al no tener razón.
Inspirando y encogiendo los hombros, dio breves indicaciones a las sirvientas y partió a la recamara de su hijo mayor, el cual empezaba a salir cuando llegó.
—Buen día, ¿cómo estás? —preguntó pellizcando suave su mejilla derecha.
—Se supone que es mi jornada libre, ¿por qué tengo que despertar temprano? —refunfuño con el ceño fruncido.
—Lo siento, mi amor, como príncipe hay responsabilidades que debes atender —inclinó la cabeza reconociendo la frustración—. En compensación trataré que mañana tengas menos clases.
—¿De verdad? —inquirió dubitativo, pero el semblante ya cambiaba a uno esperanzado.
Haella le guiñó un ojo y lo abrazó por la espalda para que caminara con ella, en calma admirando uno de los jardines internos hasta que notó a Joffrey pasear junto una niñera. El corazón dio un vuelco y rápido buscó por Rhaenyra o Daemon, pero no encontró a ninguno en las cercanías.
—Vamos al salón principal, nos esperan.
Sin hablar demasiado llegaron y ambos titubearon un momento por la multitud que esperaba el inicio de la audiencia. Los llegados de Rocadragón no estaban presentes, así que con más calma avanzó hacia su abuelo y hermanos.
—¿Dónde está Aegon? —preguntó Otto mientras Helaena sonreía y saludaba al niño.
—Intenté despertarlo… —murmuró levantando la manga del vestido y enseñando rojizos rasguños—. Madre fue hacerlo ella misma.
Disgustado por la noticia, el Hightower asintió y les dejó para ir con el resto del Consejo Privado.
—Asumo que te defendiste y también lo golpeaste un poco, ¿verdad? —inquirió Aemond inclinándose a hablarle al oído.
—Como siempre —suspiró cansada, y él soltó una corta y seca risa.
—Esperemos que llegue a tiempo.
Sin decir más giró el rostro y descubrió que Vaemon Velaryon y Rhaenys Targaryen ya estaban allí. Una de las hijas de Laena se mantenía de pie junto a la rubia y por un segundo conectaron miradas, cortésmente realizando un pequeño asentimiento.
—Están aquí —dijo Helaena en alivio manteniendo ambas manos sobre los hombros de su sobrino.
Alicent y Aegon ingresaron tensos y con expresiones agrias mientras las gemelas revoloteaban igual que mariposas. Risueñas y extrovertidas, saludaron a cada persona y ganaron sonrisas ante tan encantadora actitud, el rubio siendo incapaz de sacudir la resaca e imitar un mínimo a las pequeñas.
—Esposa —saludó al llegar e inclinarse a besarle la mano.
—Esposo —respondió indiferente al saber que madre le había obligado a mostrar respecto.
Tomaron posición y Haella se encargó de mantener a las jóvenes entretenidas junto a breves ayudas de Aemond, inevitablemente tensándose cuando Alicent murmuró que Rhaenyra había llegado. Sumamente nerviosa miró a la entrada y observó como toda la familia ingresaba, la mencionada estando a la cabeza junto a Daemon. Verlos le quitó el aliento y sintió la cabeza ligera, por un momento perdiendo balance y dando un paso en falso.
—¿Qué te sucede? —preguntó Aegon con cierto enfado.
—Me marea tu peste a alcohol —respondió en mismo tono, y él chasqueó la lengua evitando pelear.
Los niños que tanta polémica traían crecieron en bellos jóvenes, especialmente Jacaerys que mantenía la espalda recta y orgullosa ante cualquier mirada desdeñosa. Por su parte, el hermano del Rey usaba el cabello por los hombros y era un estilo nuevo que hasta ese entonces jamás había atestiguado, Rhaenyra manteniéndose tan hermosa como la recordaba.
Acelerada y con el estómago estrujado, giró la cabeza y prefirió ver como su abuelo se sentaba en el Trono de Hierro. Cada presente lo miró y oyó como este anunciaba que representaría al Rey, la pobre salud de Viserys siendo ningún un secreto para quienes vivían en el castillo.
—Dorado y rojo —murmuró la menor de las niñas, y la otra asintió.
Haella hizo un pequeño sonido para que mantuvieran silencio y sorprendida aguantó el aliento cuando encontró los violáceos ojos de Rhaenyra. Detuvo cualquier movimiento y la vio caminar al centro del pasillo dispuesta a comenzar la audiencia, los irises brillando al reconocerla. Quebraron conexión cuando enfrentó al Hightower, bonitos y definidos labios separándose a decir unas pocas palabras cuando fue interrumpida.
Ante la incredulidad de cada presente, Viserys apareció dispuesto a zanjar él mismo el asunto de Marcaderiva. Encorvado y absolutamente débil avanzó con la Escolta Real mientras Alicent quedaba muda de la impresión y Aemond liberaba un suspiro frustrado. Haella, que de por sí estaba abrumada, perdió aún más sentido de la realidad cuando Daemon avanzó y ayudó a su hermano llegar al trono. Le colocó la corona que había caído y al regresar aprovechó a analizarla, en un parpadeo logrando que rubor la dominara al elevar una ceja y darle un vistazo de arriba a abajo.
Avergonzada rompió nexo y con susto notó que Aemond y su madre observaban. Tragó perdiendo capacidad de funcionar normal y prefirió fijarse en Aegon, el cual ignoraba los detalles y simplemente veía a Rhaenys tomar palabra en símbolo de su esposo.
—Mamá —llamó la mayor de las gemelas, la cual alzaba los brazos con aura suplicante.
Sintiendo pena de antemano por su cintura, Haella la tomó en brazos y la apoyó en una cadera. Con caricias suaves dejó que descansara la cabeza en el cuello y dormitara mientras la Targaryen anunciaba que sus nietas y nietos se hallaban comprometidos, fortaleciendo así el derecho de Lucerys en Marcaderiva.
Alguien maldijo por lo bajo y apreció la desganada expresión en Alicent, la cual miraba el suelo en derrota mientras Vaemond tomaba protagonismo de la situación. El enojo y la agresividad con la que hablaba tensó a más de uno, Aegon pareciendo salir del aburrimiento ante el espectáculo.
—¿Te diviertes? —preguntó por lo bajo a su esposo, el cual sonrió.
—Amanecer tal vez no fue mala idea.
Nuevamente evitó poner los ojos en blanco y con preocupación apreció el estrés en Rhaenyra, tantas emociones definitivamente siendo perjudicial para su embarazo. Rápido buscó a Daemon y este hizo lo mismo, sin palabras compartiendo pensamiento en que el hombre definitivamente era un problema.
—¡Esos niños no son verdaderos Velaryon! —exclamó a todo pulmón, el salón cayendo en profundo silencio—. Ciertamente tampoco familia mía.
Haella inspiró profundo y deseó estar en cualquier lugar en vez de allí, la asustada expresión de Lucerys incentivando el fastidio.
—Es suficiente —contestó Rhaenyra tratando de finalizar la escena.
—No veré años de tradición terminar en favor de estos… —detuvo la frase y volteó hacia la heredera al Trono de Hierro decidiendo si continuar o no.
—Dilo —animó Daemon en tono bajo y amenazante.
Alicent y Otto apenas se movieron por la expectativa, de reojo notando que Helaena era la más incomoda del grupo.
—¡Bastardos! —gritó, enseguida una fina sábana de murmullos cubriéndolos—. Bastardos engendrados por una puta —añadió marcando con fuerza cada palabra, cualquier resentimiento escapando de él en ese momento.
Todos los cabellos de Haella se erizaron y detestó que sus hijos atestiguaran tal falta de respeto, entonces Viserys poniéndose de pie y desenfundando la daga que cargaba.
—Tendré tu lengua por eso —anunció entre respiraciones laboriosas.
Una sensación electrizante los recorrió y rápidamente abrazó más a la niña en brazos, entonces mirando a Daemon y notando que tomaba el mango de Hermana Oscura.
—¡Cierren los ojos! —ordenó desesperada usando el brazo libre para hacer que voltearan.
Apenas logró que se enfoquen en ella cuando la espada cortó la cabeza de Vaemond a la mitad, jadeos resonando mientras alrededor todos saltaban en sorpresa. Alicent tomó a su nieto y se aseguró de que no viera, la menor de las gemelas gritando y haciendo que Otto se ocupara de ella.
—Puede quedarse con la lengua —anunció el Targaryen viendo los restos y el reguero de sangre.
Haella retrocedió y llamó a las niñeras para que le ayudaran a llevarse a los niños, explícitamente indicando que evitaran el cadáver. Pasaron por detrás del publico e intentó consolar a los jóvenes, sin frenar llevándolos a su habitación y usando todo el tiempo necesario para estabilizarlos.
Alicent llegó a la hora y anunció que se realizaría una gran cena familiar según la orden de Viserys, con cariño otorgando caricias a los pequeños mientras le echaba miradas extrañas.
—¿Qué sucede? —preguntó al no lograr descifrar lo que pensaba.
—Durante la audiencia Daemon y Rhaenyra no dejaban de mirarte.
—¿En serio? —frunció el ceño fingiendo desentender—. Ciertamente conectamos un par de veces, pero no noté que se fijaran demasiado.
—De joven solías llevarte bien con ellos —comentó mientras juntaba las manos al frente.
—Sucedió hace mucho, prácticamente son desconocidos —mantuvo la calma incluso si el corazón empezaba a agitarse.
—Evita relacionarte, no traen más que peligro y deshonra.
—Por supuesto —asintió firme y solemne.
La Hightower se conformó e invitó a los niños ir a sus propias habitaciones para almorzar, bañarse y dormir hasta la hora de la reunión.
—Nos vemos luego, también descansa.
—Cuídate, madre.
Quedando a solas al llevarse a todos del cuarto, suspiró pesado y se recostó procesando las emociones del día. Ver a quienes amaba después de tanto tiempo la llenaba de un doloroso anhelo, ya que sabía que no podría estar con ellos y de por vida viviría atada a Aegon.
—Señorita, ¿desea comer?
Brincó del susto y respondió afirmativo a la sirvienta al otro lado de la puerta, la cual ingresó con una bandeja.
—Prepara la tina, cuando termine me asearé.
—Excelente —asintió mientras arreglaba el escritorio y llenaba la copa de vino.
Con poco apuro se alimentó mientras las femeninas arreglaban la ropa que vestiría, al tragar añadiendo que seleccionaran un camisón al también aprovechar a dormir antes de la gran cena.
Apenas finalizó ingresó al agua y dejó que su dama de mayor confianza le lavara el cabello, ausente dejando los minutos pasar hasta que tembló por el frío. Salió y aplicó las fragancias que más disfrutaba, con libro en mano sentándose junto al fuego e intentando que los mechones se secaran antes de acostarse.
La relajación del baño fue mayor al esperado y el quiebre de una madera ante las llamas la despertó, torpe levantándose y yendo a refugiarse en las sábanas. La baja temperatura de la telas le erizó la piel hasta que una vez más se deslizó en la inconsciencia, durante horas logrando ignorar el mundo cuando pequeños roces la obligaron a regresar. Frunció el ceño y movió el rostro al percibir toques cerca de los labios, entonces apreciando una mano que se perdía en el cabello y la mimaba.
—¿Aegon? —preguntó sumamente confundida por la delicadeza y el cariño, aunque el aroma a flores fue una clara señal de que no se trataba del mencionado.
Un pequeño sonido a mofa la alertó y entreabrió los parpados, así notando que el sillón junto la chimenea estaba volteado y alguien lo ocupaba.
—Esperamos no decepcionarte.
Inmediatamente se incorporó y al frotar los ojos encontró a Daemon viéndola con una mueca traviesa y las piernas cruzadas, mientras que Rhaenyra sonreía sentada al borde de la cama.
—¿Qué…? —preguntó torpe por el sueño.
—Desapareciste y no recibimos señales de que quisieras vernos, así que te buscamos.
—Los niños quedaron asustados y luego recibí advertencias… No quería levantar sospechas.
—¿Cuál de los Hightower? —preguntó el hombre inclinando la cabeza.
—Mamá.
—¿Con qué palabras nos halagó? —indagó enarcando una ceja.
Suspirando y rodando el cuello, permitió que Rhaenyra la tomara de la mano y le acariciara con el pulgar.
—Recordó que nos llevábamos bien y aconsejó que mantuviera distancia, ya que al perecer traen peligro y deshonra —confesó, y al decirlo la incomodidad le calentó las orejas.
—Si se preocupara tanto por ti no te hubiera casado con Aegon —retrucó venenoso tensando la mandíbula.
—Al menos estando con él pudo seguir viviendo aquí y tener la ocasional oportunidad de verlos.
—¿Has deseado por nosotros? —preguntó la femenina en tono gentil.
Haella encogió los hombros y miró la pared sin saber que decir, especialmente al desconocer donde paraba la relación de los tres.
—Tal vez.
—Eres imprecisa —presionó Daemon apoyándose en uno de los brazos del sillón.
—Las circunstancias han cambiado desde la última vez que estuvimos juntos.
—Tus cartas enseñaban cariño y añoranza, ¿acaso has cambiado? —indagó Rhaenyra inclinando la cabeza y viéndola atenta—. ¿Tienes a alguien más?
—¿Disculpa? —preguntó sorprendida elevando ambas cejas y dejando los labios entreabiertos.
—Por experiencia sé lo que es estar en un matrimonio incompatible y como la calidez de otros brazos reconfortan cuando estás lejos de quien quieres.
Por unos momentos olvidó cómo hablar y dejó los labios entreabiertos, pero finalizó por negar con la cabeza.
—Mi hermano ciertamente no es el esposo que hubiera deseado, pero tampoco busqué un amante, tengo hijos a los que no quiero perjudicar con mis acciones.
—Aegon, en cambio, puede hacer lo que quiera —acotó Daemon.
—Por mi que continúe, lo que sea para evitar compartir cama con él —bufó alterando de actitud y luciendo más vívida que antes.
—¿Te trata bien? —preguntó Rhaenyra sentándose mejor ante el repentino cambio.
—Apenas nos vemos y cuando interactuamos terminamos peleando, ¿quién pensó que casarme con mi gemelo sería buena idea? —gruñó echándole una mirada al hombre y viendo que sonreía.
—Me sorprende que pudieran engendrar.
—Un cometido que no hubiéramos podido lograr sin alcohol, aunque Aegon vive ebrio —rodó los ojos al tiempo que inspiraba profundo—. Agradezco que esas ocasiones no sean más que recuerdos vagos bajo el mareo de la bebida.
—¿No han dormido juntos desde las gemelas? —indagó el mayor afilando la mirada, cada detalle que pudiera obtener siendo oro.
—El día que nacieron hubo un momento donde pactamos que nuestras obligaciones como pareja finalizaron. Tres hijos son suficientes.
—Por lo que, ¿en estos últimos dos años solo has encontrado consuelo en ti misma?
—¿Viniste a ser un pervertido? —regañó con mejillas sonrosadas.
—Ciertamente no —intervino Rhaenyra mirando a su esposo en regaño.
—¿Entonces cuál es la intención?
—Salvarte —respondió la Targaryen con una postura que captó la atención de ambos—. Consideramos que lo sabes, pero eres importante para nosotros y nos encantaría que viviéramos juntos.
Haella elevó ambas cejas y retrocedió unos centímetros, en blanco viéndola sin ser capaz de pensar.
—¿Cómo? —frunció el ceño como si hubiera expresado algo incoherente.
—Imaginar tu estadía aquí, compartiendo tu vida con alguien como Aegon… Deseamos estar contigo, las cartas no son suficiente.
—Nunca lo fueron —añadió Daemon ajustado posición y jugando con un anillo—. Un pedazo de pergamino jamás podría reemplazar tu presencia.
Nerviosa y halagada amagó a sonreír, pero la implicación de tales deseos empezaba a oprimirle el pecho.
—Suponía que el interés en mí se borraría con el pasar de los años. Siendo sinceros, ¿no soy más que un juguete que quitarle a los Hightower?
El miedo a ser un capricho resistía incluso cuando ambos vivían en la Fortaleza Roja, donde recién encontraba el amor e idealizaba una vida de fantasía. Conocía el desagrado entre Otto y Daemon al igual que la antigua relación entre Rhaenyra y su madre, por lo que no podía evitar formular negativas teorías.
—Por supuesto que no —contestó la mujer, en el ceño fruncido notándose la ofensa de que pensara así.
—Espero que entiendan mi inseguridad —aclaró rápido—. Ustedes han podido estar juntos y crear una familia mientras yo formaba otra vida que solo conocían a través de cartas. No es lo mismo.
—Ciertamente —coincidió Daemon al tiempo se ponía de pie—. Aunque debes recordar que nosotros nos unimos luego de años distanciados, apenas sabíamos del otro y aún así quemábamos en añoranza, ¿por qué sería distinto contigo?
Un extraño calor surgió en el pecho de Haella y bajó la mirada, inconscientemente mordiendo el labio inferior ante la realización de que realmente era apreciada por las personas que amaba. Rhaenyra acunó una de sus mejillas y sonrió reconfortante, enseguida inclinándose a besarla de manera suave y tentativa. La joven sintió la consideración y correspondió en señal de que el acto era de agrado, logrando que ella sonriera y la acariciara con el pulgar en el proceso de separarse.
—¿Puedo asumir que nuestros sentimientos son los mismos? —preguntó complacida.
—Absolutamente —asintió pequeño con la piel erizada en nervios y excitación.
La cama se hundió y Haella miró al hombre, la intención en su mirada siendo clara y evitando palabras cuando era su turno de poseerla. El momento fue absolutamente diferente y liberó un pequeño jadeo al sentir que una mano iba a sostenerla entre el cuello y el mentón, la intensidad y dominación surgiendo desde el inicio incluso si no era especialmente agresivo.
—Espera… —murmuró apenada y conmovida en sensaciones poco usuales.
—¿Por qué? —preguntó fingiendo desentender mientras con los labios recorría zonas de piel cercanas y sensibles.
Rhaenyra sonrió disfrutando de lo fácil que se avergonzaba y bajó las pupilas a la única tela que la cubría, en eso mirando rápido la puerta cuando golpearon por entrar.
—¿Ha despertado, señorita?
El tono de la sirvienta congeló a la joven y rápido empalideció ante el peligro de ser descubierta, desesperada mirándolos y apreciando como ambos se elevaban.
—Nos vemos en la cena —murmuró la femenina mientras Daemon asentía y la tomaba de la cintura.
Se acercaron a uno de los muros en el proceso que Haella buscaba un abrigo, asombrada documentando como desaparecían a través de un pasaje secreto.
—Puedes entrar —anunció fuerte, entonces una mujer de mediana edad ingresando.
—Es hora de comenzar con los arreglos.
La Targaryen asintió e indicó que comenzaría lavándose el rostro, después de eso entregándose a que la embelleciera. El vestido verde oscuro abrazó su cuerpo y brilló en combinación con el collar y los aretes de diamante, luego las experimentadas manos dirigiéndose a trenzar el cabello de manera que su cuello y hombros quedaran despejados.
—¿Terminado? —preguntó cuando revisaba los últimos detalles.
—Si, Princesa —asintió dejando que se viera.
La imagen en el espejo realmente no importaba cuando era un panorama conocido luego de tantas veces que debió lucir femenina y formal, por lo que eligió dejarlo e ir por sus hijos. Conociendo que las gemelas pasarían la velada en la guardería, directamente fue por el mayor y sonrió al verlo con un traje nuevo.
—Te ves esplendido en el obsequio de tu abuelo —sonrió encantada tocando la felpa negra del saco.
—Gracias —respondió seco por la timidez, aunque en silencio apreciaba como las prendas le favorecían.
En breve salieron y fueron al salón, donde prácticamente toda la familia se encontraba hablando. Ambos miraron y dudaron a que grupo acercarse, y la idea de ir con Aemond quedó descartada ante la expresión seria y agría que cargaba.
—Buenas noches, madre —saludó cuando Alicent cortó distancia.
Ella sonrió estresada y miró al joven halagando la manera en que lucía, entonces dos sombras aproximándose y tensándolas al saber que era la pareja Targaryen que más las sacudía. Rhaenyra rompió hielo con amable formalidad y la Reina le imitó, Daemon manteniendo su pequeña sonrisa usual hasta que se fijó en el joven.
—En la tarde te he visto entrenar con espada —comentó de manera desinteresada inclinando la cabeza, casi intentando lucir amigable.
—Ah, lamento no haber notado su presencia —respondió ligeramente intimidado tratando de mantener la cortesía.
—Parecías realmente adecuado, ¿te agrada?
—Disfruto de las actividades físicas.
—Posees habilidad, me gustaría practicar contigo en la siguiente oportunidad.
—S-Sería un honor —asintió nervioso poniendo la espalda recta.
Daemon miró a Haella y ella sonrió educada intentando no levantar sospechas.
—¿Imagino que las niñas estarán en su propio espacio al igual que Joffrey? —inquirió Rhaenyra.
—Correcto, aún son muy jóvenes para pasar una cena entera sin levantarse, llorar o corretear.
—Deberíamos hacer que pasen tiempo juntos, seguro disfrutarán la compañía del otro —opinó Daemon mirando a su esposa por aprobación, la cual sabía que tendría—. Estrechar la familia, como Viserys desea.
Alicent carraspeó y asintió indicando que en la próxima visita se ocuparían de aquello, acto seguido llamando a Aemond y haciendo que ocuparan la mesa. Cerca de su hermano, ignoró la mirada de éste y sonrió cuando Helaena llegó, aunque la calma duró poco cuando Aegon apareció.
—Esposa —suspiró, y con pesadez se sentó al lado.
—Esposo —contestó analizando si ya estaba ebrio o no—. Reconoce la presencia de tu hijo —regañó.
El Targaryen elevó las cejas desprevenido y miró al joven forzando una mueca extraña, sin palabra estirando un brazo y dándole unas palmadas en la mejilla. Alicent ganó alivio al ver que se encargaban de mantener las apariencias, fugaz fijándose en los invitados antes de que la Guardia Real abriera las puertas. Sobre un trono movible, los hombres más fuertes cargaban el dañado cuerpo de Viserys entre elegantes ropas, joyería y una máscara que ocultaba mitad de su putrefacto rostro.
—Tomen asiento y disfruten —anunció una vez que lo acomodaron en la cabecera.
Cada uno hizo caso y, en un acuerdo silencioso, evitaron las rivalidades manteniendo buen carácter. De todas maneras, Aemond, parecía poseer dificultades y frío escaneaba los jóvenes de Rhaenyra, en especial a quien fue responsable de herirlo de por vida.
Haella, consciente de la sed de venganza, vigiló hasta que Lucerys soltó una baja risa al los sirvientes poner un gran cerdo cocido cerca de su hermano. Apretó los labios ante el recuerdo de la cruel broma que le jugaron de niño y apreció la furia surgir desde lo profundo del Targaryen. Suspiró en derrota conociendo que de alguna manera cobraría aquella burla y nerviosa recurrió al vino, con copa en labios mirando a Daemon y casi atragantándose cuando él le guiñó un ojo. Rápido analizó alrededor y disimulada carraspeó por el líquido que se desvió hacia el conducto pulmonar, entonces Viserys tomando palabra y dando un prolongado discurso donde exponía la felicidad de tenerlos reunidos. El inquebrantable deseo de ser una gran familia unida persistía y la mayoría de los presentes bien sabía que aquello no progresaría, aunque por un momento la fantasía pareció convertirse en realidad cuando Rhaenyra y Alicent intercambiaron cándidas palabras.
Los jóvenes se miraron desconcertados y Haella buscó descifrar las emociones de su abuelo, aunque, para gran sorpresa, este ya le veía e hizo un gesto a que interviniera a romper el momento de reconciliación. Con la mente nublada al no querer la atención de la mesa sobre ella, inquieta agarró la copa y arrastró la silla hasta apoyarse en ambos pies.
—Me gustaría decir algunas palabras —anunció en tono acelerado, con ligero temblor aguantando la necesidad de colocar una mano sobre el pecho—. Quiero brindar por esta cena compartida entre seres queridos, especialmente a mis adorados padres —realizó una pequeña pausa de respecto, a lo que ambos asintieron complacidos—. Festejo este gran reencuentro familiar y dedico este vino a desearles prosperidad… Especialmente a mi esposo e hijos, para que siempre estemos sanos —miró a Aegon, el cual estaba absolutamente desconcertado.
Avergonzada regresó a la silla y evitó prestar atención al resto, ansiosa bebiendo hasta terminar la jarra más cercana.
—Nunca ingieres tanto alcohol, ¿qué sucede? —preguntó su gemelo analizándola como pocas veces.
—Hoy poseo el gusto, nada más —encogió los hombros como si no fuera importante.
El rubio guardó silencio y pensó por largos segundos, finalmente inclinándose a hablarle al oído.
—Las únicas veces donde te embriagaste fue cuando compartimos aposentos, ¿ver tantos niños pudo haber despertado un nuevo deseo de ser madre? —susurró al tiempo que una mano iba sostenerla del muslo.
Haella no pudo evitar la expresión de espanto y rápido volteó, sus rostros quedando a pocos centímetros.
—Pensé que teníamos un acuerdo.
—Si lo deseas puedo hacer el esfuerzo —aseguró, por un segundo viéndole los labios.
La implicación la dejó sin palabras, especialmente porque fielmente creía que compartían el disgusto romántico y sexual por el otro.
—Estamos en publico —regañó regresando a mirar su plato con las mejillas ligeramente coloradas.
—¿Entonces debo proponer un nuevo heredero cuando nos hallemos a solas? —inspiró apretando la tierna carne bajo el vestido.
Sin dudar agarró la mano y con disimulo la quitó echándole una rápida mirada a Alicent, la cual ya estaba viéndolos con aire severo por el comportamiento del masculino.
—Tres hijos están bien, ni pienses en visitar mi habitación.
—Sería un desperdicio cuando estás a unas copas de no recordar la noche, sabes que madre estaría complacida con otro nacimiento.
Haella realizó un sonido seco y lo pellizcó por debajo de la mesa, a lo que Aegon saltó gracias al dolor y por el momento desistió. Enseguida miró a Rhaenyra y ella brevemente enarcó una ceja ante la escena, apenada evitándola y preguntándose cuándo el evento terminaría. Aguantó y se enfocó en su hijo hasta que Viserys comenzó a sentirse mal, en silencio viendo como los guardias lo retiraban y sintiéndose aliviada de que todo estuviera llegando a fin.
—También deseo brindar —soltó Aemond poniéndose en pie ahora que el Rey no estaba.
—Hermano —suspiró por lo bajo arrugando el ceño en preocupación, aunque Aegon sonrió y agarró el vino a sabiendas de que el espectáculo estaba por comenzar.
Contuvo el aliento en cada palabra que el Targaryen soltó hasta que los cabellos se le erizaron cuando sutilmente llamó “bastardos” a los hijos de Rhaenyra. El primero en reaccionar fue Jacaerys y tal reacción solo logró que Aemond lo provocara más, por lo que en menos de un parpadeo una batalla comenzó.
—¡Hijo, atrás! —exclamó Haella agarrando al joven de los hombros y llevándolo contra una pared alejada—. ¡Aegon! —llamó indignada cuando este fue contra Lucerys al ver iba a entrometerse en la pelea.
Helaena, desorientada y asustada, fue con ella y ayudó a proteger al joven atestiguando como Rhaella retenía a su gemela de ir a defender a Jacaerys. La Reina no tardó en levantarse y regañarle mientras los guardias presentes iban a retener a los Velaryon, aunque lograron zafarse y amagaron a arremeter hasta que Daemon intervino. El salón cayó en silencio y el mayor, relajado y con aire de superioridad, lo enfrentó mostrando una ligera mueca de animo a que siguiera con esa actitud ante él.
—Suficiente, todos fuera —ordenó Rhaenyra a los jóvenes, quienes inspiraron profundo e hicieron caso tratando de calmarse.
Aemond perdió la sonrisa y sostuvo la mirada analizando sus posibilidades, la confianza lentamente descendiendo y prefiriendo pasar de él e irse.
—¿Están bien? —preguntó Alicent analizando a su nieto y dos hijas, el trío asintiendo—. Mejor vayan a los aposentos y traten de… superar este día.
Haella mordió el interior de la mejilla y contuvo el enojo al ver a Aegon, el cual pareció sentir la furia y prefirió retirarse luego de echarle un vistazo. En segundos lo siguió en compañía de Helaena y juntas fueron a dejar al joven en su habitación, donde un sirviente lo ayudaría con las ropas y prepararía el lugar para que tuviera un buen sueño.
—Descansa, hermana —habló la mayor dándole un pequeño abrazo.
—Nos vemos mañana —despidió, con ligera prisa desapareciendo hacia el sector donde vivía.
Inspiró profundo y los eventos del día pasaron como una novela que prefería olvidar, pero entonces recordó el momento compartido con Daemon y Rhaenyra. Inconscientemente puso una mano en el estómago por las repentinas cosquillas y negó por como tenerlos en mente cambiaba su humor en un segundo.
Al llegar cerró la puerta y miró la cama donde horas atrás compartió besos con quienes amaba, de pronto la propuesta de vivir con ellos golpeándola como un coletazo de dragón. Deseaba, sinceramente deseaba una vida de ensueño y romance, pero el miedo a las repercusiones la frenaban de siquiera considerar abandonar el castillo.
En la mañana fue difícil verlos partir y el vacío que la llenó le hizo querer nunca haberlos cruzado, porque ahora los añoraba muchísimo más. Tener que seguir la rutina fue difícil y solo pudo mantener buena cara ante sus hijos, pero interactuar con Aegon, Aemond, Alicent u Otto fue más difícil que antes. Los muros se sentían huecos y congelados hasta que notó que era un reflejo de ella y la gente que la rodeaba, el fuego no existía en aquel lugar y la pequeña llama que poseía se extinguía en cada día que pasaba.
—Madre —llamó el mayor de los niños entrando con cuidado a la habitación—. Mamá… ¿Estás bien? —insistió al ella seguir mirando por la ventana de manera ausente.
—Hijo —susurró saliendo del trance y acercándose, inmediatamente yendo a acariciarle el cabello y la mejilla.
—¿Te sientes mal? Apenas has salido a pasar tiempo con nosotros —frunció el ceño intentando que el labio inferior no temblara.
—Lo siento, mi amor —disculpó rápido entendiendo que ya no era capaz de esconder el sufrimiento—. He estado sintiéndome un poco rara, nada más.
—¿Has visto a los sanadores? —preguntó aún preocupado.
—No es algo que ellos puedan solucionar, pero haré lo mejor para volver a la normalidad —prometió, porque lo que menos quería era generarle ansiedad a los pequeños.
—¿Qué es lo que tienes?
Torciendo la boca y pensando como abordar el tema, lo invitó a sentarse en la punta de la cama con ella.
—La vida aquí… El castillo… No me hace muy feliz —confesó simple sin ahondar en los detalles—. Pienso que podríamos vivir mejor en Rocadragón, amaría que tú y tus hermanas tuvieran gente de su edad para jugar, aprender e interactuar.
—Pero… ¿Papá, la abuela y el resto? —inclinó la cabeza en confusión.
—Seríamos solo nosotros cuatro —sonrió con pena apretando los labios con fuerza—. Ellos no tienen intenciones de estar contentos o sanar; las reglas, el rencor y lo que los demás piensan es más importante que el bienestar general.
Él bajó la mirada al regazo y luego a otras partes de la habitación, claramente analizando y llegando a dudas y conclusiones.
—¿Qué sucede si no voy? ¿Te irás igual? —inquirió amagando a conectar miradas, pero no fue capaz por los nervios.
—Jamás te dejaría, no deseo que sufras o te falte a quien recurrir cuando las obligaciones sean demasiado para ti. Eres mi hijo, lo que más amo, no podría abandonarte.
Increíblemente aliviado, el joven la abrazó y permanecieron en silencio hasta que llamaron a la puerta. Ambos miraron y se pusieron de pie cuando oyeron la voz de Ser Criston, por lo que rápido permitió que entrara después de la Reina. La tensión en ambos fue lo primero que notó, especialmente la expresión estresada, ansiosa y nerviosa de la mujer mientras frenaba y suspiraba pesado.
—Con el mayor pesar vengo a informar que Viserys ha fallecido.
—¿Qué? —preguntó Haella, inmediatamente sintiendo una roca en el corazón.
—Sucedió en la madrugada, los sanadores no han podido hacer nada al respecto.
Los ojos picaron y soportó la angustia para consolar al menor, el cual de por sí estaba triste y aturdido por la conversación anterior.
—¿Cuándo será el entierro? —habló en tono contenido.
—Pronto lo anunciaremos, primero debemos organizar la ascensión de Aegon como Rey.
—¿Cómo? —frunció el ceño y apreció como los oídos empezaban a zumbar por la catarata de noticias.
—Era el deseo de tu padre, lo confesó hace pocos amaneceres —afirmó antes de acercarse y tomarlos de un hombro—. Lamento la pérdida, me encargaré de que todo esté bien.
—¿Has avisado a Rhaenyra y Daemon?
Esos nombres la tensaron y apretó los labios, un destello de culpa brillando en el marrón de los irises.
—Enviaré una carta una vez que todo esté asentado.
La declaración encendió la preocupación en Haella y evitó pronunciar palabra, así quedando nuevamente a solas con el niño.
—El Reino está por cambiar y será inestable… Ambos deben saber que tu abuelo ha fallecido —empezó a decir apretándolo más contra ella—. Hijo mío, ¿me acompañarás a Rocadragón?
—Si, mamá —confirmó al tiempo que escondía el rostro en su vestido, lágrimas mojando la tela.
—Gracias.
Desde esa mañana el plan de mudanza comenzó y ambos mantuvieron las apariencias, en secreto armando el viaje y lo poco que podían llevar considerando que volarían. Fue un proceso rápido considerando que la muerte de Viserys no se podía ocultar demasiado tiempo, así que dos dos días después, en plena noche, tomó a los niños.
—¿Qué haces? —preguntó el mayor mientras sostenía a una de las gemelas.
—Abro un pasadizo, el castillo esta repleto de ellos —murmuró mientras empujaba a un costado y movía la pesada pared—. Mira donde pisas, ten cuidado —indicó estirando los brazos a tomar a la niña mientras la otra colgaba a su espalda en un amarre.
Bajaron escalones y cruzaron pasillos hasta casi perderse, entre laberintos hallando la salida y abandonando la Fortaleza Roja para atravesar la ciudad tapados de pie a cabeza. La actividad nocturna deslumbró a los jóvenes, aunque las acciones moralmente cuestionables y gritos les pusieron los cabello de punta.
—¿Falta mucho? —preguntó el muchacho sintiendo los pies cansados, con dificultad cargando un par de mochilas.
—Un poco más, pronto estarás volando —explicó agitada cambiando de brazo a la menor.
Con sudor e incertidumbre mantuvo el optimismo incluso si dudaba de poder ejecutar la huida, con temor saludando al guardia nocturno e indicando que trajera a la bestias. Miró alrededor intentando dilucidar cuantos testigos existían, pero parecían ser los únicos entre las tenues antorchas del amplio lugar. El rugido de su dragón le erizó los cabellos e hizo que mirara por uno de los pasillos, donde una gran cabeza anaranjada se asomó de manera lenta y adormilada.
—Enseguida traigo al pequeño, Princesa —avisó una vez que el cuidador estuvo lo suficientemente cerca.
—Prepara las cadenas de vuelo asistido, daremos un paseo en conjunto —ordenó suave estirando la mano libre a acariciar las gruesas escamas.
Asintiendo y desapareciendo de nuevo, Haella indicó al primogénito que le ayudara a subir y atar a una de las gemelas y las pertenencias en la montura. Ajustaron los seguros y revisó que la menor a su espalda estuviera bien, al terminar colocándose los guantes de piel mientras el entrenador se acercaba con un energético y joven dragón. El hombre conectó a las dos criaturas con una gruesa cadena y en Alto Valyrio los llevó fuera del edificio, en el proceso la Targaryen dándole indicaciones al menor de cómo volar al ser el primer viaje largo que experimentaría.
La brisa nocturna golpeó su rostro e hizo que inspirara profundo, al cerrar los ojos obteniendo un momento de paz hasta que tomaron posición. Miró al guardia y él le devolvió el vistazo entre dudas, aunque realizó un gesto de cortesía y ocultó las sospechas en una cabeza gacha.
—Estoy listo —avisó el niño apretando las riendas y enderezando la espalda.
Haella observó el cielo y finalmente dio señal de vuelo, el dragón dando largos pasos antes de ganar altura. Mordió el interior de una mejilla y evitó girar a ver lo que abandonaba, lagrimas perdiéndose mientras las luces en Desembarco del Rey se volvían pequeñas. Las prendas se humedecieron al ingresar al techo de nubes y contuvieron el aliento hasta atravesar la sofocante oscuridad, enormes y brillantes estrellas recibiéndolos una vez libres. Estiraron el cuello y admiraron los astros ante la significativa diferencia, por un momento tentados a estirar las manos y comprobar si eran capaces de tocar tal belleza.
—Bonito, ¿verdad? —preguntó a las gemelas también mirar.
Respondieron positivamente y el viaje continuó en absoluta paz, el tumulto sucediendo en secreto dentro del corazón de la Targaryen ante el peligroso e incierto futuro que sus acciones generarían.
Con nariz, mejillas y dedos congelados, todos apreciaron los primeros rayos del sol y cerraron los ojos disfrutando del suave calor. La niebla en el horizonte de a poco se hizo visible y anunció la proximidad al destino, finalmente apreciando el castillo de Rocadragón.
—¿¡Dónde aterrizamos!? —preguntó el niño con nervios ante el nuevo desafío.
—Volemos alrededor un par de veces hasta que los guardias nos vean y den aviso de llegada, luego nos guiaré a un área abierta para descender con comodidad.
Haella los llevó a las torres de vigilancia y enseguida observó como dos arqueros corrían escaleras abajo. Complacida admiró la estructura y sorprendida jadeó cuando una serpentina sombra los cubrió, de pronto un rugido a su izquierda haciendo que encontrara a Syrax planeando.
—Dorado y rojo —murmuraron las gemelas.
Inmediatamente frunció el ceño y elevo el mentón para ver a Caraxes analizarlos, en el proceso realizando particulares sonidos de bienvenida.
—¿Cómo…? —empezó a preguntar al ciertamente atinar con los colores, la frase siendo recurrente desde la primera vez que la dijeron.
Un escalofrío la recorrió y consideró que sus hijas fueran soñadoras en vez de jinetes, una cuestión que en ese momento no podía analizar a pesar de que la descolocó: ¿desde cuándo sabían que terminarían en el otro lado de la familia?
En pocas ordenes empezó a bajar y con cuidado vigiló a los inexpertos, los cuales lograron tocar tierra y parecieron aliviados de finalmente dejar el cielo. La estabilidad la mareó y cerró los ojos notando, por primera vez, el cansancio y el dolor corporal que la torturaba. Con las articulaciones endurecidas, lentamente liberó los seguros de la montura hasta que el eco de su nombre cortó la calma. Adrenalina la llenó y buscó la fuente del llamado, el largo y rubio cabello de Rhaenyra sacudiéndose en el viento mientras se acercaba.
Sonriendo y sintiendo nada más que verdadera felicidad, se puso de pie y averiguó la manera de bajar a las niñas de manera segura hasta que Daemon surgió en el panorama. Él sonrió complacido y ella perdió el aliento, enseguida estirando los brazos y entregándole a una de las niñas antes de que le ayudara a bajar.
—Finalmente elegiste —comentó una vez que la tuvo en frente.
—Si… —dudó al recordar las razones que finalmente la hicieron escapar.
—¿Qué sucedió? —tensó el ceño y analizó las pequeñas expresiones.
—Haella —nombró Rhaenyra antes de encerrarla en un abrazo, sobre el hombro viendo a la pequeña que llevaba colgada.
Cerró los ojos ante el reconfortante contacto y con fuerza contuvo las lagrimas, la emoción mezclándose en ansiosa tristeza por las noticias que entregaría.
—Lo lamento —habló ahogada escondiendo el rostro.
Rhaenyra la estrechó con más fuerza antes de mirar preocupada a su esposo, el cual se acercó intentando consolarla.
—Sea lo que sea, lo superaremos juntos —prometió Daemon acomodándole el cabello en un gesto cariñoso.
Abrumada asintió y entre lagrimas apreció la cercanía, aquellos cuerpos enseguida enseñando que ellos eran su verdadero hogar.
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NO ENTIENDO POR QUÉ SOY LA OVEJA NEGRA DE MI FAMILIA
Éste tiempo enferma con el esguince he podido darme cuenta de cómo son realmente mis padres. Es increíble pero por muchos días fueron completamente apáticos, indiferentes y no les importaba pedirme lavar los trastes o hacer cosas que no podía y se quejaban y me hacían sentir mal. No podía entender qué les costaba comprender que realmente no puedo hacerlo porque tengo dolor.
Hace unos días fuimos a comer y me costó demasiado ponerme el pantalón y los tennis, no quería salir en lo absoluto pero tampoco quería estar sola y decidí ir. Aún así, mi mamá todo el tiempo me decía sobre el dolor que tiene mi papá en sus piernas pero es curioso ver cómo siempre habla de que otros padecen dolor para dejar de mostrar interés por mí. Ni siquiera mostraba compasión o comprensión alguna porque de alguna manera pensaba que yo fingía pero no era así.
En la noche mi hermana mediana vino de visita y fue peor porque todos se estaban burlando de que yo me quejaba de dolor como si realmente no fuera importante y aunque tenía mucho dolor decidí dejar de quejarme y quedarme callada.
Al día siguiente, mi hermana menor vino a visitarme en la noche para hacerme compañía y vimos una película juntas, fue lindo ver que alguien se preocupara por mí. Es la única de la familia a la que realmente le importo y me comprende y tiene empatía conmigo.
Tristemente en los días anteriores mi mamá y mi papá se enojaban conmigo porque no lavaba trastes pero no podía y aún con dificultad los lavaba. Incluso mi mamá me mandaba a comprar a la tortillería cuando recién empecé con el dolor no le importaba en lo absoluto.
Después por arte de magia mi mamá cambió, empezó a lavar los trastes y a ser más comprensiva conmigo lo cual aún es raro para mí ya que no soy su hija favorita pero al menos ya me comprende en esa parte.
Por desgracia, quién no le importa lo que me pase es a mi papá y digo ésto porque literal tuve que insistirle en que necesitaba medicamentos y le insistía porque realmente no tenía dinero sino no le hubiera pedido y aunque si los compró al final me echó en la cara el apoyo que me dió.
Un día que me quejaba de dolor él empezó a hablarme de que también ha tenido esos dolores y así como siempre para que yo fije mi atención en él con tal de no ver por mí aunque lo necesite en ese momento. Yo le dije que ya sabía que había tenido dolor pero que solo le pedía comprensión y empatía y comenzó a agredirme literal me dijo: "Ay no es para tanto, ni que te estuvieras muriendo". Esas palabras me cayeron como un balde de agua fría y me dolió hasta el alma por lo que decidí ya no quejarme de dolor ni nada. Y me fui a mi cuarto y me puse a llorar porque realmente me afectó.
Aún así, él sigue sin tener empatía conmigo si yo me quejo de dolor él me dice que sabe que se siente lo cual no me ayuda en nada y yo solo no digo nada lo ignoro completamente.
Me sigue pidiendo que enchufe el ventilador o que lo desconecte aún cuando sabe que no puedo agacharme y realmente no lo hago porque tengo el esguince y no es broma.
Hoy hace un rato me pidió desconectar el ventilador yo lo hice con cuidado y no me forcé en lo absoluto y le dije claramente que tenía dolor y volvió con su "sé que se siente, te comprendo" pero no es así. Si realmente me comprendiera y fuera empático cambiaría su manera de ser pero no lo hace.
Ahora es un hombre servido rara vez cocina y lleva su plato y vaso. Antes no era así y en verdad me enoja que ni porque tengo un esguince no pueda hacerlo.
Últimamente me sorprende porque he visto que vuelve a preparar su comida, va a comprar a la tienda y levanta su plato algo que rara vez hacía.
Quisiera entender qué fue lo que hice yo para merecer ésto, pero creo que en el fondo su completa falta de empatía se debe a que solo piensa en él, no piensa que los demás también sufren dolor o al menos no es empático conmigo porque he visto que con otras personas si lo es y eso me duele mucho.
Jamás le he pasado el nombre de mi Tumblr y jamás lo haría porque sino no podría ser libre de escribir ya que él vigilaría todo y ni loca haría eso ya que es el único lugar donde puedo escribir libremente ya que no tengo amigos en la vida real ni siquiera tengo una novia porque mi vida es bastante solitaria por algo el nombre.
Se van a cumplir como 2 semanas sino mal recuerdo de que me resbalé y me dio un esguince. No es nada agradable estar con dolor todo el tiempo, es difícil estar en una posición cómoda para no sentir dolor.
Lamentablemente se me juntó todo: Fui a la Cdmx y me hizo daño por la altura después donde renté el cuarto estaba en malas condiciones luego me dio una dermatitis porque la señora me dió sábanas sucias y ahora tengo un esguince porque me resbalé.
Las personas últimamente me dicen que soy pesimista y no lo soy, soy completamente realista. Me pasan cosas malas muy seguidas y a veces quisiera entender por qué no puedo tener un momento de tranquilidad y paz.
Estar enferma realmente me deprime demasiado, tengo muchas pesadillas seguidas como siempre además de que tengo más dolor que hambre. Pero de todo eso, me duele la actitud de mi papá conmigo, eso es lo que más duele y me afecta emocionalmente hablando.
Aunque pude tener la bendición de poder estar 3 días viviendo sola sin mis padres y estaba más tranquila emocionalmente hablando. Espero pronto recuperarme para poder conseguir un trabajo e irme a rentar un departamento. Así al menos podría tener libertad y me sentiría tranquila pero sé que deberé esperar.
Aunque sé que el sufrimiento es temporal a veces siento que es eterno y que siempre me acompaña y que es la única que siempre está conmigo.
A veces siento que Dios se olvida de mí y no entiendo por qué permite que sufra tanto y quisiera poder entenderlo pero no puedo. A veces siento que la carga es mucha y que no podré soportarla.
Espero algún día todo eso cambie (vía confesionesdeunachicasolitaria)
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eldaryamaps · 1 year ago
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Confusiones y más
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Cubro a la persona que hizo el favor de llevar la info. a un grupo de fb sobre lo del no regreso de hikaru y medio embrollos de beemoov para que no sea acosada. Esta persona no es la misma a la que se le achaca la mala traducción acá en tumblr. De hecho estamos en un chat donde tenía la intención de hablar con la que publicó (no la "traducción" que se posteó en el grupo, si no el post original) para sacar su traducción. Y hoy la chica de tumblr amanece con que se le culpa de mal interpretar las cosas. Debo dejar muy en claro algo.
El fandom de los juegos de beemoov está polarizado? Sí
Pero muchos se han dado a la tarea de separar lo que sienten por x personaje / trabajador. Pero nunca falta la persona que se monta novelas en la cabeza y se pasa por el forro lo que uno escribe (falta de comprensión lectora se le llama y suele pasar muy seguido en este fandom, no necesariamente en esta plataforma) ó que confunde personas, y eso último pasó hoy. (y mira que me ha pasado confundir gente) Justo para evitar problemas, la persona solo se iba a dedicar a traducir y no agregar nada de su cosecha. Bueno es irónico que terminen echándole el muerto y quien se lo echó pss es alguien del fandom igual *risas*
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La gente ya ha tenido sus discrepancias con Tetra desde tumblr (la mayoría ha formado su propio criterio por lo que leé), en cuanto a sus puntos de vista. Al menos el fandom en español, no sé de los otros. Jamás desde lo que posteó otra persona en un grupo de fb. Y en ese post se pueden leer esos comentarios que no creen al 100%. Así que no es una persona mal interpretando por una mala traducción mija. La chica que buscaba traducir el post ya no lo hizo y para evitar actuar con la cabeza caliente (actuar con el enojo del momento) prefirió no sacar de su error a Tetra. Hasta ahora más calmada ha publicado en su pág. ahora sí su opinión respecto al post original. Dejé las img. de perfil (del que publicó en fb y a la que le cargan el mal entendido) a la mitad como evidencia que no son la misma persona sin exponer sus nombres.
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lunearta · 7 months ago
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» Temática: Changbin x Lectora » Rating: FLUFF, apto para todos los públicos. Ⓕ » Warning: FLUFF, mucho FLUFF y más FLUFF. Un poco de angst. » Tipo: One-Shot » Premisa: Aunque Changbin ha estado prendado de ti desde la primera vez que apareciste en ese gimnasio hace meses, no se atreve a dar el siguiente paso. Hasta que por poco pierde la oportunidad y se ve obligado a actuar.
Palabras: 1.551. | Masterlist
N de A: Como fue el primero en salir en la encuensta, primero que va. Me estoy preparando otras cositas de Changbin un poquito más subiditas de tono, pero aún no me siento tan cómoda compartiéndolas, así que tendréis que tener algo de paciencia. ♥
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"𝗚𝗬𝗠" 𝗔 𝗣𝗥𝗜𝗠𝗘𝗥𝗔 𝗩𝗜𝗦𝗧𝗔
— Changbin, por última vez: Para de mirarla o no pienso confiar en ti para entrenar nunca más. —le espetó Chan, molesto.
Ambos se encontraban en el gimnasio de siempre, a una hora distinta solo porque Changbin se lo había pedido. No había sido el único día, no. Ya era la decimo octava vez en dos meses. ¿Y por qué?
Por una chica. Bueno, más bien por una como tú, nueva en la ciudad, pero con un bonito acento español impreso en el perfecto coreano, según le pudo sonsacar a tu entrenador personal. Otra de las cosas que consiguió saber fue que estabas soltera, y que pese a la cantidad de hombres —y mujeres— que no despegaban los ojos de ti, cada vez que Changbin te miraba bajabas la cabeza y un leve rubor cubría tus mejilla.
Bueno, dos podían jugar al mismo juego, y él no iba a quedarse atrás. Es más, el color rojizo de su cara contrastaba perfectamente con el de las pesas que estaba ayudando a Chan a levantar. O al menos lo intentaba, ya que estaba demasiado distraído viendo cómo usabas el banco de abdominales torpemente.
No, no estabas acostumbrada a ir al gimnasio, se notaba a leguas. Sin embargo, había algo en tus esfuerzos y en la cara de concentración que ponías que lo estaba volviendo loco a cada día que pasaba. Chan resopló y, tras colocar la barra en su sitio, negó con la cabeza.
— En serio, tio. —empezó—. Si tanto te gusta, ve a hablar con ella.
Changbin te echó un largo vistazo. Eras… demasiado. Demasiado mujer para él. Y sí, le asustaba acercársete porque no sabía si podría gestionar emocionalmente el rechazo. No después de haberte casi “estalkeado” durante meses en el gimnasio.
— No. —se rascó la nuca—. No puedo.
Chan arqueó una ceja.
— ¿Por qué? —quiso saber.
— ¿Y si… no le gusto?
— Por el amor de… Binnie. Eres Changbin de Stray Kids. ¿Quién en su sano juicio no perdería el juicio por alguien como tú?
— Pues alguien como ella. —te señaló sin disimulo, demasiado ensimismado como para notar que mirabas en su dirección. Arqueaste una ceja y sonreíste, y Bangchan vio un leve rubor cubrirte las mejillas. Una breve sonrisa le cruzó a él el rostro, seguro de su decisión.
— Ve a hablar con ella. —insistió el líder—. Nuestro contrato de exclusividad duró 3 años. Vamos por el sexto aniversario. Mientras seas cuidadoso… La empresa podrá tapar las pistas si sale bien. Y si no, mira, problema que te ahorras, ¿no crees?
Changbin gruñó, rascándose la nuca. Todas las variables estaban en su contra, ¿no? ¿Por qué se sentía tan inseguro? No es como si nunca hubiera salido con nadie. Entonces, ¿qué te hacía tan especial?
¿Puede que fuera la forma en la que te atabas el pelo para que no se te metiera en los ojos mientras una gota de sudor traviesa te bajaba por la barbilla y descansaba en el mentón antes de precipitarse al vacío, igual que el corazón de Changbin saltaba fuera de su cuerpo? ¿O quizá fuese esa pequeña conversación “sin importancia” que había sucedido al lado de las máquinas expendedoras, cuando no podías conseguir la bebida que querías porque la dichosa máquina se había a trancado, y gracias a su pequeño golpecito de años de práctica en aquel sitio por fin tu bebida de limón había caído?
¿Puede que en realidad lo que le hizo palpitar el corazón por vez primera fuese la sonrisa que le dedicaste en ese momento, tu sincero “gracias” y el hecho de que al día siguiente quisieras invitarlo a una bebida, esta vez sí, en la máquina correcta sin averías?
En tu caso, sus ojos café te habían llamado la atención desde la primera vez que te lo cruzaste de camino a los vestuarios: Parecían sinceros e inocentes, aunque para nada puros, por supuesto. Pese a la rudeza de su forma de moverse, era delicado con las pesas, con los utensilios de gimnasia y con las explicaciones de ejercicio hacia sus amigos y conocidos.
Pero Changbin había declinado todas tus insinuaciones. Todos tus esfuerzos por conocer más al hombre que tenías delante y que tenía una cara tan adorable como fuertes eran sus brazos habían sido en vano. Estabas… decepcionada.
Con el paso de los meses, al parecer tu “crush” había perdido el interés. Y por eso cada vez venías menos al gimnasio, no queriendo ni cruzártelo, incapaz de mirarlo a la cara. Y aún así, si te miraba, solo podías sonreír. “¿Pensará que estoy loca?”, te decías. Seguro que sí. Por eso apartaba la vista y susurraba cosas que tú no lograbas oír en la oreja de su amigo. ¿Se estaban burlando de ti?
Una vergüenza que no habías sentido antes burbujeó en tu interior. El sentimiento no correspondido cada vez se notaba más como un peso muerto sobre tu corazón. La pesa resbaló de tu mano, demasiado ofuscada como para darte cuenta de la fuerza que habías perdido, y emitió un sonido metálico que atravesó todo el recinto, haciendo que varios de los presentes se giraran, curiosos. Al ver que no se trataba de nada grave, retomaron lo que estaban haciendo. Bueno, excepto Changbin, quien seguía mirándote casi sin pestañear.
Ya está.
Esa era la gota que colmó el vaso.
Sentías su mirada taladrarte. Se habría dado cuenta de tus intentos por iniciar conversaciones, y ahora sabía también lo nerviosa que te ponía… ¿no? Nadie podía ser tan tonto como para no notarlo. Eso hizo que te levantaras del banco de ejercicio, dispuesta a irte. La inseguridad crecía conforme pasaban los segundos.
No, no solo ibas a irte. Ibas a desapuntarte del gimnasio. Ibas a buscar otro por la zona y a empezar de cero.
Eras una personas que no se prendaba de alguien en primera instancia, iba en contra de tu naturaleza. Aún querías saber de verdad cómo había ocurrido. ¿Cómo habías podido caer tan fuerte por alguien sin apenas hablar? Pero es que lo mucho que te tranquilizaba su presencia en el momento en que aparecía por la puerta se sentía demasiado bien.
Sí, mejor así. Borrón y cuenta nueva. Sin chicos guapos de por medio, sin distracciones, sin ese Changbin esperando justo de pie en tu campo de visión…
Un segundo.
Changbin en tu campo de visión.
Se había plantado delante de la puerta con los brazos cruzados y la actitud de alguien que tiene que decir algo, pero no las tiene todas consigo.
— ¡H-Hola! —dijiste, alterada—. Changbin, ¿verdad?
— ¡¿Te acuerdas de mi nombre?! ¡Uah! —la preciosa sonrisa que tantas veces te había provocado mariposas en el estómago se extendió por su rostro. Se sentía aliviado por tan poco…—. Yo también me acuerdo del tuyo. Osea, no podría olvidarme ni aunque quisiera, ¿sabes? Q-Quiero decir, es que no se puede olvidar un nombre tan bonito viniendo de una persona tan hermo… No, espera, no he querido decir eso. Bueno, sí, pero… Dios, esto es demasiado violento. Olvida lo que he dicho.
Hizo ademán de irse y te apresuraste a pararlo poniéndole una mano en el bíceps.
— ¡Espera!
El contacto de la palma contra el tenso músculo os hizo enrojecer a los dos. Sin embargo, no lo soltaste.
— ¿Qué haces el viernes?
— ¿El viernes? Quieres decir, ¿pasado mañana?
— Sí, justo. Me preguntaba si… Bueno, si querrías ir a tomar un café conmigo. Hay una cafetería cerca del gimnasio que hace unos cafés de infarto.
— No suelo tomar café. —se excusó Changbin, presa del pánico. ¿Por qué había dicho eso? Vio tu expresión cambiar en unos segundos antes de recobrar la compostura y esbozar una sonrisa torcida.
— ¿Significa eso que no?
— Significa que mientras tú te tomas ese café, yo pediré un frappé de fresa y vainilla y escucharé cualquier cosa que me digas con el interés que te mereces. —soltó de improviso.
— Vale, genial. —exclamaste, quizá un poco demasiado entusiasmada—. Es… simplemente perfecto. Llevo meses queriendo preguntártelo, pero me daba tanta vergüenza enfrentarme al rechazo…
¿Meses? ¿Rechazo? Tuvo la pronta necesidad de poner los ojos en blanco y darse de golpes contra una pared. Meses. Los mismos meses que él mismo se había planteado si realmente tendría alguna oportunidad contigo.
— Créeme si te digo que estaba en la misma situación. Ojalá lo hubiera sabido antes. —confesó, agarrándote de las manos con una delicadeza sin precedentes. Se llevó el dorso de una de ellas a los labios y depositó allí un suave y casto beso—. Te habría invitado a salir antes.
Enrojeciste, incapaz de aguantarle la mirada.
— ¿A las cinco te va bien quedar? Quedamos en el gimnasio y vamos a partir de aquí.
— Suena genial.
— Eh… Voy a… Voy a ducharme. —anunció. Si te quedabas un segundo más, explotarías—. Nos vemos mañana.
— ¡Hasta mañana! —dijo, viéndote desaparecer.
Changbin se volvió hacia Chan, quien le sonreía triunfante.
— ¡Te lo dije! —se mofó—. Lo que me sorprende es que después de tanto tiempo no le hayas pedido ni un beso. Aunque fuera uno pequeñito.
El más bajito sacudió la cabeza.
— No hace falta. Puede esperar.
¿Qué era un día comparado con la cantidad de meses que os habíais esperado mutuamente, ajenos a lo que sentía el otro? Tendríais mucho tiempo para conoceros y besaros.
Ya no había necesidad de correr.
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© 𝘕𝘰 𝘦𝘴𝘵á 𝘱𝘦𝘳𝘮𝘪𝘵𝘪𝘥𝘢 𝘭𝘢 𝘤𝘰𝘱𝘪𝘢 𝘵𝘰𝘵𝘢𝘭 𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘤𝘪𝘢𝘭 𝘥𝘦 𝘤𝘶𝘢𝘭𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘢 𝘥𝘦 𝘮𝘪𝘴 𝘰𝘣𝘳𝘢𝘴 𝘦𝘯 𝘯𝘪𝘯𝘨𝘶𝘯𝘢 𝘱𝘭𝘢𝘵𝘢𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢. Obra sujeta a cambios.
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sweet-loc · 1 year ago
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Acá nadie me conoce y quizás ni siquiera alguien me lea, pero necesito despejar mi mente..
Eh tenido una pelea en casa, por una estupidez, estaba de mal humor por que no encontraba una crema que es mía y que pagué con mi trabajo, como muchas otras cosas que yo cuido y odio que tomen e invadan mi espacio sin mi consentimiento y más que nada por que se que ese algo lo tengo por mis propios méritos, y mi madre lo a tomado. Ella tiene la mala costumbre de agarrar mis cosas. Por el simple echo de ser mi madre. Por que mi casa es una cooperativa y todos usan todo. Estaba mal por que apenas llegué a casa después de estar en lo de mi novio había muchas cosas fuera de lugar y me estresé. Sólo le pedí que me diera mi crema, no especifique que no la usara, quería mi crema por que más tarde debía irme y la necesitaba. Pero explotó. Tuvo un brote psicótico, comenzó a insultarme con todo lo que pudo, tiro todas mis cosas a la mierd*, no le importó que fueran mis cosas, "yo te di todo, si necesitas algo yo te lo doy, tenes techo y comida" lo sé, yo no le estoy restando valor a las cosas, sólo pido un poco de respeto a mi espacio y objetos que obtuve con esfuerzo. Yo tampoco pedí nacer, es tu responsabilidad y agradezco tu poco esfuerzo tras abandonarme por años y venir sólo a arruinarme la vida. No tengo la culpa de que te hayas tenido que hacer responsable de una vida con 19 años, yo no te vine a arruinar la vida, tú me la arruinarte a mi. ¿Por qué tener una vida si no sos capaz de cumplir un rol como madre? Eso me pregunto siempre. Tras insultos y revoleo de cosas me echó de la casa. "No tengo donde ir" traté de explicar "no entro en ningún lado, no podes dejar a un hijo a la interperie, mínimo necesito tiempo" pero no escuchó, la ceguera del odio que esa mujer tenía en ese momento era imposible de penetrar. Me echó reiteradas veces, yo aún pensando que debía hacer, me levantó la mano, y aunque no me pegó sentí miedo. ¿Y todo ésto por una pta crema? ¿qué se supone que pase el día en donde realmente suceda algo serio? Tenía miedo de soltar el palo de escoba, mi abuela se metió por que siempre la defiende a su hijita, la loca era yo, a pesar de eso no era capaz de pegarle a una vieja. Me obligó a irme a bañar y sólo tomé mi teléfono. ¿Dónde se suponía que podía ir? Conocía una opción, una que me dolía más que a nada, no sabía que más hacer. Era la única persona que tenía un pequeño espacio donde pueda dormir y tener mis cosas más importantes.
Llegué a la casa de un amigo, con la cara inchada por las lágrimas, respirando agitada, con un gran ataque de ansiedad y un dolor indescriptible.
"Perdón, perdón, perdón" era lo único que salía de mi boca mientras trataba de explicar mi situación y rogarles que me permitan estar en su hogar el tiempo que fuese necesario.
Éstos tipos eran mejores padres que cualquiera de los que prácticamente todo mi grupo de amigos podría tener. Tienen 50 y 60 años cada uno y son 2 más de mi grupo de amigos. Eran las únicas personas que sabían que podrían extenderme una mano sin juzgarme y hacerme menos a pesar de tan inoportuna llegada.
Ahora estoy acá, en una casa que no me pertenece, en la que soy una usurpadora. Me paseo por los diferentes espacios y pienso ¿por qué nunca tuve algo así desde el principio? ¿Por qué me tocó ser una justiciera en silencio? Yo sé perfectamente que mi vida no es la más difícil, pero, ¿es necesario que un ser humano sufra tanto por un poco de paz mental? Es todo tan extraño, me siento extraña y con incertidumbre de qué me va a decir la gente. Tengo dolor en mi corazón, siento que no puedo más y es como si todo se hubiese puesto en pausa de repente.. estoy en un limbo constante.
Agradezco ferviente mente la bondad de ésta pareja y mi amigo por permitirme integrar parte de su hogar, debo esforzarme más que nunca por demostrarles que no soy la basura y escoria que en mi casa siempre me han dicho que era. Voy a trabajar por estar el menor tiempo posible acá y comenzar una vida con mi novio... realmente deseo estar haciendo las cosas bien
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